Desde la aparición del libro de
Avellaneda, conocido también como el Quijote apócrifo, ni su autor ni el
libro gozaron de popularidad alguna y meno todavía al publicarse en el
1615, la segunda parte escrita por Cervantes, que agotó en un año la primera
edición realizada por Juan de la Cuesta en Madrid.
Sobre Alonso F. Avellaneda se han
producido infinidad de conjeturas y pesquisas, sin que las mismas hayan
logrado descubrir su verdadera identidad.
Con el correr del tiempo el Quijote
de Avellaneda se convirtió en un libro si se quiere maldito. Su autor fue
tachado de advenedizo, resentido y envidioso. En el prologo escrito por el
propio Avellaneda explica las razones que lo impulsaron para escribir el
libro y de paso aprovecha la oportunidad para insultar a Cervantes
Avellaneda buscaba, aparte de dinero, un poco de la fama que el Quijote
Cervantino había deparado a su autor. Lo cierto de todo este asunto es que
el libro no tuvo resonancia de ningún tipo, al punto tal que tardó más de un
siglo en imprimirse de nuevo en castellano por allá en el año de 1732.
Algunos escritores españoles vieron
en el Quijote de Avellaneda una intervención directa del Santo Oficio, que
buscaba sustituir el Quijote liberal de Cervantes por un Quijote más apegado
a los preceptos ortodoxos de la iglesia.
El Quijote de Cervantes es una novela prolífica y caótica, el de
Avellaneda es más coherente y versátil. Además, es bueno dejar claro que
Avellaneda no imitó el Quijote cervantino, sino que se sirvió de los
personajes principales, para escribir una continuación con una atmósfera y
con un estilo propio. Avellaneda elimina algunos personajes, convierte al
Quijote en el caballero desenamorado y otros aspectos por el estilo. Su
narración es directa, aunque bastante lenta. Los personajes pierden su halo
irreal y se hacen más corrientes y descarnados. Los diálogos no poseen
sutileza y rozan la escatología castiza sin pruritos intelectuales.
La publicación del Quijote de
Avellaneda ha sido para los cervantistas posteriores sólo un amago inútil,
un artilugio vano. Jamás consideraron que Avellenada fue el primero en darle
importancia al libro de Cervantes. Para los escritores contemporáneos
Cervantes no existía en lo absoluto. Ni Lope de Vega, ni Quevedo ni Baltasar
Gracian se dieron por aludidos con la publicación del Quijote y mucho menos
se preocuparon por su autor, cuya biografía es tan difusa como la España que
recorre el caballero de la triste figura. .
Hoy día el acto de
Avellaneda tiene más de metáfora que de acto vil, tiene mas de poética que de empresa
quijotesca. El Quijote de Avellaneda ha pasado la prueba y hoy en día puede
considerarse otra obra imprescindible de la literatura clásica española