Refranero español

       (Comentarios realizados por Fernando Rodríguez-Izquierdo Gavala. Universidad de Sevilla)

 

 

 

Entrevista a

Fernando

 Rodríguez-Izquierdo

en el Correo de Andalucia (23/12/2013)

 

Entrevista a

Fernando

 Rodríguez-Izquierdo

en el Diario de Sevilla

(14/04/2013)

 

 
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Calabaza que no tiene vino, llámala pepino. O bien: ...,no vale un pepino.
Calabaza que no tiene vino, ,ni es calabaza ni calabacino.

Refrán aplicable a cualquier realidad que no colma las expectativas que suscita. Sin duda responde a una época en que una calabaza, después de ser vaciada, servía como contenedor de vino; y como tal se vía desde fuera. Al ver que no era así, venía la decepción. Creo que la enseñanza principal sería esta: las expectativas achican la visión de la realidad. ¿Nadie pensó que una calabaza en sí misma es un fruto precioso, apto para ser cocinado o para un postre dulcificado con azúcar o miel? Una calabaza vacía fue en su día ese buen fruto, que ya de por sí justifica su existencia incluso para aquel que solo piensa en algo que llevarse a la boca. Poetizando un poco, diríamos que tal vez Dios hizo brotar alguna que otra calabaza en el paraíso terrenal; y luego al pasearse por allí "vio Dios que aquel fruto era bueno".

 

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Caer para levantar se ha de perdonar.
Al hermano se le debe perdonar no solo siete veces, sino "setenta veces siete", según el Evangelio. Todos somos hermanos, y desde ese punto de vista está clara la respuesta sobre cuándo perdonar. Esto no quiere decir que las injusticias tengan salvoconducto. Habrá que procurar que la justicia se restablezca, para bien de todos. El consejo antedicho se refiere más bien a nuestra disposición interior de abrirnos a la misericordia. También a cada uno de nosotros nos han perdonado otros más de una vez, y les estamos agradecidos por ello.
La frase "yo perdono, pero no olvido" me suena a un perdón a medias; y, por decir lo menos, no proviene de un sentimiento cristiano.

 

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Cae en el hoyo quien lo abrió para otro.
Una cosa es actuar en defensa propia, según la cual -en caso extremo- se puede llegar a matar a alguien en el punto y hora en que pretende matarte, y otra cosa es odiar o guardar rencor. Esto último, aparte de que no es propio de cristianos, es siempre perjudicial para la persona que cree tener motivos para ese odio. El odio y el rencor no se deben fomentar ni guardar, pues envenenan interiormente a dicha persona, y su capacidad de amar y de hacer el bien se verá mermada. Tal vez lo que diferencia la fe cristiana de otras religiones es el difícil precepto de Jasús -del que él mismo dio un ejemplo sublime- "amad a vuestros enemigos". Y pienso que lo que -en el plano de las relaciones humanas- es bueno para los cristianos, debe ser bueno para todos.

 

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Cada uno tiene su ventanita por donde asomarse.
Es muy gráfica la expresión de este refrán, pues el diminutivo "ventanita" puede dar a entender que nuestro punto de observación tiene sus limitaciones de perspectiva. Tal vez nos falten datos para entender una situación, pero aun así aventuramos una opinión, que puede estar prejuiciada, o ser parcial. No quiere esto decir que no opìnemos nunca, sino que nos hagamos responsables de lo que decimos, muy especialmente en asuntos de importancia -sobre todo, si atañen a personas-.
El refranero añade una seguidilla popular que refrenda lo dicho:
"Tós en el mundo tienen
su ventanita:
unos la tienen grande
y otros chiquita."
Parece ser que ahí se nos aconseja también ampliar nuestras perspectivas, en lo posible.

 

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Cada uno suena como tiene la cabeza.
Se entiende mejor con la posible añadidura que da como tal el refranero: y muchos, a cántaro vacío.
Se me viene a la mente un dicho latino, que sería el reverso de la medalla: "Ex abundantia cordis os loquitur" 'De la abundancia del corazón habla la boca'. Cuando en el mundo interior de uno lo que hay son carencias, y no precisamente "abundancia", no debe extrañarnos que las palabras de ese tal suenen a hueco. Intuyo que para encontrar ejemplos no hay que buscar mucho. Y aprovechemos la ocasión para examinar un poco nuestro interior respecto a valores humanos, aprecios y actitudes.

 

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Cada uno quiere las cosas a la medida de sus narices.
Cada uno quiere las cosas al gusto-o al sabor- de su paladar.
Cada uno quiere llevar el agua a su molino y dejar en seco el del vecino.
Son refranes casi sinónimos en su contenido, con variantes muy peculiares -y también muy populares- en cuanto a su expresión. Tratan de recalcar y ridiculizar el egoísmo humano cuando se habla de gustos personales: o bien quiere uno las cosas a la medida de sus narices (casi implicando que todos somos más o menos narizotas), o bien según el sabor de su paladar (comparándonos con los glotones empedernidos), o bien se nos compara con molineros (de molinos de agua) que son ladrones del agua de sus vecinos. Para huir de todos esos horrores, aquí caricaturizados, sepamos compartir, seamos adaptables y considerados con los demás, etc. Pero no nos lavemos las manos tan pronto hasta examinarnos y ver si la caricatura no tendrá al menos una parte de razón, en nuestro caso.

 

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Cada uno su cuento se sabe.
Cada uno sabe dónde le aprieta el zapato.

Cada uno de los citados refranes aluden a cierto conocimiento personal y casi intransferible que toda persona tiene de sí misma. A este efecto es muy significativa la frase "saber uno dónde le aprieta el zapato". Igualmente es curiosa la expresión "su cuento" del primer refrán, que admite la lectura de "cada uno tiene sus fantasías propias". Comoquiera que sea ese mundillo interno es buena cosa compartirlo -en lo posible- con la persona más cercana con la que tengamos intimidad. De lo contrario, tenderemos al aislamiento, que es como decir "a encerrarnos en nosotros mismos".

 

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Cada uno juzga por su corazón el ajeno.
Refrán muy bellamente expresado, creo que por su mención del corazón. Es también una llamada a cultivar en nosotros un "buen corazón", para poder valorar adecuadamente a los demás.

 

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Cada uno habla como sabe.
Cada uno habla de la feria según le va en ella.

Son dos refranes referentes al habla de las personas. El primero nos aconseja respeto hacia la manera de hablar de los demás. Puede que alguien nos sorprenda con una manera de hablar que nos parezca rústica o descuidada; pero es posible también que esa persona no haya gozado de ocasiones o entorno que le enseñen a hablar "mejor", aunque quizá esa misma persona nos enriquezca diciéndonos preciosas verdades, o nos deleite con giros castizos o regionales.
El segundo refrán se refiere a la variedad que cada uno imprime a su mensaje hablado, según sus experiencias, la adecuación o no de lo que ha vivido con su propia manera de ser, etc. Todo ello nos puede aportar mucha humanidad si escuchamos correctamente y con atención.
En suma, opino que se pueden sacar dos conclusiones de lo dicho. La primera sería que cuidemos nuestra manera de hablar y nuestra actitud al comunicarnos. La segunda, que fomentemos siempre el clima de respeto a nuestro interlocutor, lo cual a su vez fomentará por parte de este confianza y respeto.

 

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Cada uno en su arte.
Cada uno en su elemento halla su mejor asiento.

Ambos refranes apuntan a esas cualidades y valores en que las personas suelen destacar, con enorme variedad según cada uno o cada una. "Dios reparte sus dones", suele decirse; y esos "dones" que podemos desglosar como "artes personales" son un óptimo terreno para que aprendamos a valorar las cosas buenas de los demás, y también las propias. No sólo valorarlas, sino fomentarlas y animarlas en lo posible y con discreción, conscientes como somos de que también nos gusta que los demás reconozcan nuestros puntos positivos.

 

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Cada uno arrima el ascua a su sardina.
Cada uno habla a la medida de sus narices.
Este par de refranes me recuerda otro que aprendí de pequeño y no lo encuentro en mi refranero: -Cada uno es cada uno y tiene sus "cadaunadas". Obviamente todo apunta a la subjetividad que siempre nos guía en nuestro hablar y comportarnos, cuya deriva agradable puede ser la variedad de caracteres y modos de ser; y su deriva desagradable la veo en que ahí se abre una vía al egoísmo de cada cual. En el fiel de la balanza debe reinar la libertad y el buen sentido, para aprovechar nuestra singularidad en favor de los valores humanos más auténticos, que son los que de hecho nos van a integrar en nuestro entorno.

 

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Cada palo aguante su vela.
Refrán marinero, que -como ocurre frecuentemente en la realidad- tiene dos caras: una cara de "responsabilidad personal" de cada cual respecto a su propio puesto y misión: en caso de bonanza parece no haber problema, pues el trabajo se reparte por sí solo; en caso de tempestad, cada palo del barco debe aguantar el embate que le corresponde -según la vela que porta- para el buen funcionamiento de la travesía. Su misión es no doblegarse, y mantener su vela, que en tal trance estará seguramente recogida.
La segunda cara es sangrante si se toma como un "subterfugio de lo personal" ante la desgracia de otros: "Allá los demás con su problema, yo aguanto lo mío". Las personas no somos palos fijos, a diferencia de los mástiles de un barco. Podemos movernos desde nuestra posición de seguridad y aguante hacia el socorro de otros que a nuestro alrededor necesitan una mano amiga.

 

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Cada pajarillo se hace su nidillo.

Debe de ser interesante conocer los distintos tipos de nidos de aves, y ver cómo en cada caso ese pequeño hábitat va respondiendo a las necesidades de la especie en cuestión. Sin duda el instinto conduce a cada pájaro a construir su nido con tales y tales materiales, a determinada altura, con tal orientación..., etcétera. Seguramente -sin haber estudiado- serán tan hábiles como los buenos arquitectos o aparejadores. Este refrán, aparte de hacernos apreciar la naturaleza, también es metafórico, para indicarnos que seamos generosos y comprensivos con la manera de ser y de actuar de otras personas, siempre que su actividad tenga una tendencia constructiva de la sociedad y las pequeñas comunidades.

 

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1) -Cada martes tiene su domingo.
2) -Cada semana tiene su disanto.
3) -No hay día malo sin día bueno.
4) -Cada medalla tiene dos caras.
Son cuatro refranes que apuntan a lo mismo, e incluso aportan ciertos rasgos formales comunes, como son la brevedad en la dicción -hasta el punto de ocupar casi el mismo espacio en una línea-, y el comienzo mediante "Cada" en tres de ellos. Los tres primeros, además, tratan de "los días" que vivimos.
El refrán 1) polariza la maldad en un día tradicionalmente malo, como el martes (En martes, ni te cases ni te embarques -dice otro refrán), frente al domingo, un día que se supone "bueno" -día familiar, de descanso, etc-.

En el 2) se usa una palabra antigua, "disanto", que es una síncopa de "día santo", puede tratarse del domingo, o bien además de alguna celebración entre semana (fiesta civil o religiosa, onomástica, cumpleaños, etc).

El 3) y el 4) con diversas formulaciones traen idéntico mensaje, también aplicable a 1) y 2): las alegrías y las penas se reparten; y ni debemos exaltarnos en exceso ante las primeras, ni reprimirnos ante las segundas. Siempre tenderemos en reserva una apreciable capacidad de superación, y hemos de saber usarla.

 

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Cada día sabemos más.
Este refrán tiene un antepasado latino, y varios refranes españoles que lo corroboran.
El latino reza así: DISCIPULUS EST PRIORIS POSTERIOR DIES; a saber: "El día que viene después es discípulo del que ha venido antes".
De los refranes españoles doy una selección:
-Cada día saben más los hombres.
-Cada día se ven cosas nuevas en el mundo.
-Cada día se aprende algo nuevo.
-No te acostarás sin saber una cosa más.
Mi experiencia como profesor jubilado me dice que la mejor manera de aprender es enseñar. Recuerdo que en cierta ocasión, buscando algún libro de didáctica, me encontré en cierta librería con estos dos títulos (sin relación aparente entre los libros en cuestión): "Enseñar aprendiendo", y "Aprender enseñando".
Verdaderamente lo que uno interioriza y luego se formula para poder transmitirlo a otros, es lo que mejor queda dentro. La moraleja puede ser: "Vivir lo que enseñamos".

 

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Cada cual tiene por grande su mal.
Es difícil superar la subjetividad, cuando "el mal" nos afecta al vivo. Nos creemos los más desgraciados del mundo. Pero cualesquiera que sean las circunstancias, siempre podemos desplazarnos interiormente al terreno objetivo, apreciar muchas cosas buenas de que disponemos y sentirnos agradecidos por ellas. Hay además un refrán que apoya mi razonamiento: "No hay mal que por bien no venga". Con espíritu y entereza, podemos sacar bien incluso de los males.

 

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Cada cosa en su lugar, ahorra tiempo en la buscar.
La formulación de este refrán está hecha en forma de un pareado octosilábico con rima consonante. Convertidas en verso, las palabras son más fáciles de retener en la memoria -rasgo muy importante en los refranes-; aunque en este caso se violente un poco la sintaxis en el segundo verso, lo cual da al enunciado un aire antiguo muy de apreciar.
El contenido es sumamente práctico, y formulado mediante una variante daría: "Cada cosa en su sitio, y un sitio para cada cosa". Este proceder que aquí se propone hace ahorrar tiempo y energías. Más aún: creo que puede aplicarse -en cualquiera de las dos variantes- a "cosas" no materiales también, como pueden ser la atención a las personas, el cariño, la ayuda mutua... ¿Tenemos estos valores bien colocados en nuestra mente? ¿En qué orden de preferencias? Poner esto en claro -dentro de lo posible- también puede ser un gran logro.

 

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Cada cosa ama -o apetece- su semejanteEste refrán tiene su correspondiente latino: "Similibus enim similia gaudent." A saber "Cosas semejantes se gozan con las que les son semejantes". En español tenemos: "Cada oveja con su pareja", "Dios los cría y ellos se juntan", etc.
En español antiguo encontramos: "Cada cosa se huelga con su igual", "Cada cual con su cada cual". Este último enunciado sirvió de título a una comedia de Fernández de León.
Todo apunta a la "armonía" como un desideratum necesario para que las uniones y amistades humanas sean duraderas y fructíferas.

 

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Cada coladita, una haldadita.
Variante: -Cada coladita, una rasgadita.
Se entiende mejor la variante. Quiere decir que la ropa que mucho se lava, se deteriora y acaba rasgándose. Otro refrán afín dice así:
- Camisa que mucho se lava y cuerpo que mucho se cura, poco dura.

El refrán va contra una aprensión exagerada por cuidarse uno y sus propias cosas. Si alguien es muy terco en no salir de su hogar por el mal tiempo, acabará convirtiéndose en una especie de mueble de la casa, abortando su capacidad de ejercicio y movimiento, y -contra su voluntad- arruinando su salud. Hay que saber medir las propias fuerzas y capacidades, y -consecuentemente- aprovecharlas.

 

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Cada casa tiene sus usos.
Cosa un poco rara en este refrán es que carece de rima; pero, en su brevedad, tampoco la necesita. Trata de costumbres ancestrales entrañables, como merendar a tal hora, guardar las servilletas en aros, poner fecha a los sobres que guardamos con papeles o documentos, no salir en invierno sin bufanda, calzar zapatillas estando en casa, celebrar los días de santo además de los de cumpleaños... Cosas que hemos visto en nuestros padres o abuelos, y que ocasionalmente van pasando a nuestros hijos o nietos... Cada casa tiene sus usos.

 

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Cada casa es un mundo, y cada persona un pueblo.

Sobre este refrán me llaman la atención dos puntos:
El primero, la integración que muestra entre la persona y su casa, que es como decir su familia. Verdaderamente "los nuestros" condicionan mucho nuestra manera de ser, y debemos procurar que esto sea recíproco y siempre para bien.
El segundo punto me recuerda lo que me dijo un amigo estadounidense a propósito de los viajes, y la amplitud mental que suele acompañarlos: "El mundo es nuestra casa, y si nos quedamos siempre donde hemos nacido, no pasamos de conocer un rincón de esa casa".

 

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Cada bocado de dulzura te ha de costar una picadura.

Un apicultor puede disfrutar de la miel que cosecha de las colmenas, e incluso hacer una profesión de su oficio. Sin duda en su experiencia habrá más de una picadura de abejas, hasta dominar la técnica y el arte que ejerce. El refrán toma pie de la idea de la miel -sin nombrarla expresamente; más bien sugiriéndola- para hacernos ver que cualquier cosa que sanamente nos guste lleva incluida su porción de sacrificio. Ejemplos sublimes y bien conocidos pueden ser la crianza de los hijos, las relaciones familiares, las buenas amistades, etc.

 

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Cada animal se agrada de su igual.

El refranero añade como una glosa: "se huelga con su igual". Es una antigua doctrina, vigente para todos los tiempos, que ya encontramos en el "Eclesiástico" o "Ben Sira": Omne animal diligit simile sibi -Todo ser viviente ama a su semejante-. O bien, como traduce la Nueva Biblia Española: "Todo viviente ama a los de su especie; lo mismo el hombre, a los que se le asemejan" (Eclesiástico, 13, 15). Cuando Jesús de Nazaret nos enseñó a amar a los enemigos, nos decía algo que ya el pueblo judío debía saber. Y seguramente es la verdad más distintiva del mensaje de Jesús, con esas antiguas raíces mencionadas. Salvo en un caso extremo, de tener que matar por autodefensa de la propia vida, no es humano ni cristiano alegrarse por la muerte de alguien.

 

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Cada altar tiene su cruz.
Los altares de las iglesias y capillas donde hay culto, suelen tener en el centro una cruz presidiendo, para poder celebrar la eucaristía, según el precepto "Prope altare habeatur crux" o "Haya una cruz cercana al altar". A pesar de esta formulación, el refrán es para todos, no solo para los creyentes, y podríamos reformularlo así: "Incluso las realidades más sublimes para ti, llevan consigo un cierto esfuerzo o sacrificio de tu parte." Dicho aún más breve: "Hay que trabajar el amor.

 

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Cabra coja, nunca sana.
Cabras, viñas y huerta, su amo a la puerta.
Las cabras son una riqueza para el ganadero. Son más fáciles de alimentar que las vacas, e igual que estas, dan leche, la cual puede venderse o usarse para hacer ricos quesos. Es importante, con todo, que la cabra esté bien sana, pues si por ejemplo está coja será más difícil procurar que encuentre su alimento correteando por el campo, o bien llevarla de casa en casa para ir ofreciendo la leche que se obtiene ordeñándola ante el cliente. Conviene, en suma, que el dueño cuide bien a sus cabras. Tal vez todo esto nos suene antiguo , pero es entrañable y mantiene su mensaje.
Si ese dueño es también agricultor e incluso viñador en sus campos, resulta obvio que debe guardar su propiedad, vigilando su puerta y otros accesos frente a posibles ladrones. De un modo conjunto, diremos que el segundo de los dos refranes citados coincide en su moraleja con otro bien conocido: "Quien tiene tienda, que la atienda".

 

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Cabeza sin lengua no vale una mierda.
El refranero, a base de ser popular, a veces se pone incluso malhablado, como en este caso. Puede parecer paradójico, pero es cierto, que tras esa palabra malsonante el mismo refranero aporte un solemne latinajo: "Homo mutus est simulacrum".
Convendría aclarar que la palabra "homo" en latín quiere decir 'persona humana'; y no específicamente 'varón' como opuesto a 'mujer', concepto este para el que se usaría en latín otra palabra: "vir". En suma, que 'Una persona muda es como una estatua'. De nuevo habría que aclarar que el adjetivo "mutus" 'mudo' no se refiere aquí a una incapacidad congénita del habla, o bien adquirida por enfermedad, sino a quien se hace el mudo o la muda no queriendo hablar. La verdad es que nos resulta un poco seca la persona que nunca saluda, apenas contesta, se retrae de hablar en las reuniones, etc. La moraleja puede ser que disfrutemos de nuestra capacidad de comunicarnos con otras personas y crear lazos de confianza con nuestro entorno, sirviéndonos oportunamente del lenguaje. Así, lejos de ser "estatuas", nos convertiremos en personas tratables.

 

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Cabeza mayor, quita menor.
Tal vez por la oscuridad de estas palabras, el refranero añade: "O sea que 'Donde hay patrón no manda marinero'."
Parece que ya lo entendemos mejor, y nos parece bastante normal, aunque no suene muy democrático. Sin embargo es la base de que, tanto en democracia como fuera de ella, las cosas funcionen bien. Habría que hacer -con todo- una salvedad: si lo que era democracia degenera en tiranía (de una "cabeza" o de varias que se autoconsideran privilegiadas), eso no creo que lo desee a priori ninguna comunidad humana; y si alguna lo padece, intentará de algún modo sacudirse la tiranía. Digamos que, aunque "el patrón" del barco debe ser obedecido, él mismo debe contar con "los marineros" para trazar el rumbo.

 

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Cabeza calva, peinada antes del alba.
No es frecuente que gusten las cabezas calvas, salvo honrosas excepciones (como Yul Brinner, etc). Recuerdo un amigo de mi infancia, cuando -al hablar con él ya siendo mayores- le dije: Yo ya tengo el pelo blanco. Él me respondió enseguida: ¡Ya quisiera yo tenerlo blanco!. En realidad lucía una hermosa cabeza como una bola de billar. Como según otro refrán "No hay mal que por bien no venga" -suponiendo que lo dicho sea "un mal", y no una contingencia de la vida-, el calvo se ahorra el champú capilar y el tener que peinarse por la mañana. Hay también ciertas connotaciones de "claridad mental" en la calvicie, pues a quien se encamina hacia ella se le dice a veces: "Se te van a ver las ideas". La calvicie es más frecuente en el hombre que en la mujer; por ello todo lo dicho apunta en esa dirección del género masculino.

 

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Caballo tordo y cama en el rincón, y vengan revistas de inspección.
Pocas veces el refranero que manejo explica los refranes, y con menos frecuencia aún se extiende tanto en aclaraciones como en este caso. Cito sus palabras:
"Refrán con que los soldados suelen denotar que siendo tordo su caballo, pelo que disimula más que otros la falta de limpieza, y teniendo la cama en el sitio más obscuro (sic), no se echará de ver que sean descuidados."
Obviamente, el refrán se proclama contra el descuido en la limpieza, y la falsedad consiguiente para disimular dicho descuido. La limpieza tiene una vertiente sanitaria, que es la higiene, para uno mismo y para los demás. El disimulo para eludir responsabilidades, aunque aquí se enuncie como una simple travesura de muchachos, repercute en que el propio carácter se va falseando, hasta que -posiblemente- se esfuma esa nobleza personal que nos gustaría tener.

 

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Caballo corredor no ha menester espuela.
El segundo sentido que subyace a todo refrán parece que nos brinda dos enseñanzas: la primera, que más que valernos del castigo o la amenaza del mismo (la espuela) sepamos fomentar que nuestros colaboradores -tal vez también nuestros hijos o familiares-encuentren gusto en lo que hacen para ayudarnos, que es el mejor estímulo; en segundo lugar, si podemos elegir trabajo o tarea para realizar, en lo posible lo hagamos de acuerdo con nuestros gustos o aficiones, para que así podamos trabajar más "vocacionalmente" -por así decir- y menos por las consecuencias negativas de dejar nuestro trabajo inconcluso o hecho a la ligera. Pues se supone que un caballo "corredor" corre más a sus anchas que el que no lo es.

 

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Caballo corredor, hombre reñidor, vaso de vidrio y tinaja de buen vino, la vida tienen en peligro.
Refrán que reúne realidades interesantes, con la ayuda -como suele ocurrir en los refranes- de la rima asonante: VIDRIO, VINO, PELIGRO. Si no fuera por el adjetivo "reñidor", aplicado al hombre, todo sería positivo; pero sucede que precisamente es el ser humano el que puede caer en culpa propia, desoyendo la voz de su conciencia. En cualquier caso, el HOMBRE REÑIDOR también muestra algo positivo, pues si tiene energía para reñir, también -deducimos- tendrá buena salud. Tomando pues todo lo positivo, tenemos ahí un ramillete de pujantes realidades que -sin embargo- comparten también algo negativo en común: su caducidad. Pues, si no se cuidan, la salud se quiebra, el vaso también se quiebra por un mal golpe, y el vino puede agriarse en su mismo tonel. El refrán es ahora esa voz interior -tipo "Pepito grillo", digamos para desdramatizar- que nos avisa del cuidado que debemos poner en mantener tantas cosas buenas que raramente apreciamos.

 

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Busca tu igual en linaje, y déjate de vanidades.
El refranero, que no suele añadir explicaciones, en este caso añade:
Alude al casar, porque "Casar y compadrar, cada igual con su igual".
Por lo de "compadrar" parece dar a entender que este refrán se hizo para los tiempos en que las bodas las decidían los padres y las familias, por encima a veces de la opinión de los contrayentes; y se trataba de ampliar la familia mediante la integración de familias conocidas. No obstante, no es mal consejo para las parejas que se van a casar. Nunca estará mal dejarse de vanidades, ser realistas y considerar que el ideal debe estar en la afinidad y la cercanía de circunstancias y modos de ser, y no en quimeras ni en sueños de una noche.

 

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Buscar pescada gorda y que pese poco es de hombre loco.
El pescado se vende al peso; y así sería ideal un pescado grande, aunque liviano y muy gustoso, por supuesto. Su escaso peso rebajaría el precio. Es, dicho de otro modo, buscar el "chollo" economizando y disfrutando; cosa que, por cierto, no suele salir bien, pues como ya advierte otro refrán o dicho popular: "lo barato es caro", ya que lo barato presenta mucha pegas una vez hecha la compra.

 

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Burlas de manos, burlas de villanos.
Cae de su peso que a nuestro interlocutor siempre debemos tratarlo con una cortesía elemental, que se tornará en confianza cuando la ocasión lo pida. De ahí se desprende que mantener un contacto gestual-visual con alguien que esté situado detrás de nuestro interlocutor, captando sus señas, seria un proceder muy innoble hacia la persona que nos habla. Equivaldría a desvirtuar nuestras palabras y a degradar a nuestro interlocutor. La antigua frase "decir sí o no, como Cristo nos enseña", debe tener cabida en tales ocasiones. Ante todo, respeto a las personas y verdad en las palabras. Desterremos de nuestro trato normal cualquier asomo de vileza o burla para con nuestros semejantes.

 

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Busca, y hallarás; guarda, y tendrás.
Este refrán, en su primera parte al menos, es una lección de ánimo para espíritus inquietos en la búsqueda de cosas nuevas: nuevas manifestaciones de arte, ideas poéticas con arraigo en lo cotidiano, logros humanos que mejoren nuestra vida, etc. En la segunda parte del mismo hay un consejo que se debe tomar con cierto discernimiento, pues ya sabemos que también hay que gastar y consumir -dentro de ciertos límites prudentes- para que la rueda del progreso siga su marcha adelante. Pero apliquemos el refrán a ese libro que nos dio buenos consejos inolvidables, esa carta de alguien que nos infundió valor en momentos difíciles, ese recuerdo de alguien -tal vez ya desaparecido- que tanto nos confortó en su momento, esa foto que nos elevó el espíritu... Puede existir también esta parcela de cosas entrañables cuyo recuerdo sea de veras vivificante.

 

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Buey amarillento, poco andar y mucho pienso.
Buey cansado, más fuerte pìsa.
Bueyes, ovejas, gallinas y abejas.
Tres refranes relativos al buey, del que también hay cosas buenas podemos aprender. Empezando por la tradición de "la mula y el buey" en el portal de Belén, donde ambos animales calentaron con su aliento al recién nacido Hijo de Dios, el buey siempre ha sido un fiel ayudador en las tareas del campo y transportes consiguientes -ahora realizada sobre todo por tractores y camiones-, como así lo muestra el último de los tres refranes, junto con ovejas, gallinas y abejas. Los dos primeros refranes más bien se refieren a aceptar las limitaciones de la edad, aun reconociendo el valor de la experiencia y la energía acumuladas a lo largo de la vida. Lo de "más fuerte pisa" es toda una lección de superación para quien se sienta abrumado por los años.

 

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Burla burlando verdades soltando.
Una fina ironía y buenas maneras son los mejores aliados para poder hablar sin guardarnos nada, siempre que -por supuesto- seamos respetuosos con las personas concernidas, y las presentes.
Las dos primaras palabras del refrán pueden remitirse al famosísimo "Soneto del soneto" del genial Lope de Vega, donde tras el verso "catorce versos dicen que es soneto", añade: "burla burlando ya van los tres delante" (refiriéndose a los tres versos anteriores, que encabezan el soneto).
El contenido global del refrán nos recuerda un verso del magnífico poeta latino Horacio en sus Sátiras: "Ridentem dicere verum quid vetat?" '¿Qué puede oponerse a que alguien, sonriendo, diga la verdad?'
La verdad es más persuasiva cuando quien la enuncia sabe estar en su lugar.

 

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Buen seso en prosperidad y buen amigo en adversidad son mirlos blancos.
Sobre el eje -tan humano y tan antagónico, al mismo tiempo- de prosperidad / adversidad rota el contenido de este refrán. Es importante en los momentos buenos no perder la cabeza y no pecar de confiados, pues siempre conviene mantenerse uno alerta ante el futuro. En los momentos malos diremos "¡bendita amistad!" si podemos contar con los amigos de siempre. Todo ello necesita un cultivo, al que debemos dedicarnos sin prisa y sin pausa desde ya.

 

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Buen saber vale más que buen nacer.
Tal vez este refrán adolezca de ese resabio antiguo, según el cual "el buen nacer" es nacer en una casa y familia noble, que pueda brindar mejores oportunidades de formación a quien nace. Incluso en esa mentalidad, alguien de extracción más humilde puede aprender bien un oficio, y -consecuentemente- ejerciéndolo puede llegar a ser más competente que quien cursó una carrera universitaria. En términos generales, podemos decir que el nacer en tal o cual entorno no depende del que nace; pero sí depende de la persona que esté en edad de aprender el aprovechar o no los medios de que disponga, y administrar bien sus oportunidades. Qué duda cabe de que un carpintero responsable y bien formado, por ejemplo, puede desarrollar un trabajo y un servicio a la sociedad mejor que un mediocre ingeniero. Lo importante es hacer bien lo que nos es dado hacer, procurando siempre mejorar. Es triste que la desidia de muchos haya dado lugar a este otro refrán: "Aprendiz de mucho, maestro de nada".

 

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Buen saber es callar, hasta que sea tiempo de hablar.
"Omnia tempus habent": "Todas las cosas tienen su tiempo", reza el adagio latino, con hondas raíces en la Biblia y en el saber popular. Gozamos los humanos de dos orejas y una boca, como sugerencia de que debemos oír el doble aproximadamente de lo que hablamos. Oír siempre es posible; hablar requiere la ocasión oportuna, y buscar el tono adecuado a las circunstancias. En antiguas colecciones de refranes, según Rodríguez Marín, se encuentra este: "Al buen callar llaman santo", y así lo recoge dicho erudito. Con el tiempo de ahí se formaría otro dicho: "Al buen callar llaman Sancho", aludiendo a Sancho Panza, que solía meter la pata, y quedaba mejor estando calladito. No obstante, hablar uno -o una- a su tiempo también es un buen saber.

 

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Bueno es ser bueno, pero es mejor serlo y parecerlo.
El refrán juega con la amplia semántica del adjetivo "bueno", en sus acepciones respectivas de 'apreciable, conveniente, loable' en la entrada del refrán (Es bueno...), y en su acepción moral de 'honrado, decente' en el texto que sigue (...ser bueno), como si dijéramos: "es loable ser honrado" -salvando los matices diferenciales, claro está-. Lo que en el refrán aparece tras la coma es asimismo de gran interés: hay algo mejor que la bondad personal: que las apariencias no la contradigan. A saber: evitar en lo posible dar pábulo a malas interpretaciones o a habladurías sobre la conducta de uno / una. En suma: que cada cual mire por sus acciones para que sean rectas, y se cuide de no dar pie a que alguien, basándose en meras apariencias ,se escandalice o murmure sin fundamento.
Otro refrán vecino en el refranero reza así "Bueno es ser conde, aunque no se sepa de dónde". Juega con la rima consonante -conde, dónde- para darnos una expresión con cierto gracejo. Opino que puede interpretarse así: "Buena cosa es tener cierta habilidad en algo, sin que importe en qué". Esta segunda parte que viene tras la coma, resulta ser un buen añadido: sería triste que todos destacáramos en lo mismo. Mediante la distribución de habilidades hay variedad y salimos ganando todos.

 

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Bueno es que vivamos todos; que de todos es la tierra.
Es una llamada a la fraternidad universal, dejando de lado muchas diferencias que nos separan a los humanos. Se trata de que en lo posible promovamos una vida digna para todos en nuestro entorno, y dados los medios con que contamos. El hecho desgraciado de que exista la violencia y el ansia de dominio a través de ella, nos llevará también a defendernos en ocasiones; pero no debe menguar nuestro espíritu de considerar al prójimo como un ser humano siempre. Hay otro dicho que reza así: "Buenos y malos, todos son ciudadanos."

 

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Buen porte y buenos modales, abren puertas principales.
Es para mí un refrán entrañable, pues nos lo decía mi madre q.e.p.d. a mí y a mis hermanos cuando éramos niños, e igualmente lo aprendíamos en el Colegio. Es la idea de no ir avasallando allá donde nos presentemos, sino mostrarnos con buenas formas y delicadeza en los ademanes; y esto, de modo espontáneo, y no como un disfraz teatral. Hay otros refranes que apoyan la misma idea, como "Lo cortés no quita a lo valiente", muy apropiado para quien pretende llegar a los sitios chuleando y a codazos; y también "No solo hay que ser ser bueno, sino parecerlo", que quiere decir: cuidar también las apariencias al exterior, para que no desdigan de un fondo bueno de por sí". Sabiduría de siglos, condensada en un ramillete de palabras.

 

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Bueno es tener amigos, aunque sea en el infierno.
Obviamente, la mención del infierno en dicho refrán no pasa de ser una hipérbole o exageración retórica, destinada a captar la atención. Quiere decir que la amistad es una gran cosa y un bien muy deseable, aunque no siempre los amigos concuerden enteramente con nuestras ideas o con nuestra forma de vida. Ciertamente el refrán puede tener un punto picaresco de interés propio desde el punto de vista del que lo enuncia, pues se presta a transmitir la idea de que mediante esa pluralidad de amistades tendremos fácil acceso a chanchullos, entrada a zonas reservadas de espectáculos o de actos selectos, rebajas o descuentos imposibles para otros...
Con esta salvedad recién expuesta, un tanto peligrosa pues tiende a favorecer el egoísmo -y todo pasa factura-, tomemos el refrán en su aspecto positivo, y mantengámonos abiertos a toda amistad sincera y desinteresada.

 

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Bueno y breve, bueno dos veces.
En su misma expresión casi telegráfica, este refrán nos aconseja la brevedad como norma, siempre que vaya acompañada de la efectividad, o mejor dicho: para favorecer la misma efectividad. Las explicaciones prolijas suelen confundir; las breves tienden a aprovechar los recursos de la expresividad. En literatura, esta norma puede explicarnos el éxito de los ahora llamados "microrrelatos", o de las "soleares", o del "haiku" al estilo japonés. En retórica, un buen refrán puede ser más operativo que un sermón o un discurso. No en vano el célebre jesuita aragonés Baltasar Gracián (1601-1658) ya nos aconsejaba así: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno".

 

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Bueno es el amigo para callar.
Bueno es el fiel para callar, pero mejor no dárselo a guardar.
Estos refranes, muy próximos entre ellos en el refranero y en su semántica, se refieren al tema de guardar secretos, tema tan viejo como el mundo. Alguien escucha algo de labios de un amigo o amiga: alguien merecedor de toda confianza. Con el secreto va la recomendación "pero no se lo digas a nadie, a nadie, a nadie". "Descuida", dice el amigo en cuestión -podríamos decir "el supuesto amigo fiel" (uniendo ambos refranes citados)- . Tal "amigo fiel", al verse ante otra persona íntima suya, le transmite dicho secreto y dicha recomendación. Es así como el secreto se divulga y llega a ser de dominio común. Es asimismo muy conocido otro refrán que abunda en el mismo sentido: "Secreto seguro es el que no le has dicho a ninguno".

 

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 Bueno, bueno, sólo Dios del cielo.
Aunque los refranes van dirigidos a todo el mundo, no podemos ignorar la gran cantidad de proverbios existentes en nuestro refranero con contenido o expresiones religiosas. El presente refrán es heredero de una frase del evangelio de San Lucas (18, 19) que dice:"Nadie es bueno más que uno, Dios". Es la respuesta humilde de Jesús a un magistrado que lo había llamado "Maestro bueno". Se suele aplicar tal refrán a la situación en que alguien alaba superlativamente -y tal vez exageradamente- la bondad de algún otro u otra. Tiene una variante más breve para idéntica situación: "Bueno, es Dios". Y el refranero aclara: "Replicando al que califica de bueno al que o a la que no lo es".

 

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Buen mercado, con el necesitado.
El refrán suena muy despiadado, pues alude irónicamente a especular con la necesidad de nuestro semejante para sacar de ella una ventaja económica. Un caso típico puede ser el de los revendedores de entradas para competiciones deportivas famosas, los cuales se aprovechan de la "necesidad" de comprarlas que tiene aquel aficionado descuidado que nos las adquirió en su momento, y a veces encarecen su "mercancía" desmesuradamente. Otro caso puede ser el de un mecánico que cobra más de lo justo por su trabajo, al ver la necesidad que tiene la familia en cuestión por arreglar pronto la avería. Tomándolo en este sentido, el refrán ironiza sobre una conducta que tiene bastante de inhumana, y por ello el refranero añade una apostilla: "Es, en efecto, buen mercado, pero mala conciencia."
Creo, sin embargo, que el refrán admite alguna lectura positiva. Si interpretamos "buen mercado" como "ventajoso y asequible para el cliente", qué duda cabe de que las familias necesitadas agradecen la existencia de dicho tipo de mercados, orientados a aliviar sus necesidades de compra. Otro sentido positivo entra en la esfera de lo religioso: las buenas acciones suponen un mérito para quien las hace; y así, poner un buen mercado a disposición de los bolsillos menos pudientes, es algo ennoblecedor que -espiritualmente al menos- no quedará sin recompensa.

 

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Buen hombre, pero mal sastre.
No se sabe de quién se dijo tal cosa en su origen, como fundamento histórico del refrán. Tal vez no se dijo de nadie en concreto, sino tratando de enfatizar dos dimensiones importantes de la persona: la moral -bondad o maldad- y la profesional -competencia o incompetencia en el trabajo-. Podemos plantearnos cuál de ambas dimensiones es más importante, y a este respecto parece obvio que una buena persona tiene mucho ganado para llegar a ser un buen profesional, supuesta cierta predisposición, condiciones favorables, y cualidades humanas para el trabajo que sea; mientras que, al contrario, no se puede asegurar nada: alguien puede incluso brillar en su profesión, aun siendo de un nivel ético deplorable. Por último, subrayemos que el trabajo de cada uno debemos enfocarlo también a hacernos crecer como personas, superando nuestro connatural egoísmo y afianzando la solidaridad con los demás. Tanto la moral propia como el trabajo bien hecho pueden aportar mucho al valor de la persona como tal.
 

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Buen corazón vence mala andanza.
Con una formulación breve y un elegante sabor antiguo, este refrán nos presenta delicadamente la dicotomía "bueno / malo", adjetivos atribuidos respectivamente a "corazón" y "andanza". Decía Jesús de Nazaret que "del corazón salen los malos pensamientos", y por ello es nuestra misión educar nuestro propio corazón para fomentar en él pensamientos positivos. Cualquier idea negativa puede tener su contrapartida positiva, y lo que se requiere es buscarla. Como reza el dicho siguiente, "Puedes quejarte porque las rosas tienen espinas, o puedes alegrarte porque las espinas tienen rosas". Procuremos encontrar siempre cuál puede ser nuestra aportación para superar las situaciones adversas o nuestras propias limitaciones, y seguramente se nos abrirá un camino.

 

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Buen compañero hace el camino ligero.
En este refrán, la forma masculina de la frase "buen compañero" se vale obviamente del valor genérico e inclusivo del masculino gramatical, que abarca también el femenino. Igualmente, en el comentario y citas que haré se emplea dicho valor genérico, pudiendo aplicarse igual a varones que a mujeres.
Dicho esto, se me evoca otro refrán "Con pan y vino bien se anda el camino", que alude a las condiciones de alimentación necesarias para largas caminatas. Pero si hablamos de "buen compañero" entramos en otra esfera más humana, y es como decir "alguien con quien se puede hacer amistad", y esto es magnífico para poder compartir impresiones, descansar psicológicamente en medio del esfuerzo físico, desterrar la impresión de desamparo que conlleva la soledad, etc. Asimismo citaré un proverbio africano, que "Meditáldia" ofrecía el viernes pasado a nuestra consideración, y aquí viene como anillo al dedo: "Un amigo es como una fuente de agua dentro de un viaje largo".

 

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Buenas palabras y ruines hechos engañan a sabios y necios.
Tal como rezaba un refrán ya comentado, "Buenas palabras, las peñas quebrantan". Efectivamente, las palabras bien dichas y con un tono amable son una carta a favor de mover nuestra buena fe hacia la persona que nos habla, y pueden conquistar nuestra confianza. Pero el presente refrán nos advierte de que debe haber un refrendo en los hechos de ese supuesto amable hablante, y consiste en cotejar las palabras con la conducta de dicha persona, especialmente en lo referente a credibilidad hacia su mensaje. Así por ejemplo, mal nos va a convencer sobre la inocuidad del tabaco un fumador empedernido que no hace más que toser y respira dificultosamente..., por muy delicadas palabras que nos dirija. Obviamente, este ejemplo tiene muchas aplicaciones que brotan por sí solas.

 

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Buenas palabras, las peñas quebrantan.
Para conseguir algo, juega un papel muy a favor la forma de pedirlo a quien nos lo puede dar: presentarse uno sin avasallar ni mucho menos amenazar, plantear el problema humanamente y con palabras adecuadas, hacer ver las ventajas de resolver el asunto con justicia y amistosamente...
Por asociación de ideas, se me viene a la mente una ocasión en que tuve que redactar una solicitud -creo recordar que era referente a la vivienda familiar- en favor de una empleada de hogar que trabajaba en casa de mi suegra. Cuando le leí mi redacción me dijo algo que me hizo reír y respirar hondo, de satisfacción, pues la interesada me dijo: "Con esa carta, si no me hacen caso es que no tienen sangre en el corazón". También creo recordar que le fue bien en el asunto.

 

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Buenas razones cautivan los corazones.
Es una versión -rimada y de suave cadencia- de un dicho latino: "Verbum dulce multiplicat amicos" 'La palabra dulce nos multiplica los amigos.' Es toda una lección para ciertos periodos en que los partidos políticos -supuestamente democráticos- cultivan los gritos y la descalificación del contrario, pretendiendo así ganarse a la gente. Puede que el Refranero nos eche aquí una mano para que empecemos a conversar humanamente, y apreciando lo que los demás nos pueden aportar.

 

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Borregos al amanecer, agua al anochecer. (Recogido en Guadalcanal, prov. de Sevilla)
Borregos al mediodía, carneros al otro día. ( " Badajoz)
Borreguitos en el cielo, charquitos en el suelo.
Borreguitos tiene el cielo; o son de agua, o son de viento.

He aquí algunos de los muchos refranes que hay sobre predicciones populares del clima, hechos con cierto arte en el manejo del lenguaje, e incluso de la poética: número de sílabas, rima, expresión condensada y elocuente,metáforas, etc.
El tema de avanzar el tiempo que hará por señales naturales, es muy antiguo. Ya en el evangelio de Lucas decía Jesús de Nazaret a sus contemporáneos:
Cuando veis levantarse una nube por el poniente, al punto decís: "Viene aguacero", y así sucede; y cuando sopla el viento del sur, decís: "Habrá bochorno", y se cumple. Sabéis reconocer el semblante de la tierra y el cielo. (Lc, 12, 54-56)

 

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Buena mesa, mal testamento.
Se me ocurren dos vías de posible comentario para este refrán.
La primera es que poner el énfasis en la "buena mesa", bien abastecida de rica comida, como vía a la felicidad, no es dar un buen ejemplo a las generaciones siguientes de hijos, nietos... Pues sería más aconsejable dar prioridad a otros valores.
La segunda consiste en que la mención del "testamento" evoca por asociación de ideas el recuerdo de la muerte. Aquí viene a colación otro refrán: "De grandes cenas están las sepulturas llenas". Darse un buen atracón puede ser tan deseable como insano.

 

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Buena es el escritura , porque siempre conserva su figura.
Entiendo que este refrán se refiere a no establecer contratos orales (o "de palabra"), sin que tengan el respaldo de la escritura. Por ejemplo, si se le compra un cuadro a un amigo artista, con la típica rebaja esperada por la amistad. Si no se escribe el acuerdo, al menos para que sirva de recordatorio "entre nosotros", pueden venir luego esos desagradables "me dijiste..." o "no fue así, te dije que...". Y en el tira y afloja podemos quedarnos sin amigo, simplemente por no haber tomado nota escrita del acuerdo.
En un sentido más amplio, comentaremos que la escritura es siempre un testigo fidedigno, y una gran ayuda para la memoria.

 

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Buena cara dice buen alma.
Este refrán me recuerda algo que oí hace tiempo, a saber: que a partir de cierta edad (unos cuarenta años), cada persona es responsable de su cara. Un rostro habitualmente avinagrado nos retrae, y un rostro sonriente nos da confianza. "La cara es el espejo del alma", reza otro refrán. Es bueno procurar que nuestra cara refleje un alma serena y en paz, y que esto sea espontáneo, y no un continuo fingimiento. Démosnos lo mejor a nosotros mismos y a cuantos nos rodean, cuidando nuestra sonrisa, nuestras palabras y nuestros gestos.

 

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Buen abogado, mal vecino.
Como ilustración de este refrán se cuenta que el perro de cierto abogado se metió en la cocina de un vecino suyo, y allí destrozó una vajilla nueva. Dicho vecino, en lugar de reclamar enseguida el daño al abogado, le hizo una consulta profesional sobre la conveniencia y forma de hacer una reclamación "al dueño del perro". El abogado lo atendió, y acto seguido el vecino le dijo: "Pues el causante ha sido el perro de usted, por lo que ahora le haré la reclamación que me indica". El abogado le contestó: "Y yo le pasaré la minuta de la consulta profesional que me ha hecho." El vecino desistió de reclamar, no fuera a ser que -según un dicho popular- le "costara el salmorejo más que el conejo".

 

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Bondad, verdad y belleza, todo es cortado de una pieza.
Este sencillo refrán nos hace caer en la cuenta de que las cualidades morales de alguien no se dan solas: hay una belleza radical en la bondad de mucha gente, y suele deberse a que esas personas caminan por la vida en verdad, sin aparentar y sin hacer teatros. Dicho de otro modo: un corazón sincero es también muy verdadero y bueno; y su belleza atrae a las demás personas de su entorno.

 

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Barriga llena no cree en hambre ajena.
Es cierto que procuramos conseguir un buen nivel de vida para nosotros mismos y para los nuestros, o por lo menos -según las circunstancias- un nivel aceptable; y todo ello está muy bien, y es un empeño de lo más noble. Pero cuando entramos en la zona de "colmar nuestros caprichos", tendemos a olvidarnos de las necesidades de mucha gente que nos rodea. Por ejemplo, no está de más una cena "gourmet" de vez en cuando..., pero lo malo es instalarnos en "lo gourmet", pues acto seguido tendemos a olvidarnos de que en nuestro mismo barrio o distrito seguramente hay gente que carece de lo más elemental para alimentarse. No es buena táctica ensordecer la conciencia llenando la barriga, y ahí viene el refrán para advertírnoslo. Si aún necesitamos un estímulo más, recurriremos a otro refrán, aun a riesgo de ponernos escatológicos y macabros: "De buenas cenas están las sepulturas llenas".

 

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Botija nueva hace el agua fresca
Cuando tener una nevera -como se llamaba entonces al frigorífico- era un lujo, tener un buen botijo estaba al alcance de casi todo el mundo. Tenía muchos nombres: botijo, botija, búcaro, pipo... Lo importante era que enfriara el agua, lo cual se producía mediante la exudación de una mínima parte del agua contenida, que salía por los poros del cacharro y, al evaporarse, enfriaba todo el botijo y el agua de dentro. Mientras más nuevo era el cacharro, mejor exudaba y enfriaba.
Recuerdo otro refrán hermano, que reza así: "El primer día, todas las escobas barren".

 

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Brisa loca, vendaval en popa.
Refrán marinero, que pasa velozmente de la brisa al vendaval. Entiendo que pretende avisarnos de las posibles consecuencias que nos vengan sugeridas por pequeños síntomas, que en su auge pueden ir a más. "De aquellos polvos vienen estos lodos", avisa otro refrán que converge con este en el sentido.

 

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Olla que no has de comer, déjala cocer.
Refrán que nos recomienda no inmiscuirnos en asuntos que no nos conciernen, o como se dice vulgarmente "no meternos en camisa de once varas". Tiene otras formulaciones que apuntan a lo mismo, como la más conocida: "Agua que no has de beber, déjala correr" -de la que recuerdo una versión musicada y cantable-. En Galicia dicen así: "Trigo que no has de colleitar, deija de o visitar", que es un consejo incluso moral, como si dijéramos: si sigues "visitando" ese trigo ajeno, en la mies o en la era, te entrarán ganas de robarlo; evita, pues, las ocasiones. Las aplicaciones a otros campos éticos son obvias.

 

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Borrón de escribano no es sin malicia.
Este refrán parece contradecir al dicho: "el mejor escribano hace un borrón", se entiende que por descuido. Somos humanos, y es imposible predecir con exactitud que la tinta no saldrá en exceso de la pluma (o, menos probable: del bolígrafo) en el momento menos esperado y menos deseado. El refrán que comentamos insiste en la voluntariedad maliciosa de un borrón hecho por un escribano. Es cierto que un borrón en esas circunstancias puede disimular cierta información, o tratar de velar algún error de ortografía, etc. Pero, por lo general, prefiero decantarme por el dicho que cito al principio de mi comentario, más bien que por el refrán. No en vano hay un refrán que dice "Piensa mal, y acertarás", y otro que le contradice: "Piensa bien, aunque no aciertes". ¿Quién no preferirá el segundo refrán de estos dos últimos sobre el primero?

 

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Barca vieja no aguanta vela nueva.
Refrán marinero, que pretende sacar una reflexión sobre las tareas del oficio para aplicarla a la vida en general. Una vela nueva tiene mucha resistencia montada en un velero: sus lonas, recientes, aguantan fuertes vientos y permiten buena velocidad de navegación. Para ello se requiere también una barca fuerte y puesta a punto: nueva, o mantenida como nueva. Una barca vieja o envejecida no resistirá los embates del viento sobre la vela nueva. La aplicación a la vida es bastante obvia: con el paso de los años se va limitando la posibilidad de practicar ciertos deportes o de conseguir ciertas marcas; mientras, posiblemente, otras capacidades que dependen más de la experiencia y de la creación de hábitos, se irán afianzando. Las distintas capacidades humanas tienen su ámbito de adaptación a medida que la edad avanza.

 

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Boñigas hacen espigas.
Este refrán, como ocurre con la poesía, exagera para hacerse más significativo. La palabra "boñigas" se refiere al estiércol de los animales, algo maloliente y sucio. Como es obvio, de ahí no nacen las espigas de trigo o de avena, sino de las correspondientes semillas de dichos cereales. Pero el estiércol, como abono, puede fertilizar la tierra donde van a formarse y crecer las espigas; y en este sentido, colabora al crecimiento de las mismas. La moraleja parece ser que de las circunstancias o realidades aparentemente más despreciables pueden derivarse buenas consecuencias. Las aplicaciones son múltiples, en el terreno moral, artístico, psicológico, etc. "No hay mal que por bien no venga", como reza otro refrán. Ambos refranes pueden ser válidos para fortalecer la visión positiva de las cosas.

 

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-Bondad merma autoridad.
-A mòita bondá destrói a autoridá. (La mucha bondad destruye la autoridad): Refrán gallego.

Si lo así enunciado fuera un hecho inamovible, la conclusión sería desesperante, pues a todos nos gusta que nos concedan la autoridad que nos corresponda, y al mismo tiempo comportarnos como buenas personas y que se nos considere así. Creo que la solución nos la pueden dar muchos buenos padres y abuelos en los que podemos pensar, que saben mantener la autoridad debida con sus hijos o nietos, sin por ello ser considerados tiranos o anticuados por esa plana menor tan querida. Creo que especialmente muchas madres y abuelas -por lo general, más pacientes que los hombres- nos pueden enseñar bastante al respecto.

 

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Boca que come hiel, no escupe miel.
Este refrán, desde el punto de vista de su forma, es un prodigio de expresividad: dos versos, respectivamente de 7 y 5 sílabas -metros que casan muy bien-, y con rima consonante. Dicha rima refuerza las dos palabras claves, que están en radical antítesis: hiel / miel, como fuerte contraposición de "lo amargo / lo dulce".
Su contenido es muy obvio, y muy afín a la idea de que "lo que se ha mamado" condiciona mucho la vida futura del bebé, ya sea para bien o para mal. Y luego nuestras lecturas, nuestras aficiones, nuestro círculo de amistades..., van fraguando nuestra personalidad. "No se cosechan uvas de un zarzal", reza otro dicho bastante conocido.
Me impresionó hace unos días la lectura en la prensa de ciertas declaraciones de un joven occidental que se alistaba a la "yihad", cuando le preguntaron por qué lo hacía: "Pagan bien -respondió-, es una vida aventurera, te dan armas..." "¿Y si te matan?" -le preguntó su interlocutor-. "Si me matan -replicó-, no pasa nada: nadie me quiere".
Es sobrecogedora esta respuesta, pues no sabe uno si compadecer o detestar al nuevo yihadista. Una vida de la que se ha excluido la dimensión "amor" lleva -cuando menos- a "no amar". Y si te ponen armas en la mano, ya sabemos a dónde lleva.

 

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Blanca helada, mensajera es del agua.
Blancas heladas, detrás las aguas.

Bochorno, agua en torno. (Refrán recogido en Zaragoza)
Bochorno frío, aumenta el río. (Recogido en Puente la Reina -Navarra-)


Ante el desbordamiento del Ebro y otros sucesos similares, el Refranero ya nos advertía: que la helada y la nieve traen agua de deshielo; y que el "bochorno" (voz procedente de "vulturnus" 'viento del oeste') trae agua y crecidas de los ríos. Es muy significativo que algunos de estos refranes se recogieron en Zaragoza y Navarra. Muchas personas ahora se lamentan de la imprevisión que hubo, y de la dejadez en tomar medidas precautorias. Yo me pregunto si también habrá habido dejadez en conocer y hacer caso al refranero español, que es la sabiduría secular del pueblo condensada en pocas palabras.

 

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Blas, ya comiste, ya te vas.
Cuando hay una celebración con comida incluida, ni que decir tiene que lo importante es el motivo de la celebración y la compañía de los comensales, aunque -por supuesto- también se disfruta de la comida en cuanto tal. Pero no convine subvertir los términos, dando más importancia al banquete que a las personas. En este mundo de prisas y escasez de tiempo, es humano que a alguien le entre el deseo de salir corriendo en cuanto despacha el postre, pero..., se debe tener una consideración con los compañeros de mesa y disfrutar también del encuentro con ellos; esto sí que nos hará ganar en humanismo y afabilidad. Existe otro refrán que denuncia esas prisas que comentábamos, y reza así: "Comida hecha, compañía deshecha".

 

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Bien ve el ciego cuando se mira por dentro.
Ahora nuestra cultura ambiental nos mueve a decir "invidente" en vez de "ciego"; tal vez porque la palabra "ciego" se cargó de connotaciones no muy gratas a lo largo de la historia, como por ejemplo las de "indigente que tiene que vender sus 'coplillas de ciego' en cualquier esquina para poder sobrevivir" o bien las de asociarlos con los leprosos del Evangelio, o cosas por el estilo. "Invidente" parece una palabra más aséptica y limpia, aunque ciertamente tiene un prefijo negativo "in-" que "ciego" no llevaba. Comoquiera que sea tal cuestión, los refranes suelen tener un enunciado antiguo; y en este caso al menos no hay problemas de comprensión por usar una u otra palabra.
Nuestro refrán alude a la conciencia de cada uno. Nadie en verdad puede escapar a la voz de la propia conciencia. Todos nos miramos por dentro, aunque incuestionablemente las personas que no ven desarrollan por compensación un sexto sentido que los hace más atentos al tacto, a los olores..., y sin duda a mirar hacia el interior de sí mismas y de los demás. Otro refrán reza así: "La mentira busca el rincón, la verdad la luz del sol". Los invidentes son seguramente más sensibles para ver por esos rincones humanos.

 

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Bien va la oveja coja, como el lobo no la coja.
Refrán que, en su brevedad, juega con la homonimia de "coja", palabra tomada como adjetivo femenino (=con algún defecto en su(s) pata(s)), en su primera aparición; y verbo (subjuntivo de "coger" en el sentido de 'atrapar)' en su segunda aparición, que cierra el refrán.
Entiendo que se trata de una metáfora para criticar el hacer las cosas trampeando o a medias. ¿Quién no cojea de algo en la vida? -diría yo. Debemos actuar no por cubrir las apariencias, ni "mientras no me pillen", ni "mientras haya suerte y pueda salir del trance"...
Se nos invita más bien a actuar con conciencia, seguridad y franqueza. No meternos en compromisos que después no podamos cumplir. Darlo todo para que nuestro actuar sea lo más satisfactorio posible, y así de paso ganaremos en nobleza y eficacia.
Y si nuestra "cojera" tiene remedio, aplicárselo cuanto antes, y de ese modo podremos dar más de nosotros mismos.

 

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Bien tira el ballestero tuerto, si lo es el izquierdo
En principio parece que no hay riesgo en que un tuerto apunte amenazadoramente a uno de nosotros. Se nos antoja fácil la predicción de que errará el tiro. Pero ¡ojo! -y nunca mejor dicho- pues puede resultar que su ojo sano es aquel que tiene puesto en el punto de mira, siendo el ojo extraviado el que no cuenta aquí. "No hay enemigo pequeño", reza otro refrán, que nos invita también a ser prudentes en la elección de nuestras amistades y colaboradores, y en dar confianza a personas sin conocerlas bien. Tampoco se trata de cerrarnos al prójimo, pues esto sí que sería una gran pérdida.

 

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Bien te quiero, bien te quiero, mas no te doy mi dinero.
Es muy bonito el deseo de ayudar, de ser servicial y echar una mano al amigo o al vecino en cualquier dificultad que se le presente. Pero ¡cuántas amistades se habrán roto al aparecer en el horizonte la dimensión "dinero"! Bien sea porque en experiencias anteriores de "prestar" no nos ha ido bien, y han dejado de devolvernos lo prestado..., bien sea por nuestro egoísmo innato que nos convierte en "conservadores" de nuestro dinero..., somos reacios a favores monetarios. Tal vez sea también la prudencia la que nos encamine a ello; pero lo malo del asunto es que se incremente nuestro egoísmo, lo cual también es perjudicial para nosotros mismos y para nuestro entorno. Fomentemos en nosotros mismos una sana visión del dinero como medio, y no como fin. Pensemos en lo ridículo que sería vernos retratados en este dicho: "Mucho te quiero, perrito; pero pan, poquito".

 

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Bien se hermanan las letras con las armas.

Hay ejemplos ilustres de personas que han ejercido como militares y son grandes literatos, como Cervantes, Lord Byron... Las letras, en el sentido amplio de saber escribir y disfrutar de la lectura, son -y deben ser- compatibles con cualquier profesión, pues entran en esa dimensión de la cultura que es -y debemos procurar que lo sea de veras y siempre- patrimonio de todos. En un sentido más estricto -a saber: el hecho de ser literato y escribir con estilo-, también esto puede compatibilizarse con cualquier trabajo que nos ocupe, aunque normalmente requiere haber tenido cierta formación en la lengua para conseguir un relativo dominio de la misma. En cualquier caso, así como ocurre en el terreno del arte -que no tiene límites en su grado de perfeccionamiento-, también aquí se abre un horizonte sin límites para ir familiarizándose uno -o una- más y más con su propia lengua. Si hay un campo en que valga la frase "el saber no ocupa lugar", si duda es este.

 

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Bien se guarda lo que trabajando se gana.
Entiendo que este refrán está basado en la economía antigua de "atesorar las ganancias debajo del colchón" y gastar lo menos posible. Si hoy día lo aplicáramos así, salvadas las lógicas diferencias que trae el paso del tiempo -con las cuentas y operaciones bancarias-, seríamos aún esclavos del dinero. El dinero lógicamente está para usarlo en favor de una vida digna, incluida lógicamente la familia, y que contemple asimismo las necesidades de los más desfavorecidos. Creo que nos podemos quedar con lo positivo del refrán: aprecio de lo que se gana con el propio esfuerzo; y no para atesorarlo, sino para administrarlo lo mejor que podamos.

 

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Bien merca quien no alterca.
En su forma, este refrán es un prodigio de brevedad y expresividad, con su sonora rima consonante. En su contenido, nos avisa de que no perdamos la amabilidad cuando es más fácil perderla: en las transacciones comerciales. Si creemos que por pagar un servicio tenemos derecho a ser maleducados, estamos en un error; y saldremos perdiendo, al menos en humanidad. Otros refranes, vecinos de este en el refranero, apuntan a lo mismo:
-Bien merca a quien no dicen "hombre bestia".
-Bien merca quien no entra en plática con hombre bestia.
Este último refrán citado se fija también en el vendedor: si podemos prever que el vendedor es intratable, más vale no entrar en tratos con él, por muy baratas que nos ponga las cosas.

 

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Bien se huelga el lobo con la voz de la oveja.
Pensemos que este enunciado tuviera otra manifestación, como por ejemplo: "Bien se huelga el lobo con la voz de la alondra". Sin duda tendría así un tinte más idílico y ensoñador. Pero aunque el lobo no puede alcanzar a la alondra, sí puede hacerlo con la oveja, donde ve su propio sustento necesario; lo cual no tiene nada de idílico, sino que es la ley de la selva, no tan lejana -por cierto- de nuestro ámbito: "quítate tú, que voy yo", o -dicho más crudamente- "o te quitas de ahí, o te quito". Dios nos guarde de esas maneras. El refrán es una advertencia frente a cierta forma de amabilidad interesada que alguien puede mostrarnos.

 

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Bien que viene, no tarda.
La palabra "bien" que encabeza este refrán, no es aquí adverbio, sino sustantivo; quiere decir: 'un bien', 'un valor positivo'.
La apreciación de tardanza o prontitud en la llegada de algo que esperamos, está muy en función de nuestras expectativas, temores, prejuicios, etc. Es decir: tiene mucho de subjetivo, y depende grandemente de nuestra disposición interior. Si esperamos algo bueno, no nos importa esperar, pues la espera misma es dulce, y en cierto modo anticipa la posesión de ese bien futuro. En este sentido, nos enseña otro refrán: "Nunca es tarde si la dicha es buena".
Si lo que esperamos que llegue es una noticia o situación negativa, la espera misma se hace larga, pues ya estamos sufriendo ese mal desenlace por adelantado. En tales situaciones, también debemos reaccionar con espíritu positivo, poniendo de nuestra parte todo lo posible para que ese futuro no merme nuestras fuerzas en el presente, y sepamos sacar algún bien de ese previsto "mal".

 

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Bien habla la plata: cuando ella suena, todos callan.
Obviamente, "la plata" se refiere en español clásico al dinero, ese dinero -dicho sea del paso- al que se refieren los sudamericanos cuando dicen, con gesto algo triste, "no tengo plata". Existe otro refrán, quizá más conocido, que reza así: "Poderoso caballero es don Dinero". El significado es bastante obvio: muchas discusiones se terminan cuando cierta propuesta tiene un buen aval en términos de dinero

 

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Bien predica fray Ejemplo, sin alborotar el templo.
Este refrán indica que no hace falta "alborotar el templo" con un sermón rimbombante ni barroco, sino que la principal lección se comunica mediante el ejemplo. Ante todo, el predicador debe ser un ejemplo viviente de lo que dice. Otro refrán muy próximo abunda en la misma idea: "Bien predica quien bien vive" -entiéndase, por supuesto, que ese "bien vivir" se refiere a la dimensión moral de la vida.

 

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Bien malogrado, sólo entonces llorado.
Para la correcta comprensión de este refrán no estará de más indicar que la palabra "bien" debe entenderse no como adverbio (lo cual sería un poco contradictorio: el hecho de algo se malogre bien), sino como sustantivo, a saber: Un bien (que se ha malogrado);  lo que ocurre es que el refrán perdería algo de su rotundidad sonora por la adición del artículo indeterminado.  Una variante hallada en el refranero es esta: "Bien perdido, entonces conocido".
   Es muy normal que las situaciones bonitas de nuestra vida las demos por sabidas y casi por naturales, olvidándonos entonces de mostrarnos agradecidos.  Basta con que la situación cambie ligeramente a peor, para que nos digamos: "¡Hay que ver, con lo felices que éramos entonces!".  La consecuencia parece ser: ser agradecidos -y mostrarlo así, siendo serviciales y atentos con las personas que nos tratan- en los momentos dulces; y poner de nuestra parte para que los momentos ingratos se dulcifiquen mediante nuestra actitud positiva, y con ayuda de quienes nos rodean, que seguramente no nos negarán esa ayuda.

 

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Bien juega el que no juega.
Se dice irónicamente de aquellos críticos que critican sin entender del tema tratado: si es pintura, nunca han esbozado un paisaje o un bodegón; si es poesía, nunca han compuesto ni un pareado, etc. Se aplica también a los mirones de un juego de cartas, por ejemplo, que no arriesgan nada pero sacan sus conclusiones sobre los que otros hacen y deshacen en el juego. En resumen: para entender de algo y criticarlo con solvencia y constructivamente hay que estar metido en el asunto.
No es una cuestión trivial, pues creo que la crítica de arte y de poesía -áreas a las que me siento más afín- deja frecuentemente mucho que desear, pues se encumbra a valores mediocres y no se aprecian suficientemente los logros de otros autores que merecerían mayor atención.

 

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Bien habla quien bien calla.
Este refrán se complementa con algún otro, como "Al buen callar llaman Sancho", aludiendo a Sancho Panza, el escudero de Don Quijote, por sus frecuentes ingenuidades, despropósitos y meteduras de pata -aunque ciertamente otras veces intentaba poner a su loco señor Don Quijote en la realidad nuestra de cada día-. También me trae a la mente una frase que leí no hace mucho, en el sentido de que debemos enseñar a nuestros niños a hablar, y cuando ya son mayorcitos debemos enseñarlos también a callar. Haciendo un cierto ramillete de todo esto, creo que resultaría que callar puede ser en ocasiones tan elocuente como hablar, y conviene discernir el momento oportuno para cada cosa.

 

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Bien estabas en tu nido, pájaro pinto.
Desde el punto de vista métrico, estamos ante un octosílabo (hasta la coma) y un pentasílabo, que hace de pie quebrado. La unión entre ambos versos es la rima asonante en "i-o" (nido, pinto).
Es, pues, un refrán bien construido, y muy memorizable. El refranero hace ver la equivalencia de dicho proverbio con este otro: "Quien bien está, no se mude". Este último es, si cabe, más claro aún, pues ni siquiera recurre al plano metafórico. Lo de "mudarse" no se refiere a cambiar de domicilio o residencia, sino al sentido antiguo de la palabra en que decía San Ignacio: "En tiempo de desolación, no hacer mudanza". Se trata aquí de mudanza de planes o propósitos, pues -obviamente- una persona hundida no discurre bien. Añadiré otro proverbio más del refranero, en la misma línea discursiva: "Bien está cada piedra en su agujero" -digno de tenerse en cuenta, y no solo por los arquitectos-.
Nuestros refranes de hoy van incluso más allá de la citada frase ignaciana, ya que nos aconsejan "no mudarnos" ni siquiera cuando nos encontramos bien, precisamente por la posibilidad de dar un tropezón -como un pájaro pinto puede tropezarse con un águila-, y perder el bienestar de que se gozaba.
La conclusión, entiendo que no debe de ser la de "no cambiar nunca", pues todo ha de tomarse "cum mica salis" 'con una pizca de sal' o de discernimiento -como siempre se ha dicho. Según eso, lo que se desprende de aquí lo resumiría yo así: 1) valorar nuestro entorno, y las circunstancias buenas de que disfrutamos, procurando que estas se conserven y -en lo posible- vayan a más; y 2) si hemos de cambiar, actuar con esa mezcla indispensable de audacia y prudencia que nos sugerirá el sentido común (que, por cierto, es "el menos común de los sentidos", en boca de algunos).

 

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Bien está lo que bien concluye.
Nos recuerda el título de la famosa obra teatral de Shakespeare "All's well that ends well" o 'Bien está lo que bien acaba', título y traducción que coinciden semánticamente con nuestro refrán. Los latinos decían "LAUDA FINEM", frase que veo glosada en un refranero latino como: "Hasta el fin nadie es dichoso"; a la letra, la traducción sería, "Celebra el final (olvidando lo áspero del camino recorrido)".
Al escalar una montaña y coronarla olvidamos los sinsabores -e incluso, posiblemente, los peligros- que afrontamos en la escalarla, ante la hermosura del paisaje que contemplamos, y el aire fresco y puro que ahora respiramos. Ahí está dicho todo, y la enseñanza que se desprende es aplicable a mil situaciones

 

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Bien empezado, casi acabado.
Los profesores de dibujo y pintura suelen insistir mucho en la importancia del esbozo inicial que se traza sobre el papel o el lienzo, para el resultado final de la obra. Ese dibujo esquemático que se hace a lápiz o a carboncillo predetermina grandemente el éxito de la obra pictórica, aunque esté aún carente de colores y -posiblemente- de sombras y efectos de relieve. Realizado el esbozo, la obra debe ir creciendo armónicamente, mediante la adición del cromatismo, los contrastes, los detalles... Pero en cualquier momento el proyecto inicial del dibujante o pintor debe aflorar al trabajo para que se pueda ver con claridad. Me he extendido en esta descripción porque puede ser muy iluminadora para cualquier otra empresa que acometamos. Si no cuidamos los primeros pasos que demos, confiando en que todo se irá enderezando, puede ocurrir al revés: que todo se vaya torciendo. Si nos esmeramos en emprender el asunto con ilusión y mimo por los detalles, tendremos gran parte del éxito asegurado.

 

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Bienes mal adquiridos, a nadie han enriquecido
Refrán que se presta mucho al típico cuento infantil, donde un ladrón que acaba de robar una cartera bien repleta se ve asaltado a su vez por otro ladrón, que le despoja de su robo, con el consabido salvoconducto de que "quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón", frase que -por cierto- es otro refrán. Hasta ahí el refranero se queda en un plano material, sobre la base de que el bien supremo es el dinero y enriquecerse con él, ya sea robando a un inocente y asumiendo el peligro de que a su vez le roben a él mismo, o bien robándole a un ladrón, cosa mucho más permisible, por lo visto. Me gustaría considerar ahora el asunto desde otro punto de vista: el verdadero enriquecimiento es el personal, el hacerse uno mejor como persona; y en ese terreno está claro que uno se enriquece siendo persona honrada, y se echa a perder no siéndolo. Si alguien roba, aunque no le roben luego, se empobrece por el mismo acto de robar. Y si roba a un ladrón, la misma palabra "robar" denota que ese tal se está empobreciendo igualmente.

 

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Bienes de fortuna, mudables como la luna.
Es un afán muy comprensible el de querer ganar mucho trabajando poco, aunque -por cierto- no es un afán muy humanizador, sino todo lo contrario, pues nos hace remolones, comodones, y egoístas -a fin de cuentas-. Un golpe de fortuna -llámese herencia, lotería, golpe de suerte en los negocios, etc- podría de pronto hacernos ricos, lo cual probablemente nos llevaría a la indolencia y a una falsa confianza en la riqueza. Precisamente es la situación sobre la que nos avisa el refrán. "Fortuna volubilis" decían ya los romanos; y bien claro está, por lo que enseña la historia, que tenían razón. Nunca debemos arrinconar el espíritu de trabajo, ni aun en rachas de prosperidad, pues ese espíritu es la mejor riqueza.

 

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Bien dijo el que sólo lo necesario dijo.
Refrán aplicable a situaciones delicadas, que piden extremar la prudencia en el hablar. Otro refrán en esta misma línea, quizá más fluido en su formulación, es este:
-Bien dijo el que supo no hablar prolijo.
Nos recuerda aquello de Baltasar Gracián: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno."
En otro tipo de situaciones, especialmente reuniones familiares o de amistad, donde reina la confianza, ¿qué duda cabe de que la tendencia a hablar, y el buen aprovechamiento de ella, son una muestra de buen humor, y dan la ocasión de crear un clima agradable? Aunque siempre es importante no caer pesados; pero el entorno nos irá aconsejando lo oportuno, para disfrutar de la situación y de la grata compañía sin problemas.

 

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Bien barre la escoba nueva; mas pronto se hace vieja.

          Una variante de este refrán es esta: "El primer día todas las escobas barren". Naturalmente el contenido desborda el

              ámbito del barrido a escoba; para abarcar cualquier actividad, que alguien emprende con energía y buena disposición,

              para después venir a cansarse y no rendir lo que se esperaba de su trabajo, ni tampoco lo que dicha persona se imaginaba

              que iba a hacer. La enseñanza, con todo, es una inyección de ánimo, para que recordemos el fervor con que emprendimos

              la tarea, y persistamos en el mismo espíritu.

 

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Bien agestado, bien mirado.
Suena un tanto antiguo, pero "bien agestado" quiere decir: de buen gesto, de buenos ademanes.
La Reina Isabel I "la Católica" solía decir lo siguiente: "El hombre de buena cara lleva consigo carta de recomendación para cualquier cosa que emprendiere."
"Bien mirado" quiere decir: se le considera bien, goza de buena consideración.
Poner buena cara es lo mínimo para presentarnos ante nuestros semejantes; salvo en ocasiones de rigor, muy especiales, que aconsejen otra cosa. Siempre se agradece un buen gesto, una actitud de bienvenida y agradecimiento. Aunque no se debe poner todo el énfasis en fomentar la buena presencia -pues eso desvirtuaría otros valores- , pero tampoco debemos desdeñarla.

 

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Bicho malo nunca muere
La entrada del verano es "buena" fecha para que proliferen cucarachas, mosquitos, hormigas, y otros invasores de nuestro hogar que podamos imaginar. Esos bichitos que nos vienen no son obviamente los que matamos la temporada pasada, pero sí sus congéneres, pues la especie se perpetúa; y nos da la impresión de que son los mismos intrusos.
De ahí viene el dicho que hoy consideramos; el cual, curiosamente, queda bien cuando lo aplicamos hablando de nosotros mismos, pero quedaría mal aplicarlo a otros, a no ser que se haga como ironía y con muchísimo cariño.

Es, pues, admisible, e incluso loable como muestra de humildad, en el siguiente contexto:
-Te veo muy bien, desde nuestro último encuentro.
-¡Si, vaya...! Bicho malo nunca muere.

O bien en este contexto, igualmente coloquial:
-¿Cómo sigue tu nieto, de aquel catarro fuerte que os preocupaba?
-Se mejoró pronto, gracias. Bicho malo nunca muere.

Quedaría, por lo menos, desconsiderado, aplicarlo en esta situación:
-Hoy el jefe ha vuelto a faltar al trabajo.
-Sí, tiene un gripazo de caballo, el tío. Pero verás como mañana asoma los hocicos por aquí, porque ya se sabe: "bicho malo nunca muere".

 

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Beneficios a corporaciones, sufragios por condenados.
Quiere decir que dichos beneficios otorgados a corporaciones son inútiles, como lo sería ofrecer oraciones o sufragios por la gente pecadora que ya está pagando sus malas obras en el infierno. Aparte de lo terrible de la formulación, es terrible pensar de que esto de que en las corporaciones siempre hay sabandijas que chupan de los fondos comunes debe ser antiquísimo en la historia de la humanidad, seguramente desde que hubo corporaciones. Ya a principios de nuestra era, incluso en el colegio apostólico estaba Judas Iscariote, que ejercía esa triste función. Hay otro refrán antiguo que reza así: "Lo que es del común, es de ningún". No puedo evitar acordarme de lo que dijo no hace mucho una persona metida en política: "El dinero público no es de nadie".En nuestras manos está el poder cambiar esta aproximación dando muestras de una conducta ejemplarizante en nuestro entorno familiar y de trabajo contribuyendo así a ennoblecer esta forma de pensar.

 

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Beneficio y prisión, dos cosas parece y una son.
El refranero del que tomo este proverbio comenta, a continuación del mismo y en prosa: "Para quien es agradecido, porque le ata más un favor que una cadena de hierro".
Las personas con conciencia, al recibir un favor, suelen pensar en devolverlo; aunque no inmediatamente, para no dar la impresión de que lo hacen así para quedar en paz. Ojalá todo el mundo fuera agradecido con corazón sincero, pues sería un placer tratarnos y ayudarnos. Cuando se piensa en los favores utilitariamente, como un toma y daca, es cierto que pueden pesar y atar, y ya no merecerían llamarse "favores" pues pasarían a ser un simple intercambio que -según los casos- valdría la pena aceptar o no.

 

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Berzas que no has de comer, déjalas cocer.
Coincide este refrán en su mensaje, e incluso en el ritmo de su dicción, con otro más conocido: "Agua que no has de beber, déjala correr".
Creo que ambos mensajes coinciden en reflejar un aspecto positivo de la realidad, y otro negativo. El positivo, a mi modo de ver consiste en el consejo que transmiten de que no es sano preocuparnos, ni mucho menos agobiarnos, por aquello que no nos concierne o no está en nuestra mano solucionar; sino que más bien deberíamos ceñirnos al ámbito de nuestras posibilidades reales. El aspecto negativo entiendo que está en que estos refranes pueden fomentar una actitud algo "pasota" en nosotros, llevándonos a desentendernos de asuntos que nos dan pereza, pero en los que de hecho podríamos aportar algo o bastante.

 

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Bendito sea Dios, que mejora sus horas.
Refrán piadoso, que habría que poner en relación con otros, como "Dios aprieta pero no ahoga"; o bien con frases bíblicas, como "Mis caminos no son vuestros caminos, ni mis pensamientos son vuestros pensamientos -dice el Señor-". En el Antiguo Testamento encontramos la sorprendente historia de Job, que abunda en todo lo que aquí comentamos. Recuerdo que en cierta ocasión, dirigiéndome a una señora que tenía muchos hijos y celebraba que uno de ellos había sido ordenado sacerdote y acababa de cantar Misa, le dije: "A ustedes Dios los ha bendecido con generosidad". Y ella me respondió con gracejo: "Sí, se le durmió la mano".
Dios tiene sus horas, y las mejora para nuestro bien. Ahí queda.

 

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"Bendito me sepas, y nunca te acabes " -decía la vieja al vino que acababa de comprar-.
El vino es útil a veces para la cocina, y siempre grato para el gaznate. Seguramente el refrán se refiere a esta segunda cualidad del vino. No cabe duda que poner el dicho en boca de una vieja es un elemento de cierta sorpresa que hace más interesante el refrán, pues -salvo que lo diga un niño o un enfermo- cualquier aficionado al vino lo puede decir. Los momentos placenteros querríamos alargarlos, y así se nos ocurre al degustar el vino. Sólo resta añadir que no perdamos la cabeza al enamorarnos del vino; es decir: que lo disfrutemos con mesura, y nos sabrá aún mejor. La cabeza, siempre sobre los hombros.

 

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"Bendita sea la limpieza". Y volvía la camisa lo de dentro afuera.
Refrán bimembre, donde la primera parte es la frase dicha por alguien, quien acto seguido (segunda parte) vuelve su propia camisa y se la viste otra vez. La historieta, aparte de antihigiénica, es algo repulsiva, pues hasta huele mal.
Aunque no haya manchas, dicha camisa puede llevar rozaduras, sudor y polvo. El refrán denuncia las chapuzas, el ir a lo rápido sin preocuparse de que sea efectivo o de la posible reacción de los demás. También denuncia la hipocresía, de pretender aparentar lo que no es. Buen aviso frente a nuestras posibles pequeñas chapuzas.

 

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Benavente (en Zamora), buena villa y mala gente. -El que lo dijo miente: buena es la villa y mejor la gente.
El refranero añade estas líneas: el más lince advertirá que lo primero (hasta el punto y seguido) no está dicho por un benaventino, y sí la segunda. En Correas, (aparece) sólo la primera parte.

El refrán completo desmiente su primera mitad. Pero la autorizada e histórica cita de Gonzalo Correas no recoge la segunda mitad, confundiendo posiblemente así a muchos. Conviene pues oír las declaraciones completas, y no fragmentarlas ni dejarlas a medias, con desdoro de muchas buenas personas.

 

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Bébolo negro y méolo blanco: ¿si será milagro?
El pronombre enclítico "-lo", que aparece duplicado en este refrán, puede referirse -obviamente- a alguna bebida oscura como el café o algún tipo de vino o caldo muy denso. Más obviamente todavía, aparece el verbo "mear" en función transitiva, por el que no estaría mal añadir "con perdón", dada la ordinariez que tal vocablo supone. Pero no cabe duda de que, enunciado así el refrán, con esa franqueza algo brusca, comporta un sentido de realidad, de hablar sin eufemismos ni tecnicismos, con la llaneza de gente rústica.
La frase final -"¿si será milagro?"- añade el coeficiente de duda en esa mente primitiva que no da crédito a lo que ve. El refrán es una crítica benévola y traviesa a los que sólo creen lo que ven, y a veces no aciertan a explicárselo por su corta formación o por su escasa capacidad de discernimiento.
Recuerdo que cuando yo estudiaba Filosofía, el Profesor de Lógica nos contaba la anécdota de un hombre rústico que decía: "Yo no creo más que lo que veo escrito en letras de molde" (aludiendo a los periódicos). El comentario obvio es: ¿Dicen siempre la verdad los periódicos?
La moraleja parece ser fomentar, tanto en nosotros como en los que dependen de nosotros para su formación, un sano espíritu crítico, el conocimiento de datos pertinentes para cada ocasión, y la facultad del discernimiento.

 

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Bebiendo, comiendo y durmiendo se quita la sed, el hambre y el sueño.
El refranero añade: "Es refrán de los buenos de Pero Grullo". Obviamente, el refrán dice algo tan natural que parece incluso superfluo el enunciarlo y mencionarlo.
Pero Grullo es un personaje que nos ha legado nuestro patrimonio literario y popular, dotado de un nombre -"Pero", es decir: simplificación vulgar de "Pedro", de la que nos viene el tan común apellido español "Pérez"- y de un apellido -"Grullo", que más bien que ser masculino regresivo de "grulla", tiene (según el D.R.A.E. o Diccionario Académico) una acepción andaluza de "paleto, cateto, palurdo"-. Es decir: que alguien con credenciales tan vulgares como llamarse -con el nombre acortado por el mucho uso- "Pedro", y con el apellido sinónimo de "palurdo" no puede decir más que obviedades, y nada original. De ahí vienen los derivados "perogrullada" y "perogrullesco".
Sin embargo, el hecho de que tal refrán llegue hasta nosotros, y llegue a ser materia de estudio de eruditos y curiosos, nos dice algo a su favor. Yo resumiría así, en dos puntos de consideración, su posible enseñanza: 1) Los que pueden -o podemos- cubrir nuestras necesidades elementales de la vida, como son calmar la sed y el hambre, y dormir placenteramente, debemos ser agradecidos por ello; 2) La manera de mostrar efectivamente nuestro agradecimiento ha de ser procurar aliviar, en nuestro entorno más o menos amplio, esas necesidades vitales de aquellos que por sus medios no pueden cubrirlas.
A modo de recuerdo, citaré otro refrán que viene aquí como anillo al dedo: "En la casa donde no hay harina todo es mohína."

 

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Beato y tuno, todo es uno.
Obviamente, "beato" -en este registro popular- no se refiere a quien ha sido beatificado por la iglesia, aunque aún no canonizado; sino a quien se sirve de la religión para parecer una persona respetable, no preocupándose por vivir el espíritu de esa religión que profesa, más bien limitándose a un elemental cumplimiento y a cubrir las apariencias.
Entre esos tales, abundan los tunos de doble vida o de moral acomodaticia, pues parten de un engaño básico en su existencia: aparentar más que ser. Y en vez de pensar nosotros ahora a quién le puedo aplicar el refrán, hagamos un poco de examen de conciencia, a ver si en nuestra vida hay alguna "tunería" de ese tipo, de mayor o menor monta.

 

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Bastos son triunfos.
De los cuatro palos de la baraja española pueden sugerir cosas. Imaginando que nos referimos ahora al rey de cada palo, comentemos:
El rey de "oros" da impresión de riqueza, y de que puede comunicarnos generosamente algo de ella.
El rey de "copas" porta una de ellas, y parece que amigablemente nos invita a un brindis.
El rey de "espadas", con su propia espada en mano, parece que puede armarnos caballeros, o-en el caso de las damas- que va a liberarlas gustosamente de terribles dragones.
Pero el rey de bastos de lo único que da la imagen es de un severo guardián que va a asestar un buen mamporro a quien se propase, que igual puede ser uno de nosotros.
En esta línea, hay refranes que subrayan el supuesto valor de la severidad para mantener el orden, vencer la pereza (de los demás), reprimir disensiones, etc., como por ejemplo:
-No hay tal razón como la del bastón.
-La letra con sangre entra.
Y en inglés, se dice "Might is right" 'Quien tiene el poder está en posesión del derecho' (Como si el derecho se mantuviera a base de la imposición pura y dura del poder).
Como vemos, el refranero a veces se hace eco de la crueldad humana -aunque con intención irónica, pensemos en el mejor caso-.

 

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Bartolillo se menea, por la "monea".
Este refrán puede entenderse mejor a la luz de otro:
"Por dinero baila el perro, no por el son que le toca el ciego".
Estamos pues ante un sencillo espectáculo, como filial de un circo: Un ciego, para ganarse unas monedas, lleva por pueblos, barrios, y aldeas el espectáculo de un perro que baila o un "bartolillo" que se menea -según los casos-. Un "bartolillo" -también llamado tradicionalmente un "Juan de las Viñas", es una especie de marioneta hecha de cartón, cuyo movimiento de articulaciones (semejante a un baile) depende de que se tire de un hilo. Pues bien: ya sea el perro, ya sea el bartolillo, se menean no por el sonsonete musical o la animación que les brinda el ciego, sino por el dinero, por el afán de ganancia. "Sin oro nada hay que falle" -decía el Don Juan Tenorio de Zorrilla-. O, dicho más modernamente, "Money makes the world go round" -que nos recordará la película "Cabaret".
Obviamente, la "monea" de nuestro refrán, puesta ahí también para rimar con "se menea", quiere decir "la moneda" o el dinero, poderoso incluso par
a mover animales o marionetas, como si fueran peleles; y no digamos nada de su poder para mover a la gente.

 

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Batalla ganada, general olvidado.
Existe una variante de este refrán, que reza así: "Batalla ganada, general perdido".
Este refrán muestra una más de las vicisitudes humanas: nada es rotundo ni definitivo. Incluso en una batalla ganada puede estar ausente la completa alegría, pues la ingratitud humana hace que la gente olvide pronto al ganador, y se instale en la comodidad del triunfo conseguido. Los romanos de la república y el imperio sabían algo de esto, cuando en el carro de triunfo del general ganador hacían montar a un filósofo, que musitaba al oído del general, entre la marea de vítores y aplausos: "Acuérdate que eres hombre. Acuérdate que eres mortal." ¿Un aguafiestas? Yo diría que más bien un toque de realismo.

 

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Burlaos con el loco en casa, burlará con vos en la plaza.
Este refrán, con su rima y el trato de "vos" tiene cierto deje antiguo en su expresión, aunque el contenido sigue siendo muy valioso. Viene a advertir que no se debe dar confianza a cualquiera para charlar en plan de burla o caricaturizar las cosas, pues si esa confianza se le da a alguien con poco seso, se puede volver contra nosotros -al manifestar nuestro interlocutor en público lo que le dijimos en confianza y en plan de chanza, y darlo así al dominio público sin más discernimiento-. Es más: parece que con esa inmerecida confianza se está brindando a la otra persona la ocasión propicia para que nos deje en ridículo.

 

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Bástale al día su malicia.
Es un refrán de raigambre evangélica, tomado de Mateo 6, 34. Jesucristo aconseja que no nos dejemos abrumar por posibles acontecimientos futuros, ya que esto nos restará energía para afrontar el presente. Ahora bien: entre las tareas del día presente está una planificación racional del futuro, y una previsión de medidas para que ese futuro siga siendo tan bueno como el presente o mejor aún. Lo que el refrán combate es el agobio anímico que merma nuestras fuerzas, y por ello nos insta a dedicarnos con serenidad a la tarea presente.

 

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Barro son hombre y jarro; pero no de un mismo barro.
El refrán nos invita a amar la naturaleza y todo lo positivo que ella nos aporta; sin olvidar que la obra maestra de la naturaleza es el ser humano. En el relato bíblico de Génesis -que obviamente no es un libro de historia ni de prehistoria, sino didáctico; y por tanto metafórico y rico en fuerza poética- se nos dice que Dios fue creándolo todo, e iba encontrando que todo lo creado "era bueno", y asimismo la pareja humana, en cuyas manos pone toda su obra anterior. Aparte de creencias religiosas, ese texto del Génesis puede reforzar en nosotros la tendencia a la solidaridad con los demás humanos, y el respeto a todo lo que es natural y -por supuesto- no atenta contra la grandeza de nuestros semejantes.

 

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Barbas mayores acallan a las menores.
Sin duda va a tono con otro famoso refrán: "Del viejo, el consejo". Así lo sintieron muchas sociedades antiguas, que establecían un concejo (o concilio deliberativo) de ancianos para dirimir las cuestiones que afectaban a la ciudad o al país. Ahí tenemos el "Senatus" romano (de "senex" 'anciano'), cuya voz y opinión valía tanto como la de todo el pueblo, de donde proviene la conocida expresión "SENATUSPOPULUSQUE ROMANUS" 'El senado y el pueblo romano'. Seguramente veían en los muchos años cumplidos el sabio consejo de una experiencia acumulada.
Hay en nuestras letras un "Retablo de la vida de Cristo", escrito por el cartujano Padilla (seguramente un monje cartujo) que dice así:
"Quatro maneras auemos hallado
las quales conuienen al recto consejo:
primero, que sea de hombre ya viejo;
segundo, que sea sin yra hablado;
tercero, que sea no súbito dado,
saluo pensado con mucha prudencia;
la quarta manera, por más excelencia,
que sea el principio y el fin remirado."
(obra citada, tabla III, cántico I) Nota: "saluo" o "salvo" quiere decir: 'sino que (sea pensado...)' "remirado": vuelto a ponderar o examinar'

 

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Barba, juego y camino, del extraño hacen amigo.
Tal vez en los antiguos viajes a pie de largas caminatas era difícil afeitarse, y por ahí puede venir la alusión a la barba. Es cierto que el juego -naipes, dominó, etc.- ayuda a crear lazos amigables, siempre que la gente se comporte educadamente, y no a gritos ni con ademanes egoístas. Por supuesto, el camino compartido también puede crear amistades, y tenemos un excelente ejemplo en las romerías y peregrinajes.
La vida tiene algo de juego y de camino -o, al menos, podemos interpretarla así, para autoeducarnos-, y en esa ruta compartida con tantos otros resulta importante ir dejando una estela de buenos modos, agrado, y amistad sincera para quien a ella se preste. El camino, que a veces imaginamos de piedras y espinas, también puede llenarse de simpáticas flores.

 

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Barriga gruesa no engendra entendimiento.
Los placeres de la mesa son uno más entre tantos bienes de que puede disfrutar la humanidad, siempre que se contemplen como un medio (para la buena salud, buen humor y buen trato, etc.) más que como un fin. Pues pasa como en todo: si se absolutiza algo que está ahí para mejorar nuestra vida, seguramente se pondrán en peligro otros valores, como es la disponibilidad, o el sacrificio por los demás cuando éste se requiere, la generosidad, etc. Diríamos que estamos ante una realidad ambivalente, que se nos da como medio para mejorarnos, pero no para degradarnos. En lo pequeño del día a día, es cierto que un buen atracón da ganas de dormir, y embota un poco las entendederas.
Enfocando, pues, en positivo lo del buen comer, el refranero nos da otras frases, que pueden hacernos reír, o bien ponernos en guardia; a saber:
-Barriga llena, a Dios alaba.
-Barriga llena, corazón contento.
-Barriga vacía, todo es sequía.

 

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Barco lleno, barco vacío.
Puede ser que con ocasión de las fiestas tradicionales -Navidad y Año Nuevo, Semana Santa, ferias o festejos locales diversos...-, se nos llene la casa de familia, y viene ese hijo o esos nietos que hace tiempo que no veíamos, etc. Pasadas las fiestas, todo vuelve a la vida normal, tal vez más monótona, pero más apta para trabajar, que a su vez es un bien que ojalá todos lleguen a disfrutar. Un barco de pasajeros, como -por ejemplo- un transbordador, es una especie de morada transitoria para cuantos viajan en él, que a veces van cambiando, mientras el barco y su tripulación permanecen. Es algo así como una casa abierta que está ahí en funciones para llevarnos a nuestro destino. Todo es una metáfora de la vida, y lo importante es disfrutarla mientras esto nos sea concedido.

 

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Barba con dinero, honra al caballero.
Tal vez este refrán se creó y se divulgó sobre todo hace por lo menos un siglo, cuando casi todos los hombres llevaban barba, o bigote, o perilla, o largas patillas; y la costumbre del afeitado diario no existía. En cualquier caso, lo que el refrán critica es el cultivar y venerar solo las apariencias, como una barba bien cuidada, ostentaciones de riqueza y dispendios en fiestas, lujos, etc. En suma: llevar una vida vacía, pendiente del halago de otros. En este sentido, que no meramente en el literal, el refrán es muy aprovechable.

 

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Bajo su sola fe, a nadie creeré.
Este refrán representa un aviso frente a los mesianistas, los idealistas extremos, o los que se creen alumbrados por cierta idea "genial" que nadie comparte. La verdad es que ofrecen pocas garantías de que su mensaje sea creíble. No puedo evitar que se me venga a la cabeza el recuerdo de Jesús de Nazaret, con su mensaje de amor y salvación. Es cierto que nunca estuvo solo, pues no le faltó la compañía -al menos espiritual- de su madre María, de los dos Juanes (Bautista y Evangelista) y de sus mejores amigos y seguidores, entre los que había un notable grupo de mujeres. Pero en las horas de su pasión ese círculo se redujo al mínimo. Hoy la situación es otra, y aquel mensaje de Jesús cuenta con muchos seguidores fieles, y a nadie deja indiferente. No obstante, hoy día es aplicable este refrán a otras muchas situaciones, en que los mensajes no suelen ser de amor precisamente.

 

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Bajando se sube al cielo.
Consejo muy evangélico, y muy acorde además con el espíritu de la Navidad. Hay otros refranes que parecen tomados de la misma enseñanza de Jesús de Nazaret, como "El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado". Existe también una preciosa copla, para nuestra consideración:
          "Si quieres subir al cielo
            tienes que subir bajando,
            hasta llegar al que sufre
            y darle al pobre la mano."

 

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Baila el lobo alrededor del pozo.
Como una mosca que una y otra vez golpea un cristal de ventana queriendo salir a la luz que está tras él, con esa misma irracionalidad un lobo sediento da vueltas locas alrededor de un pozo, donde la cercanía del agua la ha percibido por instinto, captándola de la humedad ambiente. Pero sus vueltas y revueltas son en vano, pues esa agua no la podrá alcanzar. Más le valdría buscar un riachuelo, o una fuente natural, o una acequia, para apagar su sed. El paralelo con la vida humana es evidente. A veces nos desgastamos rondando un asunto o un negocio infructuoso, sin haber calibrado bien las posibilidades de éxito. Mejor y más realista sería aplicarnos a algo que esté a nuestro alcance, aunque tengamos que esforzarnos más, o incluso sea más modesta la retribución que percibamos. En suma: usar la cabeza, y no dejarnos arrastrar por el instinto.

 

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Baco, Venus y tabaco ponen al hombre flaco.
Refrán fácil de recordar, por su machacona rima consonante en "-aco", y porque se ocupa de la salud, que siempre es importante.
No hay que ser muy versado en mitología grecorromana para entender que por "Baco" y "Venus" se entiende respectivamente los placeres del vino y los del sexo. Se añade el "tabaco" como otro potencial enemigo de la salud, y -en resumidas cuentas- tácitamente se recomienda moderación en todo ello.
No creo que muchos hombres pretendan estar gordos -salvo, por ejemplo, los luchadores de "sumo" japonés o casos parecidos-. Tampoco es una meta estar flaco, y menos en el sentido de "débil", que es el que se apunta en este refrán. Tener el peso adecuado a nuestra constitución somática, sí que es una manera de cuidarse uno. Y no dejar que el animal que llevamos dentro se nos desboque en los placeres mencionados u otros similares, parece obviamente necesario para llevar con tino una vida humana.

 

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Aceite, vino, y amigo, antiguos.
Refrán que coincide más o menos con uno que recuerdo (confiando en mi memoria) de una conferencia oída en mi Facultad de Filología: "Bebed viejos vinos; leed viejos libros; tened viejos amigos".
Es como valorar las realidades gratas "de toda la vida". Nada mejor que un buen vino o licor añejo, un libro cuya sabiduría ha pervivido sobre muchos años ya pasados, y un buen amigo que siempre nos inspiró confianza. Un "viejo amigo" no es necesariamente igual a "un amigo viejo", ya se entiende. Se trata de hermosas realidades que hermosean nuestra vida y nunca debemos dejar caer en el olvido, pues de ellas depende en parte nuestra realización personal y -de rebote- la de nuestro entorno.

 

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Ayúdate tú, y Dios te ayudará.
Quien se confía en la omnipotencia divina y no mueve ni un dedo por conseguir lo que pretende, es absolutamente bobo, y su fe parece sólo un pretexto para no trabajar por aquello que le merece la pena. Junto a este refrán, yo pondría otro bien conocido, que es muy realista y no supone desdoro alguno de la providencia de Dios sobre la humanidad; a saber: "A Dios rogando, y con el mazo dando". En clave menos espiritual, me recuerda el siguiente dicho de Picasso: "Procura que la inspiración te encuentre trabajando".

 

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¡Ay del solo, que no habrá quien le saque el pie del lodo!
En cualquier circunstancia difícil podemos echar de menos ese hombro solidario en el que apoyarnos. Recuerdo que un aventurero que se proponía cubrir grandes distancias a pie y solo, manifestaba en televisión que su mayor temor era caer en una grieta del suelo -helada o no-, de la que nadie pudiera ayudarle a salir. Hay un dicho proverbial que reza así: "Hoy por ti, mañana por mí." Una cosa que me sorprende de los héroes de hoy día, que salvan vidas con riesgo de la propia, es que no suelen dar importancia a lo que han hecho, con ese elegante aire de solidaridad elemental. Consecuencia: cultivar de corazón nuestras relaciones y amistades, ya que en un momento dado podemos tener la satisfacción de sacarles de apuros, y también viceversa.

 

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¡A vivir, que la vida es un tris!
Es una especie de pareado irregular, de 4/7 sílabas, con rima asonante.
Su contenido es un canto a la vida en tono epicúreo, muy afín al "carpe diem" (= ¡captura el momento!) horaciano. Para que la vida propia sea feliz de verdad, y no una egoísta escapatoria, no estará de más mirar alrededor nuestro, donde nos encontramos con personas que también aspiran a la felicidad, y su destino tiene mucho en común con el nuestro propio.

 

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Aventar sin aire, trabajar en balde.
El refrán alude a la manera ancestral de conseguir grano trabajando en una era: aventar la parva. La parva es la mies ya cortada y trillada, que se lanza mediante los bieldos al aire para que el viento deje caer el grano en lugar cercano -por su mayor peso- y se lleve algo más lejos la paja, que también cae amontonada. Es la manera de separar el grano de la paja, con la ayuda del viento. Si el viento está ausente, esa labor sería vana. De ahí se deriva la enseñanza de que para actuar razonablemente hay que contar con circunstancias favorables, y de poco servirá lanzarse a lo loco a hacer cosas si no contamos con los medios adecuados. Suena muy conservador, pero sin duda es la voz de la sensatez.

 

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Al buen callar llaman santo.
Según Francisco Rodríguez Marín, esta debió ser la forma originaria de un refrán más conocido ("Al buen callar llaman Sancho"), y que yo cité en mi comentario anterior sobre "A veces pierde el hablar lo que ganó el callar", donde el asunto venía a propósito.
Pues bien, centrándonos ya en el refrán que hoy consideramos, Rodríguez Marín comenta: "Santo" y no "Sancho", debió de decirse originariamente, y se lee en antiguas colecciones.
Ateniéndonos a esta explicación del gran erudito cervantino, podemos deducir que este refrán que hoy citamos pudo ser anterior a la publicación del Quijote. También es de interés el hecho de que, en esta formulación, la prudencia que lleva a callar en ciertas ocasiones, se puede relacionar con la virtud e incluso con la santidad, aunque obviamente no se trate de una santidad heroica.
En dicha línea de espiritual prudencia se encuadra este otro refrán, proveniente del Quijote, que nos puede servir como toque de atención -al menos para no perder el tiempo, y ganar algo en virtud-:
"El refrán que no viene a propósito, antes es disparate que sentencia" (Don Quijote de la Mancha, parte II, cap. XXVI)

 

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A veces pierde el hablar lo que ganó el callar.
"Hablar" y "callar" forman una antítesis que puede ser muy fecunda para fomentar la reflexión. Así a bote pronto se me viene a la memoria el dicho de que "Dios nos ha dado una boca y dos oídos, para que oigamos más que hablemos" -tal vez se supone que debemos escuchar el doble de lo que hablamos, para así ser prudentes-. Igualmente recuerdo aquello de "Al buen callar lo llaman Sancho", aludiendo a que Sancho Panza muchas veces se tenía que morder la lengua y permanecer callado, ante las muchas locuras de Don Quijote. Creo que por ahí va la enseñanza que nos brinda este refrán: en principio, escuchar mucho; y ponderar, discernir, antes de lanzarnos a improvisar respuestas que pueden convertirse en meteduras de pata.

 

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A veces el necio dice un dicho cuerdo.
Si es verdad aquel otro refrán que dice: "De médico, poeta y loco, todos tenemos un poco", se seguirá de ahí que quien nos ha transmitido dicho refrán tenía algo de loco, y sin embargo nos ha dicho la verdad. El mundo no se divide tajantemente en gente necia y gente cuerda, sino en gente con mayor o menor grado de cordura y -en contrapeso- de más o menos insensatez. Supuesto que debemos tratar a todos con respeto, añadamos que debemos respetarnos a nosotros mismos, y cultivar en nosotros una vida sana en lo físico y en lo mental, que nos haga capaces de aceptar la verdad y detectar el error, vengan de quien vengan esos mensajes que -a primera vista- nos ofrecen duda.

 
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A veces de chica centella nace grande hoguera.
Desde el punto de vista formal, estamos ante un pequeño pareado (un par de versos conjuntados); el primer verso es eneasílabo y el segundo hexasílabo. La rima asonante en "e-a" colabora a unirlos entre sí. Por lo demás, la palabra "grande" -no apocopada en "gran"-, da solemnidad al refrán y un aire de solera antigua.
Tal vez al leerlo se nos vaya la mente a los incendios forestales, nacidos -en el mejor caso- de un descuido, como puede ser un cigarrillo que se supone apagado, y se arroja como tal al suelo. La desgracia que esto origina puede ser incalculable. Pero dicho mensaje es tan obvio que nos parecería pobre el refrán si no nos diera más. En un plano metafórico y al mismo tiempo muy familiar, entiendo que se refiere a peleas entre amistades o entre parejas, por un simple "Tú me dijiste..." -"No, yo te dije..." -"¡Siempre estás con lo mismo!" La conversación va subiendo de tono y degenera en riña. La riña se encona, y no se sabe a dónde puede llevarnos. Merece la pena un esfuerzo por dialogar sin subir el tono de voz. La centella entonces dará luz, pero no fuego incendiario.

 
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Ausencias causan olvido.
Se suele aplicar este refrán a situaciones de amor, en que los enamorados están distantes físicamente. Pero también es aplicable a situaciones de amistad o de compañerismo. Recuerdo que un compañero mío de carrera, allá por los años sesenta del pasado siglo, tuvo que cambiar de universidad por ciertas circunstancias. Lo recuerdo como un buen amigo, abierto y simpático. Al volver él a Sevilla y encontrármelo en la universidad, me dijo con cierto pesar que lo que más le dolía era que ahora algunos de los antiguos compañeros pasaban a su lado y lo ignoraban o lo esquivaban. La anécdota es ciertamente triste, pero corrobora el mensaje del refrán.

 
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Aun una aguja, se hallará si se busca.
Este refrán me trae a la memoria un dicho que -para ponderar la dificultad de algo- reza así: "Eso es más difícil que encontrar una aguja en un pajar". También me recuerda el pasaje evangélico en que Jesús de Nazaret habla de una viejecita que vive sola y ha perdido una pequeña moneda; tras revolver toda su casa, la encuentra, y al punto narra el acontecimiento a sus amigas y vecinas, pues está rebosante de alegría.
Hay empresas ciertamente difíciles, pero ciertamente lo peor de todo es desanimarnos ante ellas. Y algo peor que perder una aguja es perder el ánimo. Por tanto, cultivemos la actitud de búsqueda, y antes o después encontraremos lo que buscamos.

 
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Aunque todo sea barro, no es lo mismo tinaja que barro.
El refrán parece estar influido en su formulación por la mentalidad bíblica expresada en el Génesis: Dios creó al hombre del barro de la tierra, y le infundió un espíritu. Dentro de esta mentalidad, me encantan unos versos de reclamo expuestos en una alfarería de Triana (Sevilla), junto a la entrada. La leyenda reza así:
Oficio noble y bizarro,
entre todos, el primero;
pues que en la industria del barro
Dios fue el primer alfarero
y el hombre, el primer cacharro.
Aunque todos seamos cacharros de barro, y en dignidad humana seamos todos iguales, la vida nos ha ubicado en distintas situaciones. Siguiendo el refrán, una tina tiene más capacidad que un jarro. Nuestras diferentes capacidades y circunstancias sugieren al mismo tiempo que unos debemos ayudarnos a otros en variadas ocasiones.

 
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Aunque seas señor, si no lo pareces es como si no lo fueses.
Ni que decir tiene, que el mensaje es válido también para el género femenino: "Aunque seas señora...", pues aprovecha el carácter genérico y extensivo del masculino gramatical. La palabra "señor" obviamente no alude a lo que un "señor" pueda tener de dominante sobre los demás, sino al aspecto ennoblecedor de la palabra cuando -por ejemplo- se usa en la frase laudatoria, dicha de alguien: "Es un gran señor".
Nuestro refrán está en línea con dichos como "No sólo hay que ser bueno, sino parecerlo" -ya que las apariencias mal interpretadas pueden deslucir lastimosamente la imagen de alguien que en realidad es bueno-. Paralelamente, quien merece ser llamado "todo un señor", debe cuidase de evitar los detalles que puedan -a ojos de algunos- desvirtuar dicha imagen. No se trata tanto de cuidar la propia imagen, que sería un virtuosismo tonto, sino de dar buen ejemplo. Y debemos estar a la altura necesaria -cada cual en sus circunstancias y entorno- para poder darlo.

 

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Aunque la razón patea, la sinrazón triunfando se queda.
Una primera lectura de este refrán puede sugerirnos que se trata del triunfo del engaño y la injusticia sobre una conducta honesta. Por desgracia la vida se encarga de ilustrarnos con ejemplos poco ejemplares tal situación. Nunca se puede afirmar que se haya dicho la ultima palabra sobre el tema en cuestión, pero el aparente triunfo de lo injusto nos sacude interiormente y nos desazona.
En una segunda lectura, se me viene a la mente el aviso de Blas Pascal: "El corazón tiene razones que la razón no conoce". Esas "corazonadas" intuitivas y poco lógicas, no necesariamente van a ser desviadas o erróneas. Yo diría que gracias a ellas también es posible la creatividad, surgen las soluciones geniales, las salidas improvisadas de un atolladero, el recobrar una buena amistad..., y tantas cosas magníficas y deseables. Es importante valorar el potencial que tenemos para el bien, y sacar de él lo mejor. El posible triunfo de una situación injusta en alguna ocasión, no debe doblegar nuestro ánimo.

 
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Aunque otra sea tu mente, de buenas palabras págase la gente.
"Págase la gente" es una expresión clásica y antigua, cuyo significado viene a ser: a las personas les satisface -oír buenas palabras-. Cualquiera que sea el estado interior de quien lee el refrán (esa segunda persona a quien va dirigido), no le va a costar nada, o no le va a costar mucho tratar a los demás con buenas palabras, y no cargar a otros con los propios resentimientos, pesimismos, impresiones derrotistas... Aquí predomina el criterio de ponernos en el lugar de los demás, y tratarlos como nos gustaría ser tratados por ellos.

 
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Aunque entres en la viña y sueltes el gabán, si no trabajas, no te darán pan.
Este refrán tipifica una conducta que por desgracia es bastante frecuente: el hacer ademán de trabajar, cuando en realidad el sujeto ni está trabajando ni lo pretende. Es la actitud de quien llega a su despacho, cuelga su chaqueta, se sienta a la mesa y abre el periódico. Tal vez hace el sudoku o el crucigrama, o se dedica a la página de Deportes. Alguien lo llama por teléfono y le pregunta cómo lleva el informe que que deben entre los dos entregar hoy. Él responde que no va mal, y ruega a su interlocutor que se pase por el despacho donde él está, dentro de una media hora, para redondear conclusiones. En la media hora siguiente, el sujeto no se despega del periódico, buscando algún sensacionalismo. Cuando llega su compañero, confía en que éste le va a traer el informe prácticamente hecho. Tras un breve conversación entre ambos, firman el informe.
¿Les parece inverosímil la escena? Ojalá lo fuera. Puede que el sujeto en cuestión tenga encima la manía de quejarse de que no lo dejan trabajar a gusto.
Si nos sentimos aunque sea mínimamente aludidos por este mal ejemplo, debemos examinar a fondo nuestro horario, y cuestionarnos si nos merecemos el pan que nos dan. Todo puede reformarse. Si advertimos que el ejemplo no va con nosotros, enhorabuena.

 
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A un pícaro, otro mayor.
El refranero es condescendiente con el hecho de combatir los vicios con sus mismas armas; en este caso, de combatir la picaresca mediante más picaresca. Existe otro refrán parecido, que suena así: "A pícaro, pícaro y medio". El escritor Félix María Samaniego, en su Fábula XIV ("El gallo y el zorro") nos da estos versos para rematar la fábula, en la que el Gallo logra vencer con astucia la típica astucia del Zorro:
        El gallo se quedó lleno de gloria
        cantando en esta letra su victoria:
       "Siempre trabaja en su daño
        el astuto engañador;
        a un engaño hay otro engaño,
        a un pícaro otro mayor."

 

No sabemos si de Samaniego pasó al Refranero la frase, o si el camino fue el inverso.

 

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A todos ha de honrar el que de todos quiera ser honrado.
El respeto a los demás no debe entrar en una dimensión utilitaria: "te honro para que me honres"; sino que es la base de toda convivencia pacífica y feliz. El refranero lo formula como vemos, pensando que aunque muchas personas tienen presente el respeto debido a otros, puede haber también personas más mezquinas, que sólo valoren lo utilitario. Aun en este caso, honremos a los demás -nos dice- si queremos cosechar honra de ellos.

 

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Aunque armada la mentira, siempre es vencida.
La mentira se reviste de armas ficticias, porque no tiene otras. Llegada la ocasión que supone el reto de la verdad, mal se va a defender un soldado que lleva una espada de madera y un escudo de cartón. Se pondrán las cartas sobre la mesa, y quedarán al descubierto las cartas trucadas. Otro conocido refrán recuerda lo mismo, con una pintoresca hipérbole: "Antes se coge a un mentiroso que a un cojo."

 

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Aún no es vino, y ya es vinagre.
La palabra "vinagre" ya lleva en su raíz "vino", pues procede de la frase "vinum acre", como una síncopa de dicha expresión, que significa 'vino ácido'. Al vino, siempre según sus cualidades, le falta poco para tornarse ácido: sólo es cuestión de más o menos tiempo. Igual puede ocurrir con el temperamento humano: el simpático se puede volver antipático en breve tiempo, basta con una circunstancia que dé al traste con su paciencia. El refrán tiene una apostilla en el Refranero, que confirma esta interpretación: "Dícenlo de los vinos flojos que con facilidad se tuercen; y, figuradamente, de las personas de trato difícil." El antídoto parece ser que seamos personas de trato fácil, y nos cultivemos interiormente en tal sentido.

 

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A su tiempo maduran las uvas.
Pocas cosas habrá más bellas que un racimo de uvas en sazón. Para conseguirlo, fue necesaria mucha paciencia y afán de los agricultores, los cosechadores, los tenderos que lo ponen a nuestra disposición para disfrutar en casa de esas uvas como postre.
Hablando de madurez, siempre pensamos en la de los demás, para -posiblemente- encontrar algún punto de inmadurez en ellos. Así, damos por supuesto que nos encontramos en un equilibrio óptimo de madurez. Pero parece obvio -pensándolo en frío- que las cosas no pueden ser tan simples.
Sería una gran insensatez tratar de hacer crecer las vides tirando a manotazos de los tallos o de los pámpanos. Más bien es cuestión de cuidar con mimo y esperar. La naturaleza, bien tratada, nos dará su fruto. Paralelamente, no hay cursos intensivos para lograr la madurez de nadie, ni de nosotros mismos -que falta nos hace, sin duda-. Es cuestión de trabajo esperanzado y diario, tesón y amor. No olvidemos que a su tiempo maduran las uvas.

 

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Aunque el dinero te sobre, si no tienes caridad, llámate pobre.
Este refrán incide en el concepto cristiano de la caridad, que -por supuesto- no es exclusivo de los cristianos. Basta con que una persona se entregue de corazón a los demás para que ya esté en la órbita de lo que fueron la vida y las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Precisamente un buen ejemplo de la caridad, como el Buen Samaritano de la conocida parábola evangélica, era samaritano, y no judío; por tanto tendría otras concepciones religiosas de las que entonces se consideraban ortodoxas en el ámbito de Jerusalén. Jesús nos insistió en la caridad por encima de todas las otras cosas. Siempre recuerdo un dicho muy sustancioso, que me imagino tendrá muchas posibles aplicaciones -y allá cada cual con su conciencia-: "Era tan pobre que no tenía nada más que dinero".

 

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A sus menguantes debe la luna sus crecimientos.
Las mareas tienen sus ritmos alternantes; y así, cuando hay marea baja apreciamos la bajamar en la playa, e incluso podemos disfrutar de una playa más amplia, y también de posibilidades para mariscar si es que está permitido. No podemos, pues, decir que la marea baja desmerezca de la marea alta -cuando el mar parece estar en su plenitud-. Los científicos nos dicen que ese ritmo de las mareas depende en gran parte de la luna, la cual tiene también sus crecientes y menguantes, mutuamente condicionados -como nos hace ver el refrán-. Si vemos en la naturaleza una parábola de la vida humana, la conclusión es fácilmente deducible. Pasamos a veces por rachas de lo que llamamos "buena" y "mala" suerte, y a tono con ello otro refrán nos avisa: "A suerte mala, paciencia y buena cara". Ya que esa "mala" suerte puede ser presagio de otra suerte buena.

 

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Aun de aquello que veas, ni la mitad creas.
La credulidad sin límites puede anular nuestra facultad de discernimiento, que como personas racionales nos corresponde. Recuerdo que un profesor mío nos contaba la anécdota de una persona muy rústica, que decía: "Yo no me creo más que lo que veo escrito en letras de molde." Es decir: que a ese tal le bastaba con leer algo en un periódico para admitirlo sin más vacilación. Si fuéramos tan simples, aviados vamos -pienso yo-; pues los periódicos -y las cadenas televisivas, y las emisoras de radio...- también tienen sus tendencias, ideologías y chismorreos. Hace falta un criterio para moverse en esa selva de información que nos llega por todas partes. Incluso lo que vemos puede estar distorsionado (por la propaganda, por la precipitación, por intereses particulares, etc), como sugiere este refrán. Aunque, por otra parte, tampoco podemos perder la confianza en los demás, cuando se expresan de buena fe. Justo ahí en el fiel de la balanza está ese valioso discernimiento que debemos cultivar, y que tanto puede darnos.

 

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A una brasa ardiendo se agarra el que se está hundiendo.
Supongo que de este clásico refrán viene el dicho popular: "Ese es capaz de agarrarse a un clavo ardiendo". Ante una situación de emergencia hay que improvisar el camino de salvación, aunque haya que recurrir a meterse en un riesgo menor. Pienso qué sería de un alpinista si los clavos de sujeción que emplea en una escalada estuvieran ardiendo; y admito que ante el peligro de despeñarse tendría que agarrarse a alguno de ellos. Las circunstancias extremas a veces nos fuerzan a elegir un mal menor. Cultivemos en lo posible la lucidez mental para que nos ilumine ante un trance semejante, si llega. Y -entretanto- pidamos a Dios que no nos llegue.

 

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A todo se hace uno.
Alude a la adaptabilidad básica del ser humano. La necesidad o las circunstancias hacen que nos debamos adaptar a otras costumbres, otro horario, otra dieta alimentaria... si tenemos que vivir en otro entorno. Creo que el límite está en que sigamos siendo nosotros mismos, aun con diferentes hábitos de vida. Los romanos tenían un refrán muy conocido: "Dum Romae fueris, romano vivito more" (Mientras estés en Roma, vive según las costumbres romanas). Y en la misma dirección apunta el refrán castellano: "No donde naces, sino donde paces".

 

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A todo el que come se le caen migajas.
Refrán que puede tener cierta solera bíblica, recordando aquel episodio de Jesús de Nazaret ante la mujer siro-fenicia (extranjera para los judíos), quien le pedía que sanara a su hijo. Jesús le dijo: "No estaría bien negar el pan a los hijos y dárselo a los perros". Ella contestó, con fe y audacia: "Sí, Señor, pero también los perrillos comen de los mendrugos que caen de la mesa de sus amos." "Mujer, grande es tu fe" -le respondió Jesús, y le sanó a su hijo.
Sin necesidad de subir tan alto en nuestras reflexiones, es obvio que en cualquier situación difícil que vivamos, por angustiosa que sea o nos parezca, siempre se escapan flecos que pueden ser semilla de acontecimientos mejores para el futuro. Tengamos la serenidad suficiente para observar esas circunstancias positivas y aprovecharlas para nuestro bien. "No hay mal que por bien no venga", nos aconseja otro refrán, bien conocido.

 

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A ti mesmo para mientes, / quequier que digan las gentes.
Estamos ante un refrán castellano del siglo XV, formulado en esa entrañable forma arcaica que podemos apreciar. Dicho en lenguaje actual, sonaría algo así como: "Centra tu atención en ti mismo, sea cual sea la opinión que de ti tengan y manifiesten los demás." Cuando de forma muy breve le decimos a alguien que queremos "Cuídate", estamos transmitiéndole la quintaesencia de este refrán. Lo positivo del mismo es que debemos actuar con personalidad y convicción, fiándonos de nuestro juicio y conciencia más que de opiniones externas. Pues si no tenemos autoestima, es difícil que estimemos de veras a quienes nos rodean. El peligro, no obstante, puede estar en que nos desentendamos de los demás y nos idolatremos a nosotros mismos; por ahí también desembocaríamos en el engaño de una vida bastante falsa. El buen sentido debe llevarnos a tomar el refrán por su aspecto positivo; en suma: no ser un juguete de las opiniones ajenas.

 

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Asno es de natura quien no sabe leer su escritura.
Este refrán no es precisamente de los más conocidos, y me hace recordar una anécdota que hace tiempo me contaron: Se trata de un novicio de una orden religiosa, que llevaba un diario espiritual, escrito a mano por él, donde apuntaba sus ideas, inspiraciones, jaculatorias u oraciones favoritas, etc Cierto día se lo enseñó al maestro de novicios, el cual no acertaba a leer nada, dado lo confuso de la letra. Al decírselo así al novicio, éste le respondió: "Sí, pero es que lo que yo escribo es para Dios y para mí solamente". El Padre maestro le mostró ciertas líneas del escrito y le pidió que se las leyese en voz alta. El novicio asintió; y lo intentaba, pero acabó diciendo: "Pues eso es sólo para Dios, porque para mí..., desde luego que no".
Esta sería una aplicación literal del refrán. Y suponiendo que tal situación se diera en realidad, difícil sería contenernos de llamar cariñosamente "burrito" al tal novicio, que no entendía su propia escritura. Es un quehacer bonito procurar escribir con buena letra, como una especie de respetuoso homenaje a quien vaya a leer aquello que escribimos. Pero más bonito todavía es profundizar en la dimensión metafórica del refrán: conocernos a nosotros mismos en la medida de lo posible, observar nuestra reacciones y tratar de mejorarlas cuando haya lugar, tratarnos amigablemente, cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente, equilibrar el trabajo y el descanso... Todo esto es importante, no sólo por nuestra propia salud anímica, sino también a fin de estar disponibles para poder ayudar a los demás. De lo contrario puede darse el triste caso de que el gran desconocido para nosotros mismos -por sus rudos modos- coincida con nuestra propia persona.

 

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Así el mundo va andando: unos riendo y otros llorando.
Seguramente cada persona es un minimundo, que ha de pasar por las dos experiencias: reír y llorar. No pensemos que todo esto nos sobreviene de fuera, ni mucho menos irremediablemente. Está en nuestra mano cultivar un ánimo sereno, que relativice las penas -no siempre son tragedias- y las alegrías -no siempre son triunfos decisivos-, y mediante esa serenidad nunca dé por perdida su capacidad de amar, que es la que nos hace ser personas de verdad. También merece la pena considerar el posible enfoque social del refrán, como si dijéramos a primera vista: "hay gente feliz, que tiene de todo, hasta motivos para reír a gusto; y hay gente desgraciada, que carece de lo más elemental. Y los primeros posiblemente vivan a costa de los segundos." No creo que se puedan simplificar tanto las cosas, ni desde luego la felicidad consiste en tener de todo. Pero si en esa reflexión se implica una denuncia social, creo que lo urgente es examinarnos a nosotros mismos, a ver cómo andamos de disponibilidad para ayudar a los demás en nuestro entorno. No podemos coger la primera piedra para lapidar a otros sin habernos antes examinado a fondo. Y, en cualquier caso, nunca hay que lapidar a nadie, sino pedir y urgir responsabilidades, y poner el remedio que esté en nuestra mano poner.

 

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Arroyito, ¡qué turbio vas! Ni yo me meteré, ni tú me llevarás.
Desde el punto de vista métrico, es una cuarteta asonantada de 4/5/7/7 sílabas -también llamada, en su brevedad, "cantar"-. La rima asonante recae sobre los versos pares (segundo y cuarto), como en los romances. Obviamente tiene un ritmo muy marcado, al que colabora el paralelismo sintáctico de los dos últimos versos.
Me evoca otro refrán que reza así: "Del agua mansa, líbreme Dios; que de la brava me libro yo". Ambos refranes avisan sobre el riesgo de meternos en aguas desconocidas, por más que aparentemente no sean peligrosas (caso del segundo refrán), o en el supuesto de que no se vea su fondo (primer refrán). Ni que decir tiene que el "agua" es un sustituyente metafórico de "situaciones, ocasiones": no hay que lanzarse a ellas sin una previa y prudente reflexión, pues de lo contrario peligra nuestra integridad personal.

 

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Arco, mañana charco.
Refrán brevísimo, que aun en su escueta forma hace gala de una sonora y rotunda rima consonante.
Se refiere al arco iris, pero dejando al oyente un lugar de reflexión para reponer la palabra elidida (iris), invitándolo así colaborar en la interpretación del conjunto. Es un refrán popular recogido en Peñarrubia (Málaga; y frente a este ejemplo sureño existe una variante norteña en gallego: "Arco da vella, auga na terra" '(Hay) arco iris, (hay) agua en la tierra'.
Su contenido está en la línea de "Año de nieves, año de bienes". Los fenómenos meteorológicos, como es el agua en sus distintos estados físicos, pueden traer felices augurios -o lo contrario- a la vida campesina, y consecuentemente a toda vida humana. Una vez más, la simbiosis de la naturaleza con la humanidad queda subrayada.

 

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Árboles y amores, mientras tengan raíces, tendrán hojas y flores.
Es un tercetillo de arte menor, heptasilábico, con rima consonante entre el verso inicial y el final. Sin duda resulta pegadizo al oído.
A mí me recuerda la parábola de Jesús de Nazareth sobre la casa edificada sobre roca, frente a la otra casa edificada sobre arena. Obviamente, ésta última está expuesta a caerse ante el embate de un temporal, y no así la primera. Tal ruina es la que ocurriría también tratándose de un árbol sin raíces, aparte de que -en este caso- dicho árbol desenraizado no podría ni siquiera tener vida; cuánto menos si hablamos de estabilidad ante una tormenta. Hay presuntos "amores" que carecen de vida y raíces, y se sustentan sobre conveniencias meramente humanas, cuando no materiales. Al menor soplo de dificultades el árbol se cimbrea y amenaza caerse, a no ser que los enamorados empiecen a serlo de verdad y pongan espíritu y vida en su relación. Estirando un poco el símil, podemos imaginarnos que las "hojas" simbolizan la casa familiar, por ser una especie de techumbre, y las "flores" pueden ser los hijos, si los hay. Todo padecerá tristemente si no cuidamos el árbol de nuestra relación, y éste se nos cae.

 

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A quince de marzo, da el sol en la sombra y canta la alondra.
Estamos ante un sencillo retrato de naturaleza abierta, como anuncio de la Primavera -cuya llegada ya desde fines de enero se irá haciendo sentir-. Desde el punto de vista rítmico es un tercetillo de 6-6-6 sílabas, con rima asonante entre los dos últimos versos: esto colabora al efecto de sonoridad. Como procedimiento retórico tenemos una especie de oxímoron o leve contradicción: "da el sol en la sombra": cuando lo imposible se hace real, estamos ante un ambiente mágico -que es lo que se pretende transmitir-. El canto de la alondra, también nuncio de la mañana, da el contrapunto sonoro. La naturaleza nos dice: hay esperanza.

 

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A quien trabaja, sólo un demonio le tienta; pero al que no trabaja, cincuenta.
Este refrán en su traviesa formulación encierra mucha filosofía. Quiere decir que nunca estamos libres de tentaciones o de "sacar los pies del plato" actuando egoísticamente. Igualmente sugiere que la ocupación que implica el trabajo tiene un efecto sanador: hace disminuir las tentaciones. Una sana ocupación repercute en una mente sana. Por lo contrario, el estar desocupado y ocioso es una fuente de asechanzas que pueden enredarnos para que nos comportemos mal. Recuerdo a un maestro del espíritu, en mi colegio, que cuando le venía algún chico desocupado y tristón, le decía: "Niño, colecciona sellos, colecciona mariposas." No entro aquí en el serio problema del paro laboral, tan ajeno a la voluntad de los afectados. Me refiero genéricamente a la disposición a trabajar y a asumir sus responsabilidades.

 

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A quien todo lo tiene, algo le ha de faltar: quien le diga la verdad.
Quien nada en la abundancia, es fácil que tenga amigos aduladores, o que pretendan aprovecharse de los beneficios del rico. Habrá que dudar de esa supuesta "amistad", tan interesada. Sin embargo, tengamos en cuenta que quien dice las verdades -siempre que las diga educadamente- puede ser un verdadero amigo, el cual -a riesgo de caer mal y provocar enfados- se aventura a dar su franca opinión sobre las situaciones concernientes a la persona que tiene ante sí, precisamente con el sano propósito de que ésta mejore interiormente y se haga más abierta y humana. Todo esto es muy delicado, ya que entramos en el terreno de las relaciones interpersonales. Pero tengamos en cuenta que quien te habla serenamente y con la verdad en la mano, ése/ésa puede ser quien te brinda una valiosa amistad.

 

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A quien tiene la razón más segura, no le falta un ramo de locura.
Por muy bien asentada que tenga uno la cabeza, si goza de una mente creativa y emprendedora, no lo faltará una ráfaga de inspiración dionisíaca, que le dé empuje y lo segregue en algún modo del común de la gente. Esa singularidad de arranque espiritual es la que propicia tanto la santidad como los grandes logros artísticos de cualquier orden, como también a su vez la investigación de alto alcance, y las grandes hazañas reformadoras en el mejor sentido. La potencialidad para alzarse en esos vuelos reside en todo ser humano, aunque no así la agudeza de la intuición, ni el tesón requerido para lanzarse y perseverar; ni cuentan todos con las oportunidades o los medios necesarios. No en vano hay un refrán bien sabido que sentencia: "De médico, poeta y loco, todos tenemos un poco."

 

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A quien tiene buen vino, no le faltan amigos.
Este refrán tipifica un comportamiento muy humano, dentro de nuestra flaqueza, pero no tan noble: buscarnos amigos influyentes, poderosos, ricos..., para beneficiarnos en plan material de su "amistad" -que es precisamente lo que está en tela de juicio: esa supuesta "amistad"-. Si queremos revalorizar la amistad, busquémonos amigos que nos enriquezcan como personas: por lo que son, más que por lo que tienen. Una variante del refrán, con cierto aire clásico -por lo de las antiguas monedas- es esta: "A quien tiene ducados, no le faltarán primos ni cuñados". Y una coplilla popular -que recurre al tema de visitar al amigo enfermo o al que está en prisión- nos advierte con tono hiperbólico en el mismo sentido:
"En la cama y en la cárcel
los amigos se han de ver,
en diversión no me busques,
porque no te quiero ver."
Tampoco va a estar de más -apostillemos- contar con los buenos amigos en la diversión.

 

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A quien te quiere bien, en el rostro se le ve.
Yo diría que este refrán es transparente por sí mismo; y me recuerda otro refrán: "La cara es el espejo del alma". Hay sentimientos que son difíciles de disfrazar, y uno de ellos es el de la sincera amistad. La persona que de verdad te estima te lo demostrará con sencillez mediante su actitud hacia ti, sin que se necesite una especie de termómetro o de baremo para medir ese afecto. Es una de las mayores satisfacciones el concienciarnos casi instintivamente de que tenemos amigos que ciertamente lo son.

 
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A quien saber no quiere, no hay maestro que le enseñe.
El proceso de aprendizaje de maestro a discípulo es siempre un proceso de ida y vuelta. Tiene dos vías, que deben estar abiertas: vocación y dedicación por parte del maestro; cooperación y receptividad por parte del alumno; y buena voluntad por ambas partes. Son valores que deben brotarnos de dentro y no se pueden forzar, ni obligar bajo amenaza de castigo. Casualmente, hoy me he topado con un bello dicho: "Trabajar en la enseñanza supone aprender todos los días" (José Vasconcelos). Es mucha verdad, y puedo atestiguarlo por mi experiencia. Siempre es menester ponerse uno un poco en el lugar del otro.

 
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A quien no te ha de ayudar, no le vayas a llorar.
No es difícil tener una apreciación aproximada sobre quién pueda -y posiblemente, quiera- ayudarnos en determinada situación, y quién no. Es la intuición personal la que nos debe guiar en tales circunstancias. "No se le pueden pedir peras al olmo", viene a decirnos otro refrán; y verdaderamente entre las personas que conocemos habrá vías muertas para determinadas peticiones; y también con suerte habrá alguna que otra vía abierta. Es mal asunto tratar de doblegar a los "inflexibles" con súplicas y lloros. Tal vez así nos los pondremos más enfrente, si cabe, y se nos cortará el camino para otro tipo de ayudas en las que sí puedan echarnos una mano. Las relaciones humanas son difíciles en ocasiones, y es la intuición, vivificada por el amor a nuestros semejantes, la que nos indicará caminos, sin despreciar nunca a nadie.

 
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A quien le falta ventura, la vida le es dura.
Veo aquí un refrán muy realista, que detecta sin tapujos la mala suerte de ciertas personas en la vida. No hay que imaginar mucho para ver en nuestro entorno abundantes ejemplos. Efectivamente, la suerte es un ingrediente precioso para una vida feliz, así lo apreciamos cuando deseamos a otros "¡Buena suerte!" en tal o cual asunto. Sin embargo, sería pueril dividir a las personas en dos categorías: las que tienen suerte, y las que no. Incluso en nosotros mismos reina esa dicotomía: en parte nos acompaña la suerte, y en parte no. En cualquier caso, salvo circunstancias extremas, no debemos considerarnos "víctimas de la mala suerte". Siempre podemos cooperar, aportando un ánimo optimista, con las rachas de buena suerte, para así superar las rachas malas. Esta disposición nos dará objetividad para ver que en la llamada "mala suerte" puede haber pesado sensiblemente nuestra desidia o nuestra indiferencia. Tal conocimiento puede hacernos mejores, si lo tomamos como escalones a subir para nuestra superación personal. Como el misterio siempre persiste, os deseo buena suerte a todos, y a mí mismo.

 
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A quien más le resiste, con más fuerza el amor embiste.
Creo que es importante advertir de entrada que aquí se habla de amor, de donación desinteresada de uno mismo por

una sublime estima de la otra persona; no se habla de apetito sexual y de su satisfacción, lo cual muchas veces se toma como sucedáneo del amor. Con frecuencia se habla de "hacer el amor" y no está mal dicho: habrá que hacerlo, puesto que no existe. Pues bien: hablando de amor verdadero, es bien sabido lo paradójico de su acción en nosotros. Quien se esfuerza en escapar de sus redes, por algo será. Probablemente estará bastante enganchado, y sus esfuerzos -que suenan artificiales- no lo van a liberar. Es necesario plantearse las cosas con la cabeza fría, aunque el corazón siga caliente. Darse un tiempo, tal vez sin citarse entretanto con la persona amada, y enfocar el asunto con sinceridad y calma por ambas partes. ¿Que esto es utópico? Pues responderé con otro refrán: "Lo que mucho vale, mucho cuesta". Y, más que el amor, no hay cosa que valga.

 
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A quien madruga, Dios le ayuda.
Creo que es uno de los refranes más conocidos del español, y verdaderamente constituye un antídoto frente a la pereza. Cuando suena el despertador, en vez de pensar en el día entero con sus posibles problemas, que nos abruma como una losa..., pensemos más bien: tengo por delante un día para hacer cosas buenas y bien hechas, para ser útil a alguien o a varias personas, para mostrar una sonrisa en vez de un mal gesto; tengo la oportunidad de superar la marca de ayer, pues fallé en esto o aquello. Tengo un tiempo precioso para ser amable, para disfrutar de mil detalles bonitos de la vida. Echad la imaginación a andar, y se os olvidará que es muy temprano, que está nublado, que el dinero anda escaso, que hay gente antipática con quienes tendréis que tratar. Dad gracias a la vida, que os brinda el día de hoy. Todo puede irnos mejor si en vez de poner un mohín de disgusto abrimos la mañana con una sonrisa.

 

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A quien huye, abrirle puertas.
Entiendo que este refrán se refiere a personas conocidas con quienes nos relacionamos, no a la familia ni a amigos íntimos. Esto supuesto, considero muy lógico que cortemos con aquellas personas que quieren cortar con nosotros, pues no somos dueños de la voluntad de nadie. Si nos muestran desconfianza o nos tratan con malos modos, mejor que enfadarnos y pelearnos es poner tierra por medio, al menos temporalmente, hasta que pase la borrasca. De una manera más clara lo expresa también el Refranero: "A enemigo que huye, puente de plata."

 

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A quien esperar y sufrir puede, todo en su tiempo le viene.
El refrán es una alabanza de la paciencia; y yo diría que una invitación también a la perseverancia en el trabajo por conseguir nuestros objetivos. Sería ingenuo pensar que esa "espera" de la que se habla al principio ha de ser una espera pasiva, como la de quien espera que le llueva todo de lo alto sin esforzarse. Todo lo contrario, pues debemos llenar esa espera de cooperación y optimismo, sin desfallecer ante los contratiempos, con la mira puesta en ese resultado que sanamente ansiamos. No olvidemos el refrán complementario: "A Dios rogando, y con el mazo dando."

 

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A quien Dios quiere bien, en el rostro se le ve.
Entre las personas que tratamos, puede haberlas más o menos simpáticas, graciosas o acogedoras. Creo que este refrán se fija en otros valores más espirituales, que no encuentro otro modo de sintetizar que diciendo que son personas que transmiten paz. Cuando nació Jesús nos vino con él un mensaje que considero muy significativo: "Paz a las personas que ama el Señor." Seguramente Dios nos ama a todos como hijos, pero quizá sienta predilección por algunas personas que responden en la vida como "tierra buena" (tal como aparece en la parábola del sembrador). Son esas personas que responden gustosamente a las buenas inspiraciones, y difunden a su alrededor un sano ambiente de confianza y paz. Es una paz espiritual, tal vez casi inaccesible por otros medios, y por ello pienso que es un regalo divino. Me permito añadir a estas consideraciones una de las Bienaventuranzas, que es para mí la favorita: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios". Entiendo que no se trata sólo de ver a Dios en el cielo, tras la muerte propia; sino que en esas bellas palabras se significa ir viendo a Dios en los demás, en nuestros semejantes, mientras tratamos con ellos. Seguramente, quienes enfocan así la vida irradian paz en su rostro, en sus palabras, y en sus gestos.

 

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A quien de ti se fía, engañarle es villanía.
No hay nada más feo que traicionar una buena amistad. El umbral de la amistad es la confianza mutua, y también es detestable engañar a quien sencillamente confía en ti; partiendo de la base de que a nadie se debe engañar. Pero ocurre que, según la manida frase hecha, "donde hay confianza, da asco". Con el tiempo entra la rutina y se relajan los buenos propósitos; y así no tratamos al prójimo con la debida delicadeza. Al poco tiempo, resulta que le vamos retirando la confianza. De ahí a engañarle no hay más que un paso. En ese triste proceso, posiblemente hemos perdido al amigo o a la persona de confianza. Cuidemos, pues, al amigo o al buen confidente, y obsequiémosle siempre con nuestra lealtad. Difundiremos el bien a nuestro alrededor, y ganaremos mucho como personas. Una variante más breve de nuestro refrán reza así: "A quien de ti se fía, no le engañes".

 

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A quien con carbón ha andado, vésele en lo tiznado.
Este refrán me recuerda otro: "No se cogen truchas a bragas enjutas". "Enjutas" quiere decir secas. Dicho de otro modo, para pescar truchas hay que mojarse en los rápidos por donde discurren; y para manejar carbón hay que tiznarse. No despreciemos a nadie por sucio (ni por ningún motivo), sino pensemos que puede haber estado trabajando para su bien o para su familia o para la sociedad en que vivimos. Los trabajos desagradables y especialmente los que provocan suciedad no suelen ser muy queridos, pero por eso mismo pueden ser mucho más dignos de agradecer hacia quienes los asumen.

 

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A quien bien hace, otro bien le nace.
Es uno más entre tantos refranes breves, con rima -para ayudar a su retención en la memoria-. Con todo, su contenido no es un mensaje de tantos, sino que tiene su hondura específica. Cuando se trata de hacer el bien a otros enseguida pensamos en el dinero, en la caridad expresada en limosnas. Sin despreciar este tipo de ayuda, que también a veces resulta ser muy necesario, pensemos que es sumamente importante dar algo de nuestro tiempo y de nuestra atención a quien lo necesita. A veces nos convertimos en avaros del tiempo o de la sonrisa, y eso no puede ser bueno. Bien lejos de ayudar a nadie, tal modo de ser nos daña a nosotros mismos. Por el contrario, la disposición de ayudar a personas de nuestro entorno -y consideremos que hoy día el mundo es un pañuelo- enriquece y conforta a dichas personas, y de refilón nos hace más humanos. No pensemos pues en "perfeccionarnos" mediante el altruismo, ya que eso mismo arruinaría el fruto de la buena acción. Más bien démonos de corazón a la tarea de acercarnos al prójimo, y muchas cosas buenas se nos darán por añadidura.

 

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Aprovecha el tiempo; y si no, al tiempo.
Aunque es lógico que tenemos que descansar debidamente para rendir en el trabajo, por la misma lógica el tiempo de trabajo debemos aprovecharlo, arrancándole todas las posibilidades que nos ofrece. De lo contrario, el tiempo mismo nos pasará factura: trabajos que no entran en el plazo requerido, importantes deficiencias que deslucen nuestra labor, etc. Obviamente, hay un sagaz juego de palabras en torno a la palabra "tiempo". En su primera aparición se trata de un espacio en el continuo temporal que debe llenarse con trabajo, estudio, aplicación, etc. En la segunda aparición -"y si no, al tiempo"- se trata de una especie de plazo futuro, en el que el tiempo desperdiciado nos pedirá cuentas de nuestra dejadez. Hay una versión más espiritual, que también brindo para quien quiera aplicársela: "Aprovecha el tiempo, que vale el cielo".

 

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A quien bebe, hablar no se debe. (Mientras bebe.)
La breve aclaración entre paréntesis viene dada en el refranero; y ello me hace pensar que hay dos posibles lecturas del proverbio: una, más genérica; y otra, más concreta.
La lectura genérica se refiere a una situación normal de beber: beber agua, o una soda, o un zumo de frutas, o incluso una copita ocasional de vino. Sea cual fuere el contenido del vaso usado para beber, no se debe distraer con palabras al que está bebiendo, pues puede desconcentrarse y mancharse la ropa de bebida; o bien puede querer respondernos al punto, cosa difícil mientras está bebiendo, y así atragantarse con el agua o el líquido que sea. Más vale esperar a que pase el trago, y después iniciaremos el diálogo.
La lectura específica se refiere a beber en la acepción concreta de beber alcohol. Si nuestro presunto interlocutor abusa de las bebidas alcohólicas, o si simplemente es muy sensible a ellas, obviamente debemos esperar a que esté sobrio para no ponerle en el disparadero de decir desatinos, creándose así una situación violenta y lamentable.
En cualquier caso, paciencia y humanidad hacia ese semejante nuestro que tiene el vaso en la mano.

 

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A quien a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija.
Este refrán se suele tomar en una versión algo irónica y negativa, en el sentido de "El que se busca un buen enchufe para medrar, tendrá ventajas". Me gustaría reivindicar para él un sentido positivo, por ejemplo: buscarnos buenas amistades; acercarnos a alguna ONG, o bien a instituciones benéficas, aunque sólo sea para probar cómo nos va; integrarnos en algún voluntariado... En principio, son "buenos árboles" los que estoy mencionando; y su "buena sombra" puede ser sacarnos un poco de nosotros mismos y hacer crecer sanamente nuestra autoestima. Seguro que aprenderemos muchas cosas, nos agrandará el espíritu, y nos valdrá la pena.

 

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Aquello es lo mejor que a lo bueno se acerca.
Este refrán se apoya en la relatividad del concepto "lo mejor". Es muy difícil saber de antemano "qué es lo mejor", aunque aproximadamente tengamos a menudo una intuición de "lo bueno". Tal vez por tratar de conseguir lo mejor podemos perder lo bueno, y en este sentido nos avisa así el refrán complementario: "Lo mejor es enemigo de lo bueno". Posiblemente, lo mejor sea disfrutar en cada momento las cosas buenas y agradables que la vida nos va presentando. Esto parece fácil, pero requiere un espíritu sereno y positivo.

 

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Aquella es la patria, donde uno bien pasa.
La frase "ciudadano del mundo" se usa tanto que ya va desgastándose y diciendo poco; pero es cierto que con los viajes de avión, programas de estudio o de turismo, etc., cada vez tenemos más recuerdos entrañables de países variados del mundo. Hay personas que habiendo nacido en un lugar, se establecen en otro y permanecen allí porque les va bien. Recuerdo a un amigo que decía, muy significativamente: "Iremos allá donde esté el pan". El presente refrán apunta en esa dirección. Como dice otro refrán bien conocido, "No donde naces, sino donde paces". Y otro más, que se expresa de manera muy llana: "Aquella mi tierra es donde me va bien". No se trata tampoco de que olvidemos nuestra "patria chica" o nuestra patria grande, que siempre serán entrañables; sino de que enfoquemos la vida actual con mirada realista y abierta.

 

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Aquel que no es "pa ná", por donde lo llevan va.
El refrán aparece así formulado, con ese vulgarismo "pa ná", que no deja de ser expresivo. Alude al borreguismo del que se deja llevar por el ambiente, sin personalidad ni sentido crítico alguno. El antídoto parece ser "servir para algo": prepararnos para ser útiles a la familia y a la sociedad, teniendo buen carácter, servicialidad y cierta cultura que esté a nuestro alcance. De este modo sabremos ocupar nuestro puesto, y nos encontraremos hábiles para echar una mano solidaria a nuestro alrededor.

 

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Aquel es engañado que pensó engañarnos.
La formulación algo antigua de este refrán no es óbice para que se entienda. Las armas del engañador, tarde o temprano, se vuelven contra él; pues le será difícil mantener el clima de engaño. El presunto engañado en ese trance, no más advierte la trampa, puede hacer uso de otro refrán: "A pícaro, pícaro y medio", y reaccionar frente al engañador con astucia. Para salirnos de este ambiente no tan edificante, citaré otro refrán que -situándose en la antítesis de lo dicho- puede devolvernos la fe en las relaciones humanas: "Aquel es rico que es franco de corazón".

 

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A pedradas no se cogen los pájaros.
Si vamos paseando por el campo y queremos cazar pájaros sin disponer de más armas que las piedras del terreno, aunque parezca lo más obvio cazarlos a pedradas y nuestro afán nos incite a ello..., no es la solución más inteligente. Sin duda los pájaros huirán, y nos quedaremos con las manos vacías. La caza de pájaros requiere una escopeta -de cartuchos con perdigones o de balines de plomo al menos-, o bien requiere una trampilla adecuada o también a su vez liga para untar las ramas y poderlos coger cuando estén posados. Hay medios que tendremos que procurarnos para no hacer el ridículo. Lo más inmediato no siempre es lo más eficaz. Tenemos que darnos un tiempo para pensar la estrategia y aplicarla. Hay otro refrán en esta línea, que dice muy brevemente "Apresúrate despacio". Viene del latín "Festina lente", y se dice que fue uno de los lemas favoritos de Octavio César Augusto. Parece que hay ahí una contradicción, pero lo que hay es una paradoja salvable. Quiere decir que a veces se ahorra tiempo y esfuerzo dando un rodeo, en vez de cortar por un aventurado atajo. Los japoneses tienen también un refrán para esto: "Isogeba maware" (Si tienes prisa, da un rodeo). Y creo que vendrá a nuestra mente aquello de "Vísteme despacio, que tengo prisa".

 

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Aprendiz de mucho, maestro de nada.
Otra versión dice "Aprendiz de todo, maestro de nada", donde se aprecia muy bien la oposición "todo" / "nada". Este refrán es una aplicación, en tema de saberes, artes y técnicas, del famoso refrán "Quien mucho abarca, poco aprieta" (donde se juega con la antítesis "mucho" / "poco"). Resulta ser de sentido común que puesto que el saber está hoy día tan parcelado en dominios, es imposible ser maestro en muchos saberes y pretender abarcar mucho. Más vale especializarnos en algo, y ser humildes para aprender de los demás en todo aquello que no dominamos. Sobre todo a la hora de emitir un juicio o una opinión, siempre es bueno hacerlo con modestia y buenas maneras, aun cuando se trate de un asunto que creemos conocer bien. La manera de manifestarse uno puede decir mucho a su favor o -por el contrario- puede descalificarlo casi de entrada.

 

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A papel bien estudiado, no hay cómico malo.
Un octosílabo y un hexasílabo, con rima asonante, dan forma a este refrán, del que -a mi entender se desprenden- tres enseñanzas:
*No hay que escurrir el hombro ante trabajos o colaboraciones que posiblemente nos correspondan; todo es cuestión de aprendernos el papel, y no vale la excusa de "yo no sirvo para eso". En realidad, nadie ha nacido sabiendo.
*Debemos animarnos ante la lucha por el futuro, pues gran parte del éxito va a depender de nuestra actitud.
*Si la palabra "papel" se toma irónicamente, como un atajo para suplir una preparación profesional, ¡cuidado! Pues de improvisadores está el mundo lleno. Debemos prepararnos bien para superar nuestros retos, y buscar competencia en los que nos brindan sus servicios.
En resumen: si nos aprendemos bien, y sin ficciones, el papel que nos asigna la vida, podremos salir adelante y superarnos. Ya que nuestro mundo empieza por nosotros mismos -por cada uno en cada caso-, seamos los primeros en dar el paso adelante, poniendo corazón en cuanto hagamos.

 

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A palabras necias, oídos sordos.
Es uno de los refranes más famosos de la lengua española, tanto que -al citarlo ahora- muchos de nosotros recordaremos haberlo dicho o haberlo oído decir más de una vez. Efectivamente, la maledicencia tiene mil lenguas, y no todas ofenden igual. Hay algunas que ni siquiera llegan a causar ofensa, por aquello de que "No ofende el que quiere, sino el que puede", como reza otro refrán. Muchas personas hablan mal de otras sin conocimiento de causa, muy frecuentemente por un desliz pasional o por pura envidia. Hay que filtrar todo eso por el juicio de un sentir sano, objetivo, y nada revanchista. Como la situación aludida es tan frecuente, no falta una variante del refrán: "A palabras necias, sordas orejas".

 

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A otros tiempos, otras costumbres.
Obviamente, las costumbres no son eternas, y es lógico que cambien con el devenir del tiempo. Parece que nuestro papel se reduce a amoldarnos a la situación, acogiendo los cambios de la mejor manera posible. Esto es parcialmente válido, incluso respecto a las costumbres personales, donde hay más lugar a conservar lo que nos conviene, sin dejar de adaptarnos a lo nuevo, según nuestro criterio. Creo que es útil preguntarnos qué ganamos y qué perdemos, al adoptar la costumbre innovadora. Sin duda hay un lote no negociable de valores humanos de índole espiritual que nos configuran a cada uno. Es como el "sancta sanctorum" (o santuario) de nuestra intimidad y de nuestra propia personalidad. Es lo que yo llamo, en "román paladino" (o habla cotidiana) "llevar la cabeza sobre los hombros", sin que se nos descuelgue de ahí. Adaptarnos cada uno, sin dejar de ser el "yo" que nos gusta ser; y ayudar a los demás de nuestro entorno en ese sentido, siempre que sea posible y prudente hacerlo: ésta acaso sea la mejor fórmula, si es que hay alguna.

 

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Amor y trabajos ponen el pelo blanco.
Pido perdón por asumir el protagonismo, pero estoy escribiendo este comentario el día de mi 42 aniversario de Boda, siendo muy felices las dos circunstancias: la Boda, y su Aniversario hoy, en la feliz compañía de mi mujer. Mi cabeza está completamente blanca de canas, que nunca me he teñido. Las canas tienen un valor, si con ellas se gana experiencia y sentido humano de la vida; es decir: de nosotros mismos y de los demás. No dejamos de estar aprendiendo, abiertos al mañana. Hay otro refrán de análogo contenido: "Años, redaños y desengaños hacen al hombre".

 

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Antón Perulero, cada cual atienda a su juego.
Este refrán tiene forma de inicio de una canción infantil, que todavía resuena en mis oídos como un eco de ayer mismo, cuando era niño: "Antón Perulero, /cada cual atienda a su juego; / y el que no lo atienda / pagará una prenda." Muchos juegos dependen de lo despierto que está el jugador ante la jugada próxima; y todo ello es una metáfora de la vida: el trabajo, la atención a la familia, los asuntos urgentes... Todo requiere que estemos atentos a la realidad, sin tensiones, pero con dedicación; para no perder esas oportunidades que suelen ser cruciales e irrepetibles. Hay una variante muy conocida: "Quien tiene tienda, que la atienda; y si no, que la venda."

 

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Libro prestado, o perdido o estropeado.
Este refrán, aunque carece de verbo en forma conjugable, es muy dinámico y directo. Digamos que no se anda por las ramas. Se supone que la persona que te pide un libro prestado tiene contigo la confianza requerida para hacerlo. Esa misma confianza hace que muchas veces dicha persona no se va a dar prisa en leerlo y devolvértelo, o bien que no va a tener el primor necesario para forrarlo mientras lo está usando. En cualquier caso, tardarás en volver a ver el libro, y es posible que no se te devuelva en buen estado de conservación, e incluso puede que no vuelvas a tener el libro en tus manos. Consecuencia: sopesa el riesgo, antes de prestarlo. Como remedio ante tal situación, un amigo me decía que el único eficaz es el siguiente: un día que estés en casa de tu amigo, pídele tú también un libro prestado; es difícil que se niegue a dejártelo, teniendo él en préstamo un libro tuyo. Con esa baza en tu favor, te será más fácil recordarle en fecha prudente que tenéis que intercambiaros los libros mutuamente prestados. Otro remedio, algo más rudo, es preguntarle a tu amigo, en el momento de prestarle el libro, cuándo te lo podrá devolver. Tú lo apuntas en tu agenda y, pasado ese día, lo llamas y le preguntas si lo ha leído, y qué le ha parecido, etc. Si te dice que aún lo necesita, pregúntale que hasta cuándo, más o menos. Y pasada esa nueva fecha, llámalo de nuevo. El asunto es delicado, pero la situación no es infrecuente, y el refranero la contempla. Otro refrán que apunta a lo mismo es este: "Antes que verme prestado, quisiera verme quemado (dicho por el libro a su dueño)"

 

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Antes que se le ocurra una necedad a un mentecato, se le ocurrió a algún sabio.
Este refrán es una buena receta para la humildad intelectual. A veces se nos ocurre una idea luminosa, con la que creemos que estamos descubriendo el mundo; y resulta que el mundo está ya descubierto. También los sabios tienen "ocurrencias", buenas y malas. Debemos relativizar nuestros arranques de optimismo, sin acabar con nuestro optimismo al mismo tiempo; ya que más vale ver siempre la botella medio llena, mejor que medio vacía. Pero sí que es importante investigar en torno a nuestros presuntos inventos, no vaya a ser que nos descolguemos con asertos muy obvios para los demás, y perdamos encima credibilidad. Existe una frase de Terencio, que incide en el tema: "Nihil dictum est quod non sit dictum prius" (No hay cosa dicha que no haya sido dicha con anterioridad). Pues aunque el mundo cambia mucho, las situaciones humanas se repiten. Y nunca está de más echar un vistazo a la sabiduría de nuestros antecesores, para cotejarla con nuestras geniales ideas.

 

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Antes de hacer nada, consúltalo con la almohada.
Es una versión, en clave de refrán, de la clásica frase "Dormiremos sobre ello". Cuando se ha de adoptar una decisión que no apremia para hacerla sobre la marcha, no estará de más dejar pasar una noche, tomarse el descanso del sueño, y resolver con la cabeza clara. El apresuramiento siempre es malo, cuanto más para las cosas importantes. El relax corporal ayuda a la mente a funcionar. Existe una variante de nuestro refrán, con muy poca diferencia en su expresión e idéntico contenido: "Antes que resuelvas nada, consulta con la almohada". Al tratarse aquí de dos octosílabos rotundos, creo que esta segunda enunciación gana en sonoridad: rasgo éste muy importante para un refrán.

 

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Antes cogen -o pillan- al mentiroso que al cojo.
Sin duda la versión entre guiones (-o pillan-) se da para remediar la posible cacofonía "cogen al cojo"; a la par que el verbo "pillar" suena más familiar e intuitivo. El refrán se refiere a la práctica imposibilidad de mantener una situación de mentira, pues la verdad siempre se abre paso por indicios, o porque las pruebas se hacen evidentes, o porque la misma psicología del mentiroso acaba traicionándole. Es una actitud sana caminar en la verdad y, aparte de ello, nos hace respirar a fondo con energía, para así gozar más de cada momento que la vida nos brinda.

 

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A noche oscura, linterna clara.
Es curiosa la disposición de este refrán, que da como resultado un prodigio de brevedad expresiva. Consta de dos frases de cinco sílabas cada una, sin rima. El ritmo viene dado por la equivalencia de sílabas en ambas frases, y por la hábil oposición de contrarios: noche-linterna / oscura-clara. No es casualidad que las realidades más "luminosas" -por decirlo de algún modo- aparezcan en la segunda parte, cerrando el refrán, dando así un aire optimista al conjunto. Quiere decir que cualesquiera que sean las dificultades que se nos interpongan en la vida, debe ser más fuerte nuestra voluntad de vencerlas, aportando el conveniente medio de que dispongamos. Recuerdo que uno de mis bien recordados educadores me decía, medio en latín, medio en castellano: "No lo dudes: medio ad finem" (=usar el medio necesario para conseguir un fin). El límite a esta sentencia está en no hacer daño a los demás, ni a nosotros mismos. Otro refrán, totalmente latino, reza así :"Homines sunt voluntates" (=las personas valen lo que vale la voluntad de cada una de ellas). Y en el sentido de evitar daños, tenemos este otro proverbio: "Antes que armas tomar, todo se ha de intentar".

 

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A ningún cojo se le olvidan las muletas.
Es más fácil el olvido de un encargo que nos hacen sobre la marcha que el posible olvido de alguna obligación contraída, aunque también ésta se nos puede olvidar, a veces con malas consecuencias. Lo importante es dar a cada cosa el valor que tiene, y archivarla como tal en nuestra agenda mental. Para un cojo las muletas suponen su movilidad para caminar y trasladarse de un sitio a otro, que es algo vital, normalmente. Por eso no olvidará las muletas. Es más fácil que se nos olviden unas gafas de sol que unas gafas graduadas que necesitamos para ver. Establecer una jerarquía de la importancia de cuanto tenemos pendiente es una forma de que cada actividad ocupe su lugar, y no dejemos caer fácilmente en el olvido aquello que es más importante, o que más nos obliga. Conviene pensar no sólo en la materialidad del quehacer que nos espera, sino también en las relaciones humanas implicadas en todo ello. Así, aparte de ser ordenados, seremos también amables.

 

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Ánimo apasionado, desacertado.
Aunque hay que poner cierta pasión en nuestras actividades, pues de lo contrario resultarían mustias y desganadas, debemos vigilar para que la pasión no nos ciegue y llegue a desequilibrar nuestro control. Poner voluntad y corazón en lo que hacemos, es importante; pero creer que tenemos el monopolio de la verdad y del acierto sería sin duda catastrófico. Debemos conocer los límites de nuestras posibilidades, y en ese ámbito trabajar con confianza. El refranero completa unos consejos con otros, y en este caso se nos viene a la mano el siguiente dicho proverbial: "Ándate a lo que sabes, y pasarás la vida suave".

 

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Andando se quita el frío.
Andar es el deporte más elemental, y está al alcance de casi todo el mundo. -Los que no puedan hacerlo sabrán, sin duda, aplicar el refrán a otras actividades que pueden desarrollar.- Es importante el ejercicio físico; y especialmente en invierno, una buena caminata resulta ser un estupendo antídoto contra el frío, aparte de que es una actividad barata y -en ocasiones- puede incluso ahorrarnos un billete de autobús. Nuestros músculos y articulaciones necesitan ese lubricante que se llama "buen espíritu", el cual se fomenta de muchas maneras; entre ellas, andando. Casi me dan ganas de inventar un refrán paralelo para el verano: "Nadando se quita el calor" (y de paso -añadiríamos- se hace uno de los ejercicios más completos, como es la natación). Recuerdo, a propósito de todo esto, dos dichos a modo de refranes bienintencionados que me dieron los médicos a raíz de una operación quirúrgica. El primero reza así "Poca cama, poco plato, y mucho zapato." Y el segundo: "Mucha suela y poca cazuela".

 

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Andando, andando, vuelven los tiempos de antaño.
Las grandes fiestas, como Navidad, Año Nuevo, Semana Santa... son especialmente ocasiones de retorno a los "tiempos de antaño", incluso a nuestro pasado, cuando éramos niños y la vida se organizaba de otra forma. Vuelve asimismo el recuerdo de los seres queridos que entonces nos acompañaban, y ahora en cierto modo nos acompañan espiritualmente, dándonos confianza, valentía y amor, con su presencia cálida en nuestra memoria. Pero ni siquiera hay que recurrir a las grandes fiestas; pues en nuestros nietos podemos advertir cualquier día rasgos de sus abuelos o de sus bisabuelos, en el hombre o la mujer que piden en la puerta de la iglesia vemos otros que recordamos de cuando íbamos con nuestros padres a Misa, en las canciones que oímos nos resuenan dejos de algunas que atesoramos en nuestra memoria... Nada hay nuevo bajo el sol..., ni bajo la luna (podríamos añadir). Y en la luna de Año Nuevo brillan destellos del Año Viejo, que también pueden ser entrañables.

 

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Amor sin dolor no es verdadero amor.
El amor no alcanza su madurez hasta que no supera la prueba del fuego, es decir: compartir los momentos duros, hacer nuestras las penas de la persona amada, tener corazón para querernos a pesar de nuestras deficiencias e incluso defectos... Es fácil estar a buenas cuando las circunstancias nos sonríen, pero no lo es tanto cuando vemos cerrarse nuestro horizonte, y el futuro parece ensombrecerse. Entonces es el momento de confiar el uno en el otro, dialogar con sinceridad y delicadeza..., en suma: es el momento de demostrar nuestro verdadero amor. Es también una ocasión de oro para hacer crecer esa valiosa realidad espiritual que nos une, llamada -sin más- amor.

 

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Amor nunca dice "basta".
Es un refrán tan breve como expresivo. Hay un refrán análogo, para otro orden de cosas: "El saber no ocupa lugar", con lo cual se significa que toda la vida puede uno pasarla aprendiendo cosas nuevas. El punto de analogía está en que el amor, incluso si va dirigido a una sola persona, siempre es susceptible de aumento: se puede querer más y más, y no existen límites. Cuanto más será esto cierto, si el amor se expande a la familia, las amistades, los compañeros... Y yo añadiría algo: un amor en crecimiento es lo que más dignifica y enriquece a cualquier persona.

 

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Amor grande, amor de madre.
Creo que muchos nos apuntaríamos al dicho -un tanto infantil- "En el reparto de madres, a mí me tocó la mejor". Las madres manifiestan su amor a los hijos de mil maneras a lo largo del día, a lo largo de meses y años. Haber tenido a una criatura en su vientre, y luego verla crecer, desde luego imprime carácter. Podemos tener amistades, relaciones con personas, amor entre esposos o en vida de pareja, muy buenos recuerdos de muy buena gente... Nada de eso oscurece ni merma el amor de una madre, y el precioso recuerdo de ella cuando nos falta. Ahora, eso sí: nada se da gratuitamente, ni por el solo hecho de ser madre. Hablando de amor, hay que poner corazón, alma y los cinco sentidos. Dicho de otro modo: también las madres tienen que ganárselo. Seguro que saben el camino.

 

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Amor con amor se paga; lo demás son vanas palabras.
El amor tiene muchas manifestaciones: el amor a los padres, a los hijos, a los hermanos, a la pareja... Y el denominador común, para que sea verdadero amor, es que sea desinteresado y se centre en la persona querida, sin pretender sacar nada a cambio. "El amor se ha de poner más en las obras que en las palabras", nos avisaba con sabiduría San Ignacio de Loyola. Y, en esa línea, recuerdo unos versos de José María Pemán: "No hay obra que valga nada / si no es del amor reflejo." El amor es lo que de verdad nos enriquece, pues es amando como nos hacemos más amables. El amor se sublima en la correspondencia a ese amor, si bien ésta nunca se puede forzar.

 

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Amigo leal y franco, mirlo blanco.
Este refrán es un modelo de brevedad y expresividad; ni siquiera usa el verbo copulativo "es" para unir sus dos frases. Estas riman en consonante -la rima más completa, según los tratadistas-, y consisten respectivamente en un octosílabo y un tetrasílabo (este último actúa como pie quebrado de cierre, y da sonoridad a todo el conjunto, que resulta así muy rotundo y agradable de oír). Su contenido exalta la rareza -y consecuentemente, la grandeza, de la verdadera amistad-. Creo que es una experiencia universal que los buenos amigos son siempre escasos: "rara avis", diríamos mediante el conocido latinismo. Hay refranes que abundan en la idea, por el efecto contrario -es decir: proclamando lo interesado de muchas supuestas amistades-; y como muestra citaré dos de ellos:
"Amigo, no de mí, sino de mi trigo." ""Amigo, de lejos te traje un higo; pero así que te vi me lo comí." La inventiva popular no tiene límites en esto de tipificar situaciones humanas de cada día.

 

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Amasando se hace el pan.
Recuerdo que cuando era niño mis padres nos llevaron -a mis hermanos y a mí- a la tahona de un pueblecito andaluz, donde se veía amasar, moldear, y luego cocer, la masa del pan. Allí mismo comprábamos el pan que necesitábamos, caliente, apetitoso, y más blanco y limpio que el de la capital. La visita a la tahona y la contemplación de su actividad nos hacía apreciar más el pan de que disfrutábamos en las comidas o en la merienda. En aquel alimento estaba el esfuerzo de las manos artesanas de unos panaderos y panaderas, personas humildes y sencillas. No hay un producto satisfactorio que no porte en su entraña cierto trabajo humano. Igualmente es cierto que nunca conseguiremos un resultado satisfactorio en nuestra actividad, profesional o no, sin poner los medios, el tiempo y el esfuerzo. Y esa actividad nuestra, a su vez, puede redundar en beneficio de otros. La cadena del trabajo puede hermanarnos; basta que reflexionemos un poco sobre su alcance.

 

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A mal tiempo, buen aliento.
Es uno de los refranes más breves, consistente en un pareado tetrasilábico con rima asonante. Cumple, pues, con creces uno de los requisitos básicos de los refranes, a saber: que todo refrán debe tener una forma fácil de memorizar. Su contenido es una buena lección de ánimo, especialmente cuando las circunstancias no ayudan precisamente a cumplir nuestros cometidos. El tesón en sobreponerse a la adversidad debe ser más fuerte y perseverante que la adversidad misma. Existen otras variantes, como el muy conocido proverbio "A mal tiempo, buena cara"; y el dicho latino "Per aspera ad astra", también muy sonoro para el oído, y que puede interpretarse al sentido: "Conquistar las estrellas, por muy dura que sea la ruta a seguir".

 

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A malos ojos no hay cosa buena.
En los mensajes que nos llegan del exterior, hay indudablemente un estímulo que nos viene de fuera, pero también hay un filtro que mediatiza nuestro modo de ver las cosas: nuestra propia subjetividad, nuestro enfoque de la vida. Recuerdo un amigo que, para enfatizar lo que iba a comunicar a continuación, no decía "con toda objetividad...", sino "con toda subjetividad te diré que...". Es casi imposible liberarnos de nuestra subjetividad; de donde se sigue que es una labor necesaria educar esa subjetividad nuestra para que no desfigure la realidad según en cada caso nos apetezca verla. De ahí que el pesimista redomado que todo lo ve mal, no va a percibir en su entorno nada positivo, nada que le levante el ánimo. No sólo se empobrece espiritualmente, sino que a menudo causa problemas entre las personas que lo rodean. Debe poner de su parte y contar con la ayuda de alguien de su confianza, para ejercitarse en aprender a mirar sin prejuicios.

 

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A mala cabeza, buenos pies.
Si se nos olvida una cosa importante -el móvil, la agenda, la llave del coche, el bonobús, la lista de compra...- habrá que volver a recogerla. La mala memoria ha de tener su contrapartida en buena disposición para el ejercicio físico. También se dice "Quien no tiene cabeza, tiene pies", "A mala memoria, buenos pies". El hecho mismo de que haya unas cuantas variantes del refrán, indica que el olvido de cosas elementales es muy humano. Como debilidad humana, aceptémosla, y no nos enfademos cuando caemos en ella: simplemente quiere decir que es hora de andar un poquito más, lo cual a su vez es saludable.

 

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Allá van los ojos adonde está el corazón.
Por la interioridad que describe, este refrán resulta entrañable. Es significativo incluso que el adverbio "adonde", dinámico, indicador de dirección, sustituye a un posible "donde": "Allá van los ojos donde está el corazón", que sería una formulación también aceptable, aunque más estática e imprecisa. "Adonde" señala un destino, seguramente la persona amada. Por ello el refrán me parece enunciar un canto al amor, sencillo y directo. Pensemos que el amor es un elemento espiritual, a menudo -y por desgracia- olvidado en las relaciones interpersonales. Es muy psicológico el rasgo de que se nos escapan los ojos en busca de alguien a quien de veras queremos

 

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Ama a quien te ama, y responde a quien te llama.
Dado que hay muchas formas de amor, parece propio de un corazón muy frío no corresponder de alguna manera a quien nos muestra amor. Siempre habrá una respuesta que podamos dar al amor que se nos presenta, aunque no sea comprometiéndonos vitalmente en principio. Sin duda será el trato el que nos lleve a más intimidad, o bien a calibrar hasta dónde podemos llegar. En cualquier caso, aquí se nos habla del amor como una respuesta que siempre -a través del afecto y la delicadeza- podremos dar a quien nos ofrezca verdadero amor

 

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Ama de buen grado, si quieres ser amado.
En este proverbio, que a su vez aborda el tema de la correspondencia en el amor, hay un enfoque de iniciativa que ha de ser tomada por alguien -el destinatario del refrán- en un intercambio de amor. Es una invitación a adelantarnos en amar, frente a la actitud pasiva y algo "de vuelta", típica del derrotista que dice "a mí nadie me quiere". Viene aquí a propósito el dicho espiritual de San Juan de la Cruz: "Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor"
 

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Al triste, la miel se le vuelve acíbar. Este refrán no censura a quien está ocasionalmente triste por alguna circunstancia adversa, sino a quien "es" triste por naturaleza, o -dicho de otro modo- al pesimista congénito, que tiende a verlo todo negro. Incluso la miel le sabrá amarga, pero -obviamente- la amargura brotará de él, no de la miel. Bien le vendrá una cura psíquica, bajo la dirección de alguien experimentado. El refranero también contempla la antítesis de lo aquí presentado, al decirnos:

Al varón fuerte, ni el tiempo ni la muerte (pueden con él).El paréntesis es un añadido del mismo refranero, para mayor claridad; aunque seguramente tiene más energía el mensaje sin ese añadido. Hacerse fuerte ante la adversidad es un mérito, y ojalá se nos convierta en un estilo de vida. Si queremos "calidad de vida" -término muy usado ahora-, un ingrediente importante es la fortaleza de ánimo para procurarla y para mantenerla.

 

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Al "toma" todo el mundo asoma; y al "daca", todo el mundo escapa.

Puede considerarse que este refrán consta de cuatro versitos, según la pauta 3A / 6A // 3B / 6B. La rima es consonante entre los dos primeros versos, y asonante entre los dos últimos. Aparece una palabra antigua, "daca", conocida por la frase "toma y daca" -equivalente a "toma y dame"- proveniente de "da acá" (como si dijera: dame a mí, que estoy aquí). Es fácil entender que mediante este refrán se está criticando a las personas prestas a recibir y reacias a dar; dicho de otro modo: se censura la tacañería y el egoísmo frente a la generosidad de dar. El ser humano tiene sus puntos débiles, y con frecuencia advertimos que éste es uno de ellos. La superación es posible y, cuando se da, saca a flote la nobleza del espíritu humano. En los Hechos de los Apóstoles, del Nuevo Testamento, se nos refiere que los primeros cristianos destacaban por su generosidad hacia el prójimo, y encontraban más felicidad en dar que en recibir.

 

bullet Al son que me tocan bailo
Es un refrán breve, octosilábico y sonoro; y formulado en primera persona, lo cual colabora a que nos transmita un tono de cercanía, pues de algún modo nos implica en su protagonismo. El significado es ambivalente, a mi modo de ver: como las monedas, tiene anverso y reverso: su cara y su cruz. En la cara, o mensaje positivo, transmite una invitación a que seamos flexibles y adaptables al ritmo de la vida, ya que así nos enriqueceremos y disfrutaremos más de todo. Es lo que los romanos decían desde antiguo con el proverbio latino "Dum Romae fueris, romano vivito more" -Mientras estés en Roma, vive de acuerdo con las costumbres romanas-. En la cruz, o mensaje negativo, nos aporta una crítica irónica a la falta de personalidad, por la que podemos dejarnos arrastrar como peleles, a merced de los estímulos exteriores. En resumen: es bueno adaptarnos a las situaciones, pero sin dejar de ser nosotros mismos.

 

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Al pan, pan; y al vino, vino

Es uno de los refranes más conocidos del español, hasta el punto de que casi todo el mundo lo sabe de memoria. Valiéndose de la comida y la bebida más populares en nuestra cultura mediterránea, como son el pan y el vino (con resonancias incluso religiosas en los Evangelios y en la Liturgia cristiana), nuestro proverbio nos invita a la llaneza y sinceridad en el hablar, huyendo de la afectación y los deslices semánticos. Claridad, y poner el alma en la palabra -diríamos resumiendo-. Con base en este refrán existe uno paródico, como una censura de los mensajes tergiversados por malicia o ignorancia: "Al pan, vino; y al vino, pan" -denunciando así que no siempre la gente es veraz-. Asimismo hay refranes afines al que hoy comentamos, y que abundan en la idea de la popularidad del pan y el vino: "Pan y vino andan camino"; o -más explícitamente-: "Con pan y vino bien se anda el camino".

 

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Al pajarillo, la lengua le es cuchillo.
Es un refrán de los más breves, con dos frases de 5 / 7 sílabas respectivamente, y rima consonante. Trae el añadido siguiente: ("Pues su canto lo delata al cazador"). Más conocido es otro refrán, de significado algo diferente, pero bastante análogo: "Por la boca muere el pez". Tal vez el énfasis del primer refrán está en el contraste entre la alegría del pajarito que está cantando en plena naturaleza, y la fatalidad de que ese canto es precisamente lo que se vuelve contra él, poniendo en peligro su vida; pues, como afirma otro refrán, "Pájaro que vuela, a la cazuela". El refrán sobre el pez tiene otro escenario: un pez pica confiado en el cebo, pues tiene hambre, y esa misma boca hambrienta es la que va a propiciar su captura, al quedar enganchada en el anzuelo. Ambos refranes tienen en común su advertencia frente al deseo de aparentar, lucir nuestras habilidades o supuestos méritos, y dejarnos ir de la lengua ante personas que no merecen nuestra confianza. Ojo, pues cuanto digamos en ese sentido y contexto puede volverse en contra nuestra.

 

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A los hombres, querellos; pero que no lo sepan ellos. (Dicen las mujeres)

           Debo aclarar que el añadido que va entre paréntesis no es de mi cosecha, sino que aparece con el refrán.  Opino que aquí el refranero

               trata de internarse en el enrevesado mundo de la sensibilidad femenina.  Aconseja no mostrar un amor meloso o abundante en frases

               que expresen "te quiero", sino más bien poner el amor en la manera de enfocar la vida cotidiana, siguiendo el antiguo dicho de que el

               amor se ha de  poner más en las obras que en las palabras.  Parece que la mujer teme el posible engreimiento del hombre si éste se v

               e muy bien querido, y así -mediante cierta moderación en expresar los afectos- se le puede tener un poco a raya.  Dentro de este

               mundo tan paradójico, cobran sentido expresiones aparentemente contradictorias, como ésta, traída de otro refrán: "Al revés te lo

               digo, para que me entiendas."

 

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A lo hecho, pecho.
Tal vez sea uno de los refranes más conocidos del español; casi podría decirse que forma parte de nuestro acervo lingüístico. Su brevedad, y sus dos palabras más importantes unidas por la rima, ayudan a la memorización fácil. Su lección es incontrovertible: "el pasado no tiene vuelta", "la historia nunca se escribe al revés"... son frases bastante sabidas que apuntan a lo mismo. Hay que aceptar el pasado y sus consecuencias, y a partir de ahí sacar lo mejor en experiencia y posibilidades para ir labrando el futuro. Hay otros refranes afines, de los que citaré uno en tono algo derrotista dentro de su realismo, y otro más optimista. El primero reza así: "A lo que no puede ser los hombros encoger". Y el segundo: "Al osado, la fortuna le da la mano". El punto de equilibrio entre ambas actitudes -realismo y esperanza- es difícil, paro hay que encontrarlo.

 

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Quien se viste de ruin paño, dos veces se viste al año.
Este refrán es un aviso al excesivo ahorrador, que siempre compra lo más barato. Se suele decir también "lo barato es caro", pues lo barato pronto hay que reponerlo, haciendo así un nuevo gasto. Contra ese afán desmesurado por comprar barato, el refranero avisa también de este modo: "Al miserable y al pobre, todo les cuesta doble". Y esto no se dice con desprecio hacia nadie por ser pobre; se trata más bien de una miseria moral y de cierta avaricia de espíritu convertida en manía: la de un falso ahorro.

 

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Almendro, te tiran piedras, porque tienes almendras.
En la edición de Rodríguez Marín de la que tomo este refrán, se añade una aclaración: "Alude a envidiados y envidiosos". No está mal tenerla en cuenta, porque a primera vista parece contradictorio que un apedreamiento se deba a las buenas cualidades de algo, como en este caso son las del almendro, que está cumpliendo su cometido de dar una lucida cosecha de almendras. ¿Por esto lo apedrean? Más bien para que suelte esas ricas almendras. Muchas veces vemos que personas que destacan por sus buenas cualidades -humanas, científicas o profesionales en general- son criticadas porque esos valores positivos hieren susceptibilidades de otros u otras que están a su alrededor. Lamentablemente, son las envidias o los innobles celillos los que mueven dichos comentarios. Las palabras entonces se convierten en proyectiles que acribillan. Como la naturaleza humana comporta rasgos comunes a personas de muchas culturas y etnias, se me viene a la cabeza un refrán japonés muy célebre "Deru kugi wa utareru", que quiere decir: "Al clavo que destaca lo remachan". Es curioso, porque precisamente por destacar se lleva los golpes.

 

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Al indiscreto no fíes tu secreto.
Es un refrán breve, que consta de 5 + 7 sílabas con rima interna consonante. A pesar del respeto que nos merece todo ser humano, es evidente que nos podemos topar con personas "indiscretas", las cuales no merecen nuestro insulto en ningún caso, pero tampoco nuestra confianza. Es una medida de prudencia saber calibrar a quién podemos confiar nuestros "secretos", y a quién no. El refranero en esto es muy drástico, y a veces va más allá: "Secreto seguro es el que no has dicho a ninguno". Y en lo que respecta al trato humano, da un consejo que suena muy fuerte: "Al hombre mal encarado, dale de lado". Parece ser un realismo necesario para, ante todo, evitar enfrentamientos y situaciones desagradables.

 

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Al hombre fiel todos le quieren bien.
Este breve refrán presenta una composición muy eufónica de 5 / 7 sílabas y rima asonante, con final en sílaba aguda. Una pequeña maravilla de la métrica, grata al oído y fácil de recordar -como es uno de los cometidos de los refranes-. Su contenido es tan antiguo como la civilización humana, dondequiera que ésta se encuentre. Ya en el Antiguo Testamento encontramos "Vir fidelis multum laudabitur" (El hombre fiel será muy alabado), en el Libro de los Proverbios. Es de suponer que tan bella enseñanza seguirá siendo verdad, a pesar de que no estén muy de moda hoy día los conceptos de "fidelidad" y de "sacrificio" (éste último, muy valioso en multitud de ocasiones para mantener la fidelidad). De nosotros, personas del siglo XXI, depende que un mensaje como el aquí comentado conserve viva su vigencia.

 

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Al hombre en el hablar, y a la campana en el sonar (se les conoce).
El refrán consta de un par de frases rimadas, la primera de siete sílabas métricas y la segunda de nueve, y el conjunto es eufónico; la parte que va entre paréntesis es un añadido para la mejor comprensión del proverbio. Si una campana está cascada, al sonar se advertirá que tiene una grieta. Si está entera, aunque sea vieja sonará bien. Paralelamente, nuestros defectos y virtudes de alguna manera afloran a nuestra manera de expresarnos: si somos amables o más bien secos; si tenemos prisa o no; si nos importa nuestro interlocutor o queremos despacharlo pronto; si estamos abiertos a escuchar, o acaso cerrados a ello; si ya lo sabemos todo, o nos gustaría aprender algo más a través de lo que nos dicen... etc. Buena cosa sería que en cualquier conversación procurásemos cultivar más la atención a quien nos dirige la palabra y a lo que quiere decirnos. Esto nos hará más humanos seguramente; y no está reñido con aplicar el discernimiento a lo que oigamos, apreciando siempre como persona a quien nos habla.

 

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Al hijo se quiere desde que se siente (dicho por las madres).
Creo que sólo la experiencia de ser madre puede avalar este refrán, por lo que los varones debemos conformarnos con afirmar que debe de ser verdad. Sin duda será una experiencia alucinante descubrir que, dentro mismo de la mujer, se alberga una nueva vida, con toda la esperanza que puede traer consigo. Todo será poco para que esa vida incipiente -¿niño? ¿niña?- se desarrolle en el mejor ambiente que podamos proporcionarle. Las madres tienen la palabra; y deben contar con el apoyo de la familia, de la pareja, y de cuantas buenas personas se encuentren a su alrededor. Por la vida que quiere nacer, y se anuncia ya como un mensaje de amor.

 

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Al hierro caliente, batir de repente.
Aunque se suele decir que no se debe reaccionar ante las situaciones difíciles en caliente, sino más bien esperar a que se serenen las cosas, el refrán alude a otro tema: aprovechar las ocasiones cuando se presentan, ya que más tarde puede ser todo inútil todo esfuerzo. En este sentido, hace falta clarividencia y decisión ante las buenas oportunidades, para no perderlas.

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Hay otra variante del mismo refrán:
Al hierro, en caliente; porque en frío, "trabajo perdío".

          Esta variante recurre a una forma coloquial del participio -"perdío"- para facilitar la rima.

 

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Algunas veces dice el diablo la verdad.
Al diablo se le suele llamar en la Biblia "padre de la mentira", y algo de eso debe de haber; pues su misión es embaucarnos para que nos desviemos de nuestra misión en la vida.
Pero también afirma un refrán que "más sabe el diablo por viejo que por diablo"; es decir, que su experiencia es larga y sabe de qué pie cojeamos. Si "sabe" y no se equivoca, quiere decir que nos conoce con bastante verosimilitud, y nos tienta buscándonos las vueltas, tratando de halagar y satisfacer a nuestro "ego"; algo verdadero nos dirá también entonces, para ser creíble. No estará, pues, de más, una llamada a la prudencia para que, así como él nos conoce, lo vayamos conociendo y no caigamos en sus redes. Pero -¡ojo!- suele disfrazarse de mil circunstancias para cogernos desprevenidos.

 

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Algo es algo; dijo al ver el hueso el galgo.
Procurando acercarme a la psicología perruna, pienso que un hueso debe de ser todo un tesoro para un perro.  Tratándose de un galgo, perro corredor y cazador, supongo que éste preferiría que el hueso en cuestión llevara adherida carne para poder desgarrarla con sus dientes, e ingerirla mientras roe el hueso.  Tal vez el refrán nos está poniendo por delante un galgo excesivamente exigente, que echa de menos un mejor lote.  En cualquier caso, el noble animal, a quien hay que reconocerle su franqueza, parece que manifiesta un cierto agradecimiento ante su comida.  No siempre se consigue lo que sería ideal en una situación dada, pero es un rasgo de espíritu sano reconocer lo que se nos da, y agradecerlo.  Ya vendrán mejores ocasiones.  Otra variante del refrán, quizá conformista en exceso, es la que reza así: "Algo es algo, menos es nada".

 

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Algo debe de querer quien te hace fiestas que no te suele hacer.
¿Cuántas veces nos hemos quejado de que no se nos reconocen debidamente nuestros méritos?  Y cuando por alguna circunstancia se reconoce nuestro trabajo, nos enorgullecemos sanamente, y crece nuestra autoestima.  Todo esto es muy humano, y puede servirnos para nuestro crecimiento interior.  Nos gustan las felicitaciones de los amigos, pero lo sospechoso es cuando vemos a alguien, conocido o no, que nos festeja de un modo inusitado; pues nos entra la sospecha de que posiblemente nos esté halagando para conseguir algún provecho propio.  Así pues, aun en los momentos de euforia, procuremos que no nos ciegue el orgullo ni nos ensordezcan los halagos.  Mantengamos la cabeza lúcida para distinguir el oro de la escoria.

 

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Al galgo más lebrero se le va la liebre en enero.
La palabra "lebrero" viene de del latín "leporarius", siendo este término un adjetivo derivado de "lepus, -oris", que significa "liebre". Así pues, "lebrero" quiere decir "relativo a la liebre"; y tratándose de un galgo, hablamos de un galgo dedicado a cazar liebres.  Pues bien:  incluso a un galgo especializado en dicho menester se le escapa de vez en cuando alguna liebre.  Si se añade "en enero" puede ser aludiendo a que, por el frío propio de primeros de año, el perro de caza se encuentre más entumecido y menos entrenado.  La idea es antigua, pues ya se decía -en latín- de Homero que "Aliquando etiam dormitat Homerus", a saber: "Alguna vez también duerme Homero"; indicando que el gran poeta épico griego también pudo producir algún verso más o menos cojo.  El refrán nos exhorta a no ser excesivos en nuestra búsqueda de perfección.  Permitámonos algun fallito y no nos desanimemos por él.  Nos puede servir de experiencia.  Incluso los especialistas fallan alguna  vez que otra en lo suyo. 

 

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Al espantado, la sombra le basta.
Se entiende "para espantarle aún más".  Hay una variante, que dice: "Al espantado, su sombra le basta".  Esta segunda formulación concentra la raíz del temor en la propia sombra del sujeto espantado.  Según la primera fórmula, cualquier sombra circundante le basta para acrecentar su pavor.  En cualquier caso, se refiere a las aprensiones enfermizas que asedian al ser humano, sin más razón de ser que un espíritu apocado que tiende a magnificarlas.  El refrán, dentro de su observación realista, es también una invitación indirecta a sacudir lejos de nosotros las aprensiones infundadas.  Con una sana reacción de nuestro espíritu entero, debemos hacer hincapié en los valores positivos de que disponemos.  Seguro que con ellos podemos hacer frente a esas "sombras" fantasmas.  

 

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Al embarcar, el primero; al desembarcar, el postrero.
En cuanto a su forma, este refrán se acerca a un pareado octosilábico con rima consonante.  Digo que "se acerca" porque el supuesto segundo verso tiene nueve sílabas en vez de ocho -aunque dicha irregularidad puede remediarse por "compensación" (es decir, eliminando del cómputo la sílaba inicial del segundo verso por su unión vocálica con la sílaba final del primero, como haciendo una sinalefa entre ambos versos, al recitarlos) .  La rima, que aparte de ser eufónica es mnemotécnica (para ayudar al recuerdo), ha motivado la elección de la palabra el "postrero" por el "último".  Su mensaje es como una lección de actividad bien encaminada. "Al embarcar, el primero", nos indica el refrán; como diciendo: dando ejemplo, con decisión y -una vez asumida la decisión- sin arredarse ante las posibles contrariedades.  "Al desembarcar, el postrero": tal como se dice del capitán de un barco, que debe ser el último en abandonarlo; es decir: con cortesía hacia los compañeros de travesía, y sin escurrir el hombro ante la propia responsabilidad de haber liderado el embarque.  Las aplicaciones de este sencillo refrán son innumerables. 

 

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Alegrías y pesares te vendrán sin que los buscares.
El refrán presenta una pátina de antigüedad en ese futuro de subjuntivo "buscares", ya en desuso en el lenguaje coloquial; pero plenamente inteligible, e incluso común en este tipo de mensajes proverbiales.  Dicha forma verbal asegura una rima interna (pesares / buscares), de clara función mnemotécnica.  El contenido versa obviamente sobre los altibajos y claroscuros de la vida, muchos de ellos imprevisibles.  La previsión del futuro es uno de los grandes motores de la actividad humana; pero siempre hay un tanto por ciento de incógnita que queda al azar -o, dicho en clave creyente, a la providencia divina-.  Por ello es algo muy precioso saber valorar el presente y disfrutarlo; trabajar por el porvenir, y mantener una abierta esperanza respecto a lo que nos pueda deparar el futuro.

 

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Alegría es del bueno ver a otro riendo, y del malo, ver a otro llorando.
Según dicen -y es opinión que juzgo acertada- tiene más mérito alegrarse con las circunstancias buenas de los demás que entristecerse con sus desventuras.  La razón estriba en que es muy humano compadecerse de quien lo pasa mal, y parece que el camino para este tipo de solidaridad resulta muy expedito.  En cambio, alegrarse con las circunstancias favorables de otro supone un notable desprendimiento y la superación de cualquier posible envidia.  Por eso la alegría "del bueno" referida en el refrán, ciertamente es síntoma de buen y noble corazón; y si se trata de amigos, es la piedra de toque de la verdadera amistad.  Lo que se estigmatiza como desnaturalizado es alegrarse uno por ver a otro llorando, y verdaderamente tal tipo de conducta no tiene nombre, pues supone decaer de los valores humanos más elementales. Otra cosa es la rivalidad sanamente deportiva: uno se alegra por el triunfo de su equipo, que implica la derrota del contrario.  Pero  es degradante alegrarse por ese infortunio del contrario. 
 
 

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Al cazador, leña; y al leñador, caza. 
Este refrán lleva una breve coletilla explicatoria en la fuente bibliográfica de donde lo he tomado (Francisco Rodríguez Marín: "Más de 21.000 refranes castellanos"), que dice así, refiriéndose al cazador y al leñador: "les depara la suerte lo que no buscan."  Ciertamente la suerte puede ser versátil como una veleta, y regalarnos con sus caprichos.  Pero mientras se trate de regalos, bienvenidos sean.  Al cazador puede venirle bien la leña para hacer una fogata y calentarse al caer la tarde.  Y la caza, gracias a alguna trampilla o cepo que el leñador haya puesto sin mucha fe, puede servirle para llenar la olla.  La suerte es ambivalente:  solemos desear buena suerte -o simplemente suerte- a las personas que conocemos, y en ese deseo amigable está implícita la idea de que también existe la mala suerte, que de ningún modo deseamos.  Por eso, cuando nos alcance una porción al menos de buena suerte, sepamos acogerla con agradecimiento. 
   
 

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Alcanza quien no se cansa.
No llega a ser un verso, pero sí es una frase con rima interna (-canza/ cansa); y dicha rima tiene la obvia función de destacar y conectar entre sí las palabras principales del mensaje.  Éste es muy sintético y escueto en su expresión, pues ni siquiera nos dice qué es lo que se alcanza.  También eso mismo es un juego muy acorde con el lenguaje de los refranes y su proverbial concisión, y va orientado a que el lector ponga el complemento directo (del verbo transitivo "alcanzar") que más le cuadre en su contexto vital: lo mismo puede ser el coronar una dieta de adelgazamiento, que dar fin a una tesis doctoral, que aprender una lengua extranjera... Mientras más difícil sea el objetivo, mayor colaboración de constancia en el esfuerzo se nos pide.  Hay asimismo un refrán latino que abunda en esta idea: "Per aspera ad astra", que quiere decir:  "Alcanzar las alturas (a la letra,  "las estrellas"), por muy áspero y desabrido que sea el camino de subida".  Lo importante es tomar ese camino deportivamente y no desfallecer en el empeño.  Aunque es humano cansarse, nunca debemos llegar a tal punto de agotamiento que nos lleve al abandono de la empresa, supuesto que ésta merezca la pena. 

 

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Al árbol que te da sombra, para bien lo nombra.
Lo primero que convendría advertir es que la frase -algo anticuada- "para bien lo nombra" debe tomarse como imperativo "nómbralo para bien", es decir: habla de él laudatoriamente.  Hay una versión latina de este refrán, que reza así "Arbor honorificetur cuius nos umbra tuetur", que equivale a decir "Hónrese (con palabras) el árbol
cuya sombra nos protege".  En resumidas cuentas, es una invitación a vivir en un clima de agradecimiento hacia las cosas, personas y circunstancias que nos facilitan la vida.  Sería desnaturalizado insultar o criticar al árbol que nos está dando sombra y nos produce fresco en verano.  Sin embargo tal vez nos quejamos en exceso de muchos detalles que rodean nuestro existir día a día; y posiblemente esa disposición adversa nos impida disfrutar de bastantes  cosas pequeñas y agradables que también podemos encontrar en nuestra vida cotidiana. 

 

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Al cabo de un año, el perro se parece a su amo.
Recuerdo que un amigo, que tenía perros en su piso de una gran ciudad, me decía más o menos lo siguiente: "La relación que se establece entre el dueño de un perro y su perro es de tal índole que quien no tiene perro no puede hacerse idea".  Como yo no tengo perro, supongo que no tengo derecho a hacerme idea.  Pero sí he tenido gatos, en la casa donde nací y pasé mi infancia; y puedo decir que para mí no eran lo mismo los gatos "de casa", a los que casi habíamos visto nacer y -desde luego- crecer, que los gatos del vecindario.  Recuerdo uno de estos últimos, gordo, negro, y de enorme cabeza..., que para mi mente infantil era ni más ni menos que una personificación del mal. Los gatos de casa eran simpáticos compañeros de correrías y travesuras (aparte de que se encargaban de que no tuviéramos ratones rondando); y no nos amenazaban ni dañaban a menos que se vieran acorralados.  Lo aquí dicho apunta en la dirección del refrán que comentamos.  Creo que la convivencia crea una especie de simbiosis:  miradas, gestos, órdenes, preferencias... todo esto se transmite sin palabras o con el mínimo uso de palabras por parte del dueño o dueña. Por algo se habla de "animales de compañía", como un aproximado sinónimo de "domésticos", y aludiendo al mismo tiempo a ese clima de buena amistad.  

 

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Al caso repentino, el consejo de la mujer; y al de pensado, el del más barbado.
Si hay que tomar una decisión importante sobre la marcha, el refrán nos aconseja se haga caso ante todo a la opinión de la mujer que, concerniéndole esa decisión, esté presente.  La intuición femenina probablemente resolverá la incertidumbre y la duda, encaminando la decisión hacia un buen final, antes que meternos en muchas disquisiciones y razonamientos que quizá sean estériles.  Si el asunto se presenta como un problema a resolver tras madura deliberación, en dicha deliberación debe pesar mucho la opinión del "más barbado", es decir: del más cargado de experiencia, debido a su larga edad.

 

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Al carro volcado, todos le dan de mano.
Al carro volcado, todos le dan la mano.

Aquí tenemos simultáneamente presentes dos refranes contradictorios.  Es curioso que, siendo los refranes por lo general un buen índice de los comportamientos humanos, y -sobre esa base- teniendo tantos parecidos mutuos, a veces, aun entre distintas culturas e idiomas..., ahora en este caso diverjan tajantemente dentro de nuestra misma cultura, y con referencia a la misma situación.  Resulta que se ha caído un carro por un camino vecinal.  El arriero no puede ponerlo de pie él solo, y necesita que le ayuden los viandantes, pero "todos le dan de mano", dice el primer refrán; es decir: la gente escurre el bulto, y no ayuda.  Es un retrato, verdaderamente fiel -por desgracia- de lo que ocurre muchas veces: "No es mi problema", "Allá se las arregle" -decimos o pensamos-.  Nuestra insolidaridad queda patente.  Por el contrario, el segundo refrán muestra el buen fondo humano que hay en muchas personas; ante un carro volcado en el camino, algún transeúnte se siente movido a ayudar y -a su ejemplo- van surgiendo voluntarios para arrimar el hombro y enderezar el carro: "Todos le dan la mano", y se prestan a colaborar.  También, para nuestro confort interior, es éste un retrato de lo que a veces ocurre.  El panorama no es tan negro ni tan contradictorio como a primera vista parece.  Ya Jesús de Nazaret, hace casi veinte siglos, tipificó estas conductas inhumanas/humanas en la conocida parábola del Buen Samaritano.  Con su palabra nos anima a formar parte de los que con corazón humano  ayudan a sus semejantes.   

                    

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A caballo regalado no le mires el diente. 
Este refrán tiene variantes, seguramente más antiguas, que rezan así:  "Al caballo de presente, no le mires el diente"; y "Al caballo presentado, con los ojos cerrados" ("has de recibirlo", se entiende).  Estas dos versiones presentan la ventaja de la rima, pero la desventaja de que quizá se entiendan peor: "presentado" o "de presente" quiere decir 'recibido como regalo'.  El refrán nos enseña que se debe agradecer todo regalo a la persona que nos lo hace, pues su intención es agasajarnos, independientemente de la calidad del regalo.  Dejemos a un lado nuestro sentido crítico cuando recibimos un regalo, y demos muestras de agradecimiento a quien nos lo hace, pues así correspondemos a su buena intención.  Si además el regalo merece nuestro aplauso, mejor que mejor.    

 

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Al buen negociador no le duelen los pies.
El buen negociador tendrá que hacer más de un viaje para lograr acuerdos en la negociación, o bien -como negociante- para vender las mercancías de su negocio.  Lo menos que se le puede pedir es que sea sufrido con las propias molestias inherentes a su trabajo, lejos de ponerse en plan quejica y lamentarse de que le duelen los pies de tanto moverse de acá para allá.  Hay un punto de optimismo y asertividad que debe alcanzar quien de veras se propone algo.  Viene aquí a cuento -incluso por asociación de ideas- una historieta que se narra a propósito de un comerciante que fue destinado al África profunda y primitiva para allí vender zapatos.  Volvió desolado, diciendo:  "Imposible hacer negocio.  Allí todo el mundo anda descalzo". En vista de ello enviaron a otro con el mismo cometido.  Éste envió un mensaje que irradiaba alegría a su oficina central:  "Enviadme un enorme surtido de zapatos:  aquí todo el mundo va descalzo".  Sin optimismo y un cierto espíritu de lucha no conseguiremos nada.

 

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Al buen entendedor, con media palabra basta.
Al buen entendedor, pocas palabras, y ésas, sabias.
Es bastante conocida la versión latina de la idea aquí expuesta, que por cierto hace gala de la misma brevedad que predica: "INTELLIGENTI  PAUCA", que quiere decir: "Al inteligente, pocas (palabras).  Este proverbio latino casi cumple el consejo del primer refrán citado, al darnos, no media palabra, pero sí media frase, omitiendo incluso el sustantivo "palabras".  Es un hecho que en la comunicación por el lenguaje tienen un papel protagonista ciertos ingredientes que no son precisamente las palabras, sino el tono, el contexto, los gestos que acompañan, etc.  Se pone en juego un complejo de circunstancias que quita mucho relieve a lo que nos parece esencial: la aparición de las palabras.  Por ello el comunicador inteligente y el receptor inteligente de una comunicación podrán dar y entender un mensaje con notable economía lingüística.  Es mucha verdad que la abundancia de palabras puede ahogar la espontaneidad y frescura de una buena comunicación.

 

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Albarda sobre albarda, una por la barriga y otra por la espalda.
Las albardas son como las alforjas, para llevar cosas encima.  La alusión a la doble albarda, que desde el hombro cae hacia delante (barriga) y hacia atrás (espalda), incide más en la idea de que el portador es humano, y se trata en realidad de unas alforjas, más que de un serón de carga puesto sobre un burro o un mulo -que, por cierto, no tienen espaldas, sino lomos-.  Humorísticamente se alude a los que se expresan sin avanzar en las ideas, dando siempre vueltas a lo mismo mediante palabras y más palabras que repiten lo ya dicho.  Sin duda nos recuerda penosos discursos que los sufridos ciudadanos tenemos que padecer sin que se nos brinden soluciones a los problemas reales.  Con un lenguaje castizo, el refrán retrata situaciones de todos los tiempos.

 

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A la vuelta del cerrillo está el ventorrillo.
En esos diminutivos que -además- riman, dando así sonoridad al refrán, está la clave del mismo:  el cerro, donde posiblemente el hombre tiene su trabajo agrícola de arado, siembra, regadío, cosecha, etc.; y la venta rural, donde a la vuelta se reúne con sus amigos a tomar unos chatos de vino y conversar relajadamente.  Los diminutivos tienen un sentido afectivo; no de disminución de tamaño, sino de trato cariñoso.  Quiere decir que el trabajo encuentra también su compensación humana, como lo es disfrutar del vino y de la compañía de otros colegas.  Hasta ahí, todo se ve muy humano.  El refrán, sin embargo, va más allá, y avisa veladamente del peligro que supone dar prioridad a la diversión y al solaz amigable sobre la normal obligación de trabajar para vivir (donde, por cierto, está implicada la subsistencia de la propia familia).  Me recuerda un dicho popular, también en verso, que, con cazurra picardía, y echando mano de ciertas obligaciones religiosas, reza así: "Yo no voy a la iglesia / porque estoy cojo, / pero voy a la taberna / poquito a poco." 
 

 

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A la tórtola y al moral no los engaña el tiempo.
Por medio de dos representantes respectivos del reino animal y del vegetal, se simboliza aquí toda la naturaleza que se despliega ante el ser humano.  La tórtola suele venir ya bien entrada la primavera, justo cuando el moral echa sus brotes.  Los seres no humanos de la naturaleza tienen una sensibilidad muy especial para el clima y las estaciones, mientras que los humanos solemos vernos sorprendidos por una lluvia, un vendaval, o un cambio inesperado de temperatura.  Con cierta frecuencia, no vamos bien abrigados o tal vez no salimos protegidos frente a la lluvia en un día nuboso.  Es éste un elemento digno de nuestra reflexión, y que sin duda nos conduce a una cierta humildad.  Incluso los partes meteorológicos oficiales se equivocan, a veces cuando más interés tenemos en conocer el clima. Junto a la humildad podemos cultivar nuestro sentido de previsión, en lo posible, y precavernos frente a las sorpresas climáticas o estacionales.  Y, una vez más, admirar la sabiduría de la naturaleza; lo cual nos ayudará a elevar sanamente el espíritu.

 

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Alba manchada, tormenta asegurada. 
Por "alba manchada" se entiende un amanecer con nubes rojas -más propias éstas del ocaso- en pleno verano.  Tal fenómeno equivale a una predicción de lluvia veraniega.  Las personas que viven en el campo y del campo tienen una sensibilidad especial para detectar y descifrar estos signos del lenguaje de la naturaleza.  Recuerdo a un agricultor retirado, ya bastante mayor, que en Arcos de la Frontera (Cádiz) me explicó con todo detalle el funcionamiento de las llamadas "cabañuelas de agosto", y su fuerza de predicción para el clima de todo el año.  Jesús de Nazareth, maestro del espíritu, pero también de la vida humana, decía a sus discípulos -cuando éstos le pidieron una señal venida del cielo-:  -Al caer la tarde decís:  "Está el cielo colorado, va a hacer bueno";  por la mañana decís: "Está el cielo de un color triste, hoy va a haber tormenta".  El aspecto del cielo sabéis interpretarlo, ¿Y la señal de cada momento no sois capaces?  
Es una clara invitación a interpretar en clave humana la señal de cada momento.  No la desoigamos.  Puede ser vital para nuestra felicidad de aquí en adelante.

 

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A las veces, es más el ruido que las nueces.
Se trata de una variante del refrán bien conocido "Mucho ruido, y pocas nueces", con la ventaja ahora de la rima -veces / nueces- que siempre es un factor que ayuda a la memoria.  La formulación algo arcaica "a las veces..." (por "a veces...") también es un rasgo simpático del lenguaje.  Las nueces, al caer del nogal o al cascarlas luego para comérnoslas, producen ruido.  Pero algunas, para nuestra desilusión, pueden estar vanas. Todas, incluso las vanas, producen ruido.  Es una invitación para no confiarnos mucho en las apariencias externas, y también para tener sentido del humor a la hora de superar pequeñas decepciones. 
 
 

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A largo camino, se conoce el hombre.
La palabra "hombre", que suele aparecer en muchos refranes y frases sentenciosas, procede del latín "HOMINEM"; de ahí "omne" -como era frecuente decir en la Edad Media- y nuestro actual término "hombre".  Muchos lingüistas han visto ahí la raíz indouropea "dhghem", que significa 'tierra', de la que también viene el adjetivo derivado "humano".  Tanto "hombre como "humano" se relacionan con el latín "HUMUS", que igualmente quiere decir "tierra"; sin duda por el relato que hace el Génesis acerca de la creación del ser humano a partir del barro de la tierra.  "Hombre" equivale pues a "ser humano", tanto varón como mujer (en nuestra lengua madre había palabras específicas para cada uno de los sexos, como "VIR" y "MULIER", respectivamente).  Por tanto, nuestro refrán, como otros muchos donde aparece "hombre",  se debe tomar en ese sentido genérico que abarca tanto al varón como a la mujer.  Quiere decir que no se puede conocer a la persona humana a través de primeras impresiones o de algún breve encuentro.  Es el trato a largo plazo y la convivencia los que nos hacen conocer mejor a las personas.  Y especialmente en las circunstancias de dificultad, como las que van anejas a un largo camino, es donde mejor conocemos a nuestros y nuestras semejantes.

 

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Al arbolito, desde chiquito. 
La implicación de este refrán está en la idea de que el árbol debe guiarse por su plantador desde que es pequeño.  Siendo pequeño, ese arbolito que con orgullo y temor se alza sobre la tierra, puede ser derribado por un golpe de viento, por la lluvia, e incluso por una oleada de riego más fuerte de lo normal.  ¿Quién no ha visto esas guías derechas y verticales a las que suele atarse el árbol?  En los primeros momentos de su vida, el arbolito necesita que se le dirija.  Hay una frase proverbial que reza así:  "Plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo." Al parecer, ahí se compendia la misión de la vida humana.  En nuestro refrán de hoy se resumen las tres aspiraciones vitales que detalla -también con espíritu de generalización- la frase proverbial.  Pues en el arbolito está simbolizada al mismo tiempo la educación del hijo (o de los hijos e hijas), y la obra humana o trabajo que dé de comer a nuestra familia y dignifique

              nuestra vida. No se trata sólo de "tener", sino de dar sentido a "eso" -tan precioso- que se tiene.  

  

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A la que cuece y amasa, de todo le pasa.
Refrán que está ambientado en una sociedad donde era prácticamente desconocido el concepto de "cocinero" masculino, tratándose generalmente de mujeres cocineras e incluso panaderas.  Hoy contamos con eminentes varones cocineros también, y con escuelas de cocina y panadería para ambos sexos.  Pues bien, en la mentalidad del refrán, se nos exhorta a no echar la culpa a la cocinera de cualquier desazón que encontremos en la comida -sopa fría, plato falto de sal, etc.-, pues tal vez la sopa se ha enfriado por tardar los demás en sentarnos a la mesa, o la falta de sal se debe a que ella piensa que cada comensal puede salar el plato a su gusto.  Tenemos medios para subsanar estas cosas, como un salero o un microondas, sin necesidad de hacer comentarios ingratos para quien preparó la comida.  Por extensión, se nos recomienda no culpar irreflexivamente a la mujer por cualquier deficiencia que encontremos en la casa.  Creo que el refrán tiene también otra dimensión, y es la que expresa su refrán hermano "Quien no se embarca, no se marea", a saber:  La que cuece y amasa se expone a una pequeña quemadura, un tiznón en la ropa -que por ello conviene que sea ropa de trabajo-, incluso a la eventualidad de que se le caiga al suelo lo que está preparando.  Todo oficio tiene sus riesgos, y hay que asumirlos con buen espíritu al emprender la labor.  De lo contrario estaremos siempre con los brazos cruzados, esperando que otros nos faciliten un cómodo trabajo y un cómodo vivir. 
 
 

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A la primera azadonada, disteis en el agua. 
Dar con agua a la primera azadonada es todo un golpe de suerte para quien intenta excavar un pozo:  quiere decir que ya no hace falta el pozo, pues estamos ante un manantial que, bien encauzado, regará nuestras tierras.  La imagen es aplicable asimismo a la figura de quien busca ese legendario tesoro que solía esconderse enterrado en un campo.  Su búsqueda puede ser larga, e incluso infructuosa; o, por el contrario, puede verse recompensada por el éxito en el primer golpe de azadón. ¡Qué suerte sería eso!, igualmente que en el caso del agua.  Por cierto, ambos casos pueden superponerse e identificarse, desde el punto de vista de que el agua es un también un tesoro para el campo y para la vida. Si no hay tanta suerte al primer intento -lo que hubiera sido ciertamente milagroso-, echaremos mano de otro refrán, anteriormente comentado: "Ahonda, y sacarás agua".  En el plano de las relaciones humanas, sin duda hay mucho tesoro escondido que circula a nuestro alrededor.  Dar con alguno de esos tesoros depende bastante de la suerte, pero también de nuestra actitud. ¿Somos pacientes, humanos y afectuosos en el trato? ¿Consideramos las buenas cualidades de los demás?   ¿O no tenemos tiempo? Podemos estar perdiéndonos más de un tesoro por falta de tino o de constancia.  
  
 

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A la pluma y a la espada no hay imposible nada. 
Alude a los dos medios que se consideran básicos para conseguir cosas:  las razones -representadas por la pluma-, o la lucha -representada por la espada-.  Parece aconsejar que cuando se agotan los razonamientos se recurra a la lucha, aunque entendamos bien que ésta debe efectuarse en el marco de la democracia: cauces legales, manifestaciones o incluso huelgas contempladas por la ley, etc.  Lo contrario sería recurrir a la violencia y a la ley del más fuerte, tomándonos la justicia por nuestra mano; con lo que arruinaríamos las bases de la convivencia democrática, creando así un serio peligro para todos.  Lo que en el fondo nos enseña el refrán es poner voluntad en nuestros trabajos, asuntos y compromisos, incluso luchando sanamente por todo ello.

 

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A la puente, o al vado.
Se nos recomienda aquí ser decididos, lejos del inacabable y estéril titubeo.  Si hay que cruzar el río, busquemos un puente o internémonos por el vado más cercano, pues corremos el riesgo de eternizarnos en la inmovilidad, considerando siempre ese río como una dificultad en nuestro camino.  Nótese que la formulación del refrán usa el arcaísmo de "puente" como sustantivo femenino de nuestra lengua; tal y como antiguamente, cuando Pontevedra recibió su histórico nombre de "puente vieja" -PONTE(M) VETERA(M) en latín vulgar, de donde nos viene el topónimo Pontevedra-.

 

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A la pesca y a la caza, cachaza.
Todos hemos visto pescadores sosteniendo la caña en las manos -a veces agitándola para lanzar el anzuelo-, en la margen de algún río o en las orillas de la mar.  En nuestro mundo de prisas y ajetreo, esa imagen del pescador tesonero y paciente, es un grato contrapunto lleno de humanidad.  Algo parecido cabe decir del cazador, quien debe actuar con sagacidad, prudencia y sigilo para no espantar a la caza.  El momento de la caza puede reducirse a un instante -como el tirón que da el pescador de caña al percibir la picada-, pero tiene detrás un considerable tiempo de preparación y, por supuesto, una psicología especial: eso que nuestro refrán llama castizamente "cachaza", y podríamos glosar como "paciencia imperturbable".  ¡Qué buena referencia para tantas situaciones que vivimos todos, innecesariamente agobiados por el estrés!  

 

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Al amor lo pintan ciego.
Creo que fácilmente se nos evoca la imagen de Cupido, el niño flechador con sus ojos vendados, dispuesto a hacer de las suyas enamorando a los humanos.  Cupido es la versión latina de Eros, dios griego del Amor, quien empezó a representarse iconográficamente como un hombre, y con el tiempo se pasó a representarlo como un adolescente,  y por fin como un niño -tal vez para reforzar la idea de la inconsciencia implicada en el enamoramiento-.  El detalle de los ojos tapados abunda en lo mismo.  De Eros nos viene el adjetivo "erótico", el sustantivo "erotismo", etc.  Y de Cupido que significa en latín "deseo" -muy frecuentemente aplicado al deseo sexual- nos viene la raíz que encontramos en la palabra "conCUPIScencia", y por supuesto la imagen del diosecillo que dispara traviesas flechas. Creo que es útil distinguir entre el enamoramiento y el amor.  El enamoramiento, como fogonazo de belleza y atractivo que despierta nuestra sensibilidad hacia la persona "amada", sí tiene bastante de esa ceguera de que habla el refrán.  No se ve defecto alguno en esa persona que vivamente nos atrae, o en todo caso pensamos que cualquier posible defecto o contrariedad va a ser superable.  Pero el enamoramiento normalmente debe ceder paso al amor, segunda fase del proceso, donde sin cerrarnos a la sensibilidad y al impacto de la belleza, hacemos intervenir todo nuestro mundo interior, incluida nuestra inteligencia y nuestra voluntad.  Es conveniente que si entramos por el camino del amor lo hagamos con toda nuestra riqueza personal, sin excluir el pensamiento;  entonces querremos a la otra persona con plena libertad, y no ciegamente.  Así no habrá lugar luego a la fácil excusa -en caso de desavenencia- de "yo no sabía lo que hacía".  Es más: poniendo corazón y cabeza por ambas partes de la pareja, se pueden enmendar muchas desavenencias, y hacer que redunden para bien.  Por eso yo corregiría el refrán, diciendo: "Al enamoramiento lo pintan ciego, y al amor con la mirada bien abierta."  

 

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¡Al agua, patos; que se la beben los gusarapos!
Este refrán tiene un sabor epicúreo, pues invita a seguir la senda de lo que nos resulta agradable, antes de que sea tarde. Exhorta a "tirarse a la piscina" -como se suele decir- sin pensarlo más.  Resulta obvio que guiarnos por el gusto irreflexivamente puede acarrearnos problemas, pues ya de entrada arrincona una parcela muy importante de nuestra vida íntima, como es nuestra capacidad intelectual, o sea: usar la cabeza y ser personas racionales aun en las ocasiones más apremiantes. Pero debemos interpretar el refrán en positivo y aprovechar algo de su enseñanza; creo que en este aspecto se refiere a no desaprovechar las ocasiones que nos puedan aportar auténtica felicidad.  La sabiduría popular nos enseña que "la ocasión la pintan calva, y hay que cogerla por los pelos".

 

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A la feria muchos van, a ver y no a comprar.
Creo que muchos nos vemos retratados en este refrán.  Toda feria tiene su parte de mercado, con tenderetes y atracciones.  A veces tomamos la feria como pretexto para dar un paseo ameno y barato:  descansamos dándonos una vuelta por un ambiente nuevo, miramos cosas y tal vez precios, pensamos lo que nos ahorramos no comprando, y seguimos adelante.  No está mal, y somos libres para hacerlo así;  pero pensemos que si todo el mundo hiciera eso, la feria se acabaría, y los grandes o pequeños negocios de los tenderetes acusarían pérdidas o incluso se vendrían abajo.  El clima festivo de la feria debe invitarnos a participar, comprando aunque sea un pequeño detalle, un regalito que queremos hacer a alguien o a nosotros mismos.  Otros comprarán más, si pueden gastarse más.  Pero lo importante es integrarse de algún modo en la organización, eligiendo algo.  Es una manera de solidarizarse y de agradecer que hayan montado aquello para brindarnos un rato de relax y -obviamente- conseguir alguna ganancia que encarrile el negocio.  Ahora os pido que, dando un paso más, consideremos la vida como una gran feria, por la que deambulamos tal vez con alguien de nuestra familia.  ¿Nos gustaría pasar por la vida sin participar en ella, sin inmiscuirnos,  sólo disfrutando del ahorro que vamos logrando?  Hay mil ocasiones de integrarnos e intervenir para bien. No creo que haya otra manera de vivir en plenitud la vida.      

 

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En un jardín crecen más cosas que las que siembra el jardinero.
Es obvio que en un jardín crecen hierbas no deseadas -que llamamos malezas-, crece musgo, crecen bichos y telarañas, se genera oxígeno... Todo eso es vida, y no todo es  -desde luego- negativo.  En un plano metafórico, podemos decir que un jardín bien cuidado también genera relax, serenidad de espíritu, equilibrio en nuestras facultades humanas.  Creo que por eso el enunciado de refrán dice "cosas", y no "flores" o "plantas".  Profundizando en el sentido metafórico, todos somos jardineros de nuestro propio vergel interior.  ¿Qué sembramos allí? ¿Qué crece allí, aparte de lo que sembramos? ¿Cuidamos nuestro jardín? ¿Nos da paz? En nuestra mano está todo ello.  No es muy difícil, pero nos demanda un cierto trabajo, que se promete gratificante.     

 

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A la buena hilandera, nunca le falta camisa.
Parece lógico que cada familia esté bien aprovisionada de aquello que entra dentro de su negocio o medio de vida.  No es concebible, por ejemplo, que si el negocio familiar es una papelería, a los hijos les falte un cuaderno para estudiar en la escuela, o que los hijos de un panadero no prueben el pan.  Argumentando por el lado contrario -es decir, desde la ilogicidad y el ridículo- hay refranes que ponen de relieve el mismo mensaje, como "En casa del herrero, sartén de palo".

 

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A la conciencia, nadie la engaña.
Muchas veces se hace molesta la voz de la conciencia, cuando nos desvela la pobreza de nuestra interioridad, pero ahí está. Podemos camuflarla o hacernos los sordos a ella, pero tarde o temprano se nos hace oír.  Un buen trabajo interior es formar correctamente la conciencia, lejos de esquivarla o desoírla.  Dicho de otro modo: huir del autoengaño, y vivir en conformidad con la persona que queremos ser.
 

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Ajenos cuidados, sentirlos, pero no llorarlos. 
Este refrán es una llamada a la serenidad, no a la indiferencia y frialdad de corazón.  Hay una diferencia entre "llorar" y "sentir".  Es lógico que lloremos en ocasiones tristes que nos afectan, por tratarse de desgracias familiares, o de bien de amistades íntimas, cuyos problemas sentimos como propios.  Más allá de ese círculo se nos recomienda "sentir", es decir: sensibilizarnos con asuntos y dificultades de personas que no nos resultan tan cercanos.  Mantenernos serenos y tratar de ayudar en lo posible.  Se me viene a la mente la anécdota de un traumatólogo de Urgencias de un Hospital, a quien -ante un accidente que produjo varios heridos, y algunos graves- le preguntaron si él no se ponía nervioso.  Respondió:  "Si yo me pongo nervioso, ¿quién opera?.  Es importante que hacernos sensibles no disminuya nuestra capacidad de actuación.      

 

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Ahora que te veo me acuerdo; que si no te encontrara, no me acordara.
Creo que estamos ante un refrán simpático, por su sinceridad y humildad.  Es humano olvidarnos unos de otros si no tenemos "roce", es decir: trato frecuente, en lenguaje popular.  Lo mismo se olvidan problemas, situaciones, propósitos...  Volver a ver a personas que para nosotros significan mucho o bastante, es también integrarnos de nuevo un poco en sus respectivos mundos, y compartir un rato en común que, sea largo o corto, puede resultar muy sabroso.  Todo esto se nos pasa por la mente; pero lo gracioso de este refrán es que lo manifiesta ingenuamente con palabras, convirtiendo así la debilidad propia en confidencia amigable.   
 

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A hombre reñidor y caballo corredor, poco les dura el honor.

              La razón es obvia.  Tanto ese hombre como ese caballo compiten por un premio muy enraizado en la animalidad, y muy

              efímero.  Pronto les saldrá un competidor que les aventaje, que es como decir: aparecerá un bruto más bruto todavía.

              Cuando se trata de valores morales enraizados en el amor, huelga toda competencia y -por otra parte- es muy difícil

              calcular las dimensiones del amor.  El amor ennoblece la actividad humana.

 

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Ahonda, y sacarás agua. 
Hay terrenos muy favorables a la fabricación de pozos:  basta con cavar convenientemente, y a alguna profundidad se encuentra agua. No obstante, es una labor de paciencia encontrarla, incluso en tales casos, pues no está fijado el número de metros que habrá que cavar ahondando.  Por ello el refrán exhorta a la constancia en el trabajo emprendido, el cual metafóricamente se extiende a cualquier otro trabajo que nos ocupe.  La perseverancia y el tesón puesto en lo que queremos conseguir son importantes para el éxito.

 

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Aguja en pajar, mala es de hallar. 
 "Eso es como encontrar una aguja en un pajar", decimos cuando emprendemos una búsqueda, que se presiente infructuosa, de un documento importante de entre un cajón lleno de papeles.  La consecuencia de una situación así o parecida, y que ahora nos recuerda el refrán, es que mantengamos un orden razonable en las cosas importantes.  Puede parecer un lujo, pero es un lujo necesario y -a la corta y a la larga- nos hace ahorrar tiempo y energías-.

 

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A gusto dañado, lo dulce le es amargo. 
Si no nos gustan cosas que a otros en nuestro ambiente les parecen buenas -puede tratarse de películas, libros, exposiciones de arte, lugares de turismo, etc.-, y esto se da con cierta frecuencia, puede ser que tengamos el gusto dañado por algún amargor interno.  Vale la pena que lo tratemos con alguien que nos merezca confianza, y si tenemos ánimo de superarnos, la superación puede ser bien sencilla.  Basta con abrirnos.  Nuestro psiquismo lo agradecerá.  

 

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Agua pasada no es espada.
Se nos muestra aquí una variante rimada de otro refrán bien conocido:  "Agua pasada no mueve molino".  La rima, por su sonoridad rítmica, es una ayuda para la memoria, y desde luego ha ejercido esa función mnemotécnica cuando los refranes, más que escribirse y leerse, se difundían de boca en boca.  Creo que los mayores de ahora conservamos el recuerdo de muchos refranes aprendidos oralmente de nuestros padres, abuelos o maestros. El presente refrán es una invitación a no demorarnos excesivamente en rumiar un pasado que ya no volverá.  Más vale vivir el presente, que es lo que tenemos, y prepararnos en lo posible para afrontar los retos del futuro.  Existe un breve dicho, que es como un compendio de los citados proverbios: "Lo pasado, pasado."  He aquí también una buena máxima para olvidar situaciones desagradables y -cuando así lo estimemos justo y solidario- perdonar a quien nos las motivara.  

 

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Agua y candela, a nadie se niegan.
Es un consejo evangélico -por otra parte, bastante obvio- ofrecer un vaso de agua a la persona sedienta que así nos lo pida.  En cuanto al fuego, siempre ha sido un elemento necesario para hacer la comida; e incluso ahora, que existen otras soluciones técnicas, se ve a veces este letrero en restaurantes que se anuncian como "asadores" de carne: "Horno de leña".  Antiguamente el fuego resultaba difícil de encender, y no era infrecuente pedir fuego al vecindario.  El Arcipreste de Hita dice -en el "Libro del Buen Amor", hablando con la Muerte, y aludiendo a sus intempestivas visitas a domicilio-:  "como el fuego vas, de vecina en vecina".   Por otra parte, cuando se piensa en las fogatas que los pastores y campesinos solían hacer por la noche en el campo, para cenar y calentarse, nos podemos imaginar que algún caminante aterido y sediento pasa por allí.  Ciertamente sería inhumano negarle agua, algo de alimento y un lugar junto al fuego.  Tal ambiente de hospitalidad es el que este refrán trata de crear.  Queda a nuestra iniciativa cómo adaptarlo a nuestra vida en las ciudades modernas.      

 

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Acuérdate de ti, y te olvidarás de mí.
Este refrán castellano no es una invitación al egoísmo ni al solipsismo de encerrarse uno en sí, olvidando al prójimo.  Está inspirado más bien en la consideración evangélica de no detenerte a ver la mota en el ojo de tu hermano, teniendo una viga en tu propio ojo, que -aparte de ser gravosa para tu crecimiento como persona- te impide ver objetivamente las cualidades de los demás.  Ante todo cultivemos en nosotros una mirada sana y, puestos a hacer limpieza, empecemos por nosotros mismos.

 

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Agua corriente no mata a la gente; agua "estancá" la matará.
Cuando la naturaleza no estaba tan contaminada como ahora con pesticidas, residuos de basura dispersa, plásticos abandonados, etc., este refrán servía de guía a quien caminaba campo a través para saber de qué agua podía beber, y de qué agua debía abstenerse.  El agua que fluye cuenta con la función purificadora y renovadora de la fuente, lo cual no ocurre con el agua estancada, que se pudre, y se puebla de alimañas y verdín.  El problema ahora es que hay fuentes y cauces contaminados.  En la formulación del refrán se da un recurso a la pronunciación andaluza o extremeña, en esa palabra entrecomillada "estancá", que aunque sea vulgar resulta entrañable, a la vez que consigue para el refrán una rima perfecta.  Hay una variante de este refrán, que se aplica -como puede aplicarse este mismo, aunque quizá con menos propiedad- a la situación de alabar a la persona diligente, que se mueve y actúa; y desautorizar al ocioso y holgazán, comparable al agua estancada, inmóvil.  Es el siguiente:
 

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Agua estancada, agua encenagada.     

 

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Afligir al afligido, es de corazón podrido.
Seguramente es un refrán muy antiguo, pues ya se formulaba en lengua latina: "Afflictis non est addenda afflictio", que a la letra quiere decir:  'No se debe añadir más aflicción a quienes ya están afligidos'.  La más elemental psicología recomienda no agobiar -en lo posible- con reproches, reconvenciones o malas noticias a quien ya de por sí viene cargado anímicamente con un gran peso encima. Ya llegará el momento propicio de hacerle caer en la cuenta de sus responsabilidades. Es lo que popularmente se dice "no echar sal en la herida". Lo contrario sería obrar como quien no tiene corazón humano, o -dicho de otro modo- tiene "el corazón podrido

 

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Ovejas bobas, por donde va una, van todas.
Es un aviso contra el borreguismo, que resulta ser por desgracia más común de lo que parece.  Consiste en seguir los dictados de la mayoría, sin discernimiento alguno ni criterio propio. Por ahí vamos a una sociedad de títeres, regida por sutiles hilos de poder, conformismo masivo, y el sospechoso aval que aporta la opinión más seguida por una mayoría deficientemente informada.  Hay dichos bien conocidos que apuntan en esa línea, como por ejemplo: "¿A dónde va Vicente? Adonde va la gente."  

 

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A falta de ciencia, ten obediencia.
Es imposible saber de todo, y por ello a veces hay que recurrir al criterio de autoridad, o bien -dicho con otras palabras- fiarnos de quien conoce a fondo el asunto en cuestión.  Esto no es entregarse al borreguismo de creérnoslo todo sin discriminación.  Precisamente se impone un criterio bien formado para elegir y saber de quién podemos fiarnos.

 

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A duelos y trabajos, corazón ancho.
Breve refrán, incluso carente de verbo, que nos mentaliza para enfocar los reveses de la vida en positivo, con energías brotadas de la buena voluntad.  Es muy conocida la variante "A mal tiempo, buena cara".

 

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A escote, nada es caro. 
Supongamos que se reúne un grupo de amigos para pasarlo bien.  Se establece un fondo común, aportando todos la misma cantidad.  Si el fondo se acaba, y aún tienen "cuerda para rato", y se lo pueden permitir, se hace una nueva aportación al fondo. Así se lo pasan todos en grande, sin preocupación especial por el gasto inmediato que toca hacer.  En realidad están pagando a escote y, aunque se está gastando dinero, da la sensación de que nada resulta especialmente caro.  Al mismo tiempo se está practicando la solidaridad, el espíritu de grupo, compatible con la sana diversión.  
 

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Adonde el corazón se inclina, el pie camina. 
El corazón, como centro de la vida interior, es el gran motor de nuestra conducta.  Una conocida novela italiana, de Susana Tamaro, se titula "Adonde el corazón te lleve".  De ahí, la importancia de cultivar nuestro corazón en su actividad y en su crecimiento espiritual, a fin de que nos conduzca a la mayor felicidad posible.  San Agustín solía exclamar "Amor meus, pondus meum", que traduciré libremente como: 'El amor es el peso que tira de mí'.  En esta línea, Blas Pascal decía: "El corazón tiene razones que la razón no conoce".    
 

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A discursos necios, oídos sordos.
Existe la variante "A palabras necias, oídos sordos."  El refrán se comenta por sí mismo.

 

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Adonde paces, y no adonde naces.
La formulación de este refrán adolece de un cierto arcaísmo, como no es infrecuente en este género entre literario y popular.  Hoy preferiríamos decir "Donde paces, y no donde naces." Alude a que conforma más nuestra personalidad el lugar donde vivimos y trabajamos que nuestra propia tierra natal (en caso de haber diferencia entre ambos lugares).  No por ello se devalúa el amor a la "patria chica" o terruño; más bien se insiste en que nuestra patria vital está allí donde desarrollamos nuestra actividad y vamos madurando nosotros mismos.

 

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Adondequiera que fueres, haz lo que vieres. (También: "...haz como vieres"). 
 Sobre la palabra inicial "adondequiera", diré que está bien empleada, pues tiene una referencia dinámica y direccional de "lugar adonde", seguida por el verbo "ir".  Es curioso el uso del futuro de subjuntivo, ya prácticamente en desuso -"fueres", "vieres"-, que le da un aire venerable al dicho.  Yo prefiero la versión dada entre paréntesis "haz como vieres", ya que no siempre es aconsejable hacer miméticamente lo que se ve hacer a otros, aunque sí es una buena norma tratar de adaptarse a las costumbres del lugar donde se está (aunque sea por unos días); y en este sentido y de modo general, actuar "como" la gente que allí reside.     

 

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A Dios adorando, y parva limpiando.
Aventar la parva para limpiarla, separando el trigo de la paja con la ayuda del viento, era un quehacer obligado en cualquier era, tras la trilla. Hablo en pasado, pues me refiero a una labor manual, realizada bieldo en mano por el personal de la era, antes de que entrara la mecanización para tales labores.  Aunque se pida la ayuda de lo alto, tal vez rezando a Dios por la prosperidad de la cosecha, no debe descuidarse el trabajo humano. Se supone que Dios no va a favorecer a los indolentes.  Hay otras variantes, que existen en nuestra memoria colectiva:  "A quien madruga, Dios le ayuda".  "A Dios rogando, y con el mazo dando".   

 

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A dar está obligado aquel a quien han dado.
Hay muchas cosas buenas que hemos recibido, al parecer sin merecimiento especial por nuestra parte.  Ya que el hombre es un ser social, se nos impone la llamada a compartir con los menos favorecidos.  Y no me refiero sólo a ayuda económica, sino también a abrirnos para dar nuestro tiempo, nuestra afabilidad, nuestro saludo, nuestra sonrisa, nuestra disponibilidad, en una palabra.  Hay una variante de este refrán, en clave creyente:  "A dar no nos neguemos, pues Dios nos da para que demos."

 

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A destajo, mal trabajo.
Se nos avisa aquí que nos prevengamos para -en lo posible- no trabajar contra reloj.  La precipitación puede ser muy negativa para el deseado trabajo bien hecho, así como para nuestra propia estabilidad psicológica.

 

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A cualquier cosa le llaman rosa.
Es un mensaje que nos invita a disfrutar -mediante el discernimiento- de la verdadera belleza, separándola de tantas pretendidas obras de arte que no son más que vulgaridades. La naturaleza como sublime norma del arte creo que también queda patente en este refrán.

 

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A cuchillo que no corta, ponerle el dedo.
¿Quién se atrevería a probar un cuchillo aparentemente embotado en su propio dedo? ¿Y si en realidad corta?  Calibrar los riesgos y actuar en consecuencia parece siempre el proceder más sensato, con preferencia a cualquier tipo de bravuconería. 
 

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Aceituna y fortuna, a veces mucha y a veces ninguna.
Alude a los altibajos en la fortuna y en la consecuente provisión de la despensa.  Esperar la buena suerte sin desesperar de ella puede ser un buen consejo.
 

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Acostarse temprano y levantarse temprano, hace al hombre activo, rico y sano.
Por asociación de ideas me recuerda una frase proverbial, que aprendí de pequeño: "Acuéstate tarde y levántate temprano, lo mismo en invierno que en verano." Esta frase parece menos respetuosa con el tiempo de descanso y sueño, que obviamente quedaría reducido.  El refrán que hoy aportamos contempla el normal y necesario tiempo de reposo, e invita a algo tan bonito como es disfrutar de la mañana.
 

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Aceituna comida, hueso fuera
Cuando se da un asunto por zanjado, no darle más vueltas, eternizando así el problema.  "Hueso fuera" quiere decir: líbrate ya de esa preocupación.

 

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Aceite y vino, bálsamo divino

           Cuando había que fabricarse las medicinas a base de remedios caseros, el aceite y el vino serían muy apreciados a este

               respecto. El Evangelio de San Lucas, en el conocido episodio del Buen Samaritano, narra -de labios de Jesús-

               cómo aquel personaje curaba las heridas de un hombre malherido que había sido atacado por bandidos: "Le echó

               aceite y vino en las heridas, y se las vendó" (Lc 10, 34).  En nuestra tradición española, también los bálsamos serían

               apreciados por sus virtudes sanatorias; y así en el Quijote aparece muy laudatoriamente mencionado el "bálsamo de

               Fierabrás". Por extensión, el aceite como condimento o para freír es un elemento precioso en cualquier despensa; y no

               digamos nada del vino para acompañar cualquier sabroso bocado.  El vino, además, al ser consagrado en la Eucaristía

               cristiana, puede merecer notoriamente el calificativo de "divino".

 

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A cada pajarillo le llega su veranillo.
Por "veranillo" se entiende ese tiempo de otoño en que aún se siente como un rescoldo de calorcito veraniego.  Cuando el clima tiende a enfriarse, el veranillo debe de ser un alivio para muchos pájaros.

 

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A camino largo, paso corto
Conviene administrar bien las propias fuerzas.
 

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Acá tropezando y allá cayendo, vamos viviendo.
Más importante que no tropezar ni caer es saber levantarse, aprender de los errores y, sobre todo, amar la vida.

 

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A amistades que son ciertas, siempre las puertas abiertas

 

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A borrica arrodillada, no doblarle la carga

 

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Abrazos y besos no hacen chiquillos, pero tocan a vísperas

           Vísperas es una de las horas canónicas del rezo eclesiástico, previa a las "Completas", y puede anunciarse en los

               monasterios mediante  un toque de campanas.  Abrazos y besos son la antesala -incompleta- de un posible acto

               "completo" de procreación -expresado popularmente como "hacer chiquillos"-.  De una manera festiva se alude a

               comportamientos humanos bien conocidos.

 

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Abriga la nieve al trigo, como la madre a su hijo

 

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Abril lluvioso y mayo ventoso hacen el año florido y hermoso

 

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A buena hambre no hay pan duro, ni falta salsa a ninguno

 

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A buen camino, buen andar

 

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¡Acabóse el mundo, pues faltó de él don Facundo!

                                                                            

 

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