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El Peregrino de Compostela
El sábado pasado tuve la
suerte de celebrar el 40 cumpleaños de mi querido amigo
Fernando. La fiesta fue un gran éxito, cargada de
detalles de cariño, miradas atrás y reflexiones desde el
"ecuador de la vida". Quizás por esas reflexiones, o
bien por ser fernando mi hermano del camino jacobeo, me
acordé de El Peregrino de Compostela y se me ocurrió
traer este fragmento a nuestro rincón:
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El Buen Combate es el que se entabla en nombre de
nuestros sueños. Cuando estos revientan en nuestro
interior con toda su fuerza (en la juventud) nos
sentimos muy valientes, pero aún no sabemos luchar.
Después aprendemos a luchar, pero ya no contamos con
el mismo valor para combatir. Por eso nos volvemos
contra nosotros mismos y, combatiéndonos, nos
convertimos en nuestros peores enemigos. Alegamos
que nuestros sueños eran infantiles o difíciles de
llevar a cabo. Matamos nuestros sueños por miedo a
combatir en el Buen Combate. |
El primer síntoma de que estamos matando nuestros
sueños es la falta de tiempo: Las personas más
ocupadas que he conocido en mi vida eran las que al
final siempre conseguían tiempo para todo. Por su
parte, los que no hacían nada siempre andaban
cansados, el tiempo nunca les llegaba para lo poco
que tenían que hacer, y se quejaban de que los días
eran demasiado cortos. Lo que les pasaba era que
tenían miedo de combatir en el Buen Combate.
El segundo síntoma de la muerte de nuestros sueños
son nuestras certezas. Solo por el hecho de no
querer tomar la vida como una gran aventura en la
que hay que embarcarse, ya nos consideramos sabios,
justos y correctos en nuestras pequeñas parcelas de
existencia. Miramos hacia el exterior de las
murallas de nuestra vida diaria y oímos el ruido de
lanzas que se rompen, sentimos el olor del sudor y
de la pólvora, vemos las grandes caídas y las
miradas sedientas de conquista de los guerreros.
Pero nunca percibimos la alegría que hay en el
corazón del que está luchando, pues para estos no
importa ni la victoria ni la derrota, sino combatir
en el Buen Combate.
Por último, el tercer síntoma de la muerte de
nuestros sueños es la Paz. La vida se transforma en
una tarde de domingo, sin grandes exigencias, que no
nos pide más de lo que queremos dar.
Pensamos entonces que hemos alcanzado la "madurez" y
logrado nuestra realización personal y profesional.
Nos sorprende que alguien de nuestra edad diga que
aún espera determinada cosa de la vida. Pero en lo
más hondo de nosotros mismos sabemos que lo que
ocurrió fue que renunciamos a luchar por nuestros
sueños.
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Hoy se me antoja
querer ser inmaduro e invitar a todos los que leen
estas líneas a serlo también, a recuperar el ímpetu
de años atrás y osar a renunciar a la comodidad del
domingo por la tarde como precio por nuestros
sueños. Tomate un tiempo, recuerda cuales eran tus
sueños y disfruta del combate...
¡Feliz semana,
feliz combate!
ECB Septiembre 2008 |
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